50 Adverbios para describir cómo día

Seis años y una semana me dieron: los años ya se cumplen hoy; cumplirá el primer día mañana.

Iba á preguntarse, por cuarta ó quinta vez, si el título de prado sería irónico, chocándole que cupiese en cabeza humana (ignoraba don Silvestre la historia del célebre paseo) la idea de llamar una cosa con el nombre que menos le conviene; pero recordó lo que acababa de ver con el de casa de fieras, y días atrás con los de puertas de Segovia y de Atocha, y se convenció de que Madrid era una pura ilusión.

Mi madre no ha tenido la menor rabieta con nadie en todo el día de ayer.

Precisamente aquel día, mientras Benina con diligencia suma trasteaba en la cocina y comedor, Frasquito contaba a Obdulia cosas de París, y tan pronto, en su pintoresco relato, descendía a las alcantarillas, como se encaramaba en la torre del pozo artesiano de Grenelle.

Cuenta la leyenda de la montaña que en época muy antigua, cuando fortalezas rodeadas de fosos se erguían en todos los promontorios de los desfiladeros, tres condes que por casualidad no guerreaban, se encontraron un día de caza cerca de la fuentecilla.

Acaso un día Ya de la tierra el corazón no lata, Y sobre su haz inanimada y fría page 120 Tiendas tu manto de luciente plata... Será entonces tu reino silencioso Cuanto hoy circunda y cubre el Oceano... ¡Adiós!...

Abajo era día de cuentas.

Le diré a Mauricio que pase por acá todos los días.

El año civil es de 365 días exactamente durante 3 años consecutivos.

En el espacio de un día próximamente, gira alrededor de uno de sus diámetros, cuya dirección en el espacio es fija, y que toma el nombre de eje del mundo, cuando se le considera relativamente al movimiento diurno, aparente, de la esfera estrellada.

D. Fadrique reconocía no obstante, que si estaba lejos aún el día en que sea casi imposible adquirir mal lo que uno mismo adquiere, estaba aún mucho más lejos el día en que sea casi imposible heredar mal lo que se hereda.

Con todas y con todos hablaba el mismo lenguaje afable y comedido; trataba con miramiento a la Casiana, con respeto al cojo, y únicamente se permitía trato confianzudo, aunque sin salirse de los términos de la decencia, con el ciego llamado Almudena, del cual, por el pronto, no diré más sino que es árabe, del Sus, tres días de jornada más allá de Marrakesh.

Justamente el día en que se le puso en la cabeza hablarles del asunto, tenían ellos concertada una cena con Zulma y compañeras no mártires en el más calentito y retirado gabinete de Brébant.

chillones colores de los mapas geográficos, especialmente los días en que el coronel me había leído una de aquellas odas japonesas de una poesía casta, sublime, tan original como profunda.

Después de quince días fuí a su casa.

La verdad es, sin que importe el cómo, que don Pelegrín se hizo amigo mío, y que raro es el día en que no me echa un párrafo de historia antigua, apenas entro en el café, su morada habitual desde las tres de la tarde hasta las ocho de la noche, y me siento en mi rincón preferido... Y ahora recuerdo que la coincidencia de buscar los dos el ángulo más apartado, á la vez que el sofá más mullido del café, dió origen á nuestro conocimiento.

Y yo, desde entonces, particularmente estos días de Semana Santa, rezo siempre por el que me regaló una vida; imploro á Dios como imploré al rey absoluto, que al fin me escuchó y se ablandó...

Yo me siento más a mi gusto y más feliz que nunca cuando voy a oír las oraciones y los cánticos en homenaje y gloria de Dios, que el señor Macey entona, y las buenas palabras que pronuncia el señor Crackenthorp, principalmente los días de comunión.

Pero el visir comprendió en seguida que el eunuco había entrado realmente aquel día en la tienda del pastelero.

Que tengan educación siquiera un día.

[] me esperarás siete días, hasta que yo venga a ti, y te enseñe lo que has de hacer.

Después, ni un día cesante, y siempre para arriba.

En casa de doña Petronila, en el salón de balcones discretamente entornados, de alfombra de fieltro gris, era donde pasaban horas y horas los dos amigos del alma, hablando de intereses espirituales, como decía el gran Constantino, sin más testigo que el gato blanco, cada vez más gordo, que iba y venía sin ruido, y se frotaba el lomo contra las faldas de la Regenta y el manteo del Magistral, cada día más familiarmente.

Su destino le parecía igual al de aquel vagabundo terrible, que forzosamente un día u otro había de caer en su lucha desigual.

Y ella exclama: «¡Oh fragante día! ¡Oh sublime día! Se diría que el mundo está en flor; se diría Que el corazón sagrado de la tierra se mueve Con un ritmo de dicha; luz brota, gracia llueve.

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