50 colocaciones para caravana

Pintaba el paso de las caravanas compuestas de camellos, asnos y dromedarios.

inmediatamente conversación con el jefe de la caravana, y después de varias preguntas y respuestas y de decir el hombre que era francés y domador de fieras,

Vosotros, seguid marchandogritó Marcos al resto de la caravana; dentro de pocos minutos os alcanzaremos.

Me senté en la muralla, y mis ojos perdiéronse en la planicie arenosa que se extiende más allá de los puestos hasta los contrafuertes de los montes mongólicos; allí, airosamente, se arremolinan ondas indefinibles de polvo; y a todas horas negrean filas vagarosas de caravanas.

Hallábase en lo mas crítico de su peroracion, cuando sonaron de repente los tambores que anunciaban la entrada de la caravana de mercaderes en la ciudad; y todos entonces, escepto doce fieles de tenaz y aguerrida, abandonaron el templo dejando al predicador con la palabra en la boca.

Cuéllar iba a la cabeza de la caravana, a la derecha del conde; luego seguían doña Dolores, que iba entre su padre y Domingo; los peones, que conducían las acémilas de carga bajo la dirección de León Carral y de los dos criados del conde, y los guerrilleros cerraban la marcha.

Nos ha parecido á veces el reposo de una gran caravana que al caer de la tarde ha de levantarse y partir sin volver los ojos para ver el sitio que ocupó.

Los vagabundos del desierto social, los desertores de la caravana, los expulsados de ella, las fieras, los abortos de la noche, rondaban en torno del vivac, sin atreverse a salir del círculo de tinieblas, por miedo a afrontar la luz.

Sin duda permanecía junto á la tumba todo el año, por ser este el lugar más frecuentado en la soledad del desierto, resultándole fácil el nutrirse con los despojos de las caravanas ó el sorprender á un hombre ó á una bestia de carga en momentos de descuido.

Algunos soldados se instalaban en aquel ingrato suelo con sus familias, pugnaban por conquistar las comodidades de la vida, y tenia algo de la detencion de la caravana, los grupos de mulas y caballos, las tiendas de campaña y los depósitos de provisiones.

De manera que, no teniendo nada que esperar en Sevilla y fastidiado ya de mi mujer, me agregué a ciertos caballeros de fortuna, bajo cuya disciplina di principio a mis caravanas.

Nos habló con entusiasmo del Desierto, de las caravanas de cientos de camellos, que apenas dejan huella en la arena dura; de la forma del terreno arenoso, siempre igual y siempre distinto, como el mar; de las angustias al no encontrar los oasis con agua; del tener que beber a veces la sangre de los camellos...

Blasco Ibáñez, con su habilidad maravillosa para levantar multitudes y su arte balzaciano de explicar el origen de las familias ha compuesto en sus libros una especie de caravana enorme, de humanidad en marcha lanzada á la conquista del amor, del dinero y de la justicia.

Allí aumentó el espanto que llevábamos, el espectáculo de caravanas perdidas, de carros, herramientas y despojos de trenes regados por el suelo, y de esqueletos de animales, que parecian dar testimonio, en aquellas soledades, de la imposibilidad de la vida.

Lo que articula, en efecto, y emparienta á los grupos humanos, es el suelo resistente: el vertebrado esqueleto terrestre que guarda como una adquisición definitiva el rastro de cada progreso realizado, y donde cada nueva etapa de la caravana puebla un desierto ó terraplena un hueco de la civilización.

De ahí su éxito incomparable ante las caravanas de los mineros del Colorado, rancheros del Nebraska, manufactureros del Este, agricultores del Centro y del Sur, que vienen á palpar la realidad de lo que sólo conocían por figura retórica: es el propio sustantivo, en lugar del adjetivo vago que encuentran día á día en sus gacetas, plantado como un penacho luminoso, al fin de cualquiera descripción delirante de su incomparable país.

También acampaban frente a esta cara de Madrid, que era la más hermosa, los vagabundos, los desesperados, los abortos de la sombra, toda la muchedumbre que él había visto una noche, con los ojos de la imaginación, rondando en torno de los felices, de la caravana dormida en el beatífico sopor del hartazgo.

Mas ¿por qué abandona la alcaidía de mi castillo de Comares, mientras los nazarenos recorren la frontera, ansiando sorprendernos como el tigre africano que vaga en derredor de los fuegos de una caravana, cuando despliega sus tiendas de reposo en el desierto?

El mayordomo, cual si hubiera adivinado la zozobra del conde y participado de sus sospechas de un ataque próximo, había colocado a don Andrés y a doña Dolores en medio de un pequeño grupo de criados leales de los que asumiera el mando, y apresurando el andar de los caballos había dejado entre él y el grueso de la caravana un intervalo de cien pasos.

Les cedían al llegar la noche sus mejores lechos de correas, cubiertos de mullida hierba seca; atravesaban en el asador un becerro, haciéndolo voltear sobre una enorme hoguera en honor de la caravana, y durante la marcha les detenían las mujeres á la entrada de sus chozas, ofreciéndoles en groseras vasijas de barro la amarga cerveza fabricada en los valles y el pan de harina de bellotas.

¿Por qué atravesaban el estéril camino con una criatura enferma al lado y un sol implacable en el cielo, los individuos de aquella caravana?

Nos hallamos de golpe inmiscuídos en la intimidad de una caravana trashumante de titereros y saltimbancos, bajo la advocación o razón social de «Circo Rigoberto», por el nombre de pila del fundador, que aun vive, en la extremidad de sus años, tullido y privado.

Con la llegada de las caravanas se difundían las asombrosas noticias del reino del Preste Juan y las maravillas de las ciudades de mármol y oro, enormes como naciones, que se levantaban junto a los ríos del Catay o en las islas de Cipango.

Cansada de las dulzuras de mi casa, del canto de mis esclavas y de los esplendores que arrojaban á mis pies los mercaderes de las caravanas, iba con Hiarbas á cazar el león en el desierto, y los guerreros asombrábanse viendo cómo temblaban, obedientes y tímidos, los más salvajes potros, al sentirme sobre sus lomos.

Mas no me seducía ir a buscar su familia, en la monotonía de una caravana, por aquellos desolados rincones de la China.

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