96 colocaciones para domingos

La ciudad, en esas mañanas de domingo, parece una desposada.

Hablaba yo de esto mismo en el lugar, sentado en el porche de la iglesia, donde después de acabada la misa del domingo solía reunirme con algunos peones de los que labran la tierra de Veratón, cuando algunos de ellos me dijeron: [Footnote 1: Veratón.

»] [Nota 546: En efecto, el soneto que a continuación lee don Cleofás había sido escrito por Vélez a la máscara que indica, celebrada en la noche del domingo 15 de febrero de 1637, y lo leyó por vía de introducción a la oración que hizo en el certamen literario que presidió el viernes siguiente.

Estaba ya afeitado y vestido con la ropa de los domingos, traje que sin ser de rigorosa elegancia, ni mucho menos, tampoco bajaba hasta el vulgar de los campesinos: ancho, fino y cómodo, como pertenecía á un señor bien acomodado de aldea; categoría en que figura mi tío con tanto derecho como el mejor caballero de la provincia.

Otras veces la veía Argensola por una ventana interior trabajando en la cocina, ayudada por su compañero, riendo los dos de sus torpezas é inexperiencias al improvisar la comida del domingo.

Las tardes del domingo solíamos ir a la Alameda de Apodaca, Dolorcitas y alguna amiga suya; ellas muy elegantes, yo de marinerito.

El sombrero duro de fieltro lo tenía un poco inclinado a un lado, como acostumbran llevarlo en sus paseos de domingo los dandys de barrio y los mozos campesinos.

Dejé apresuradamente la casa de la viuda de Marques, que desde que supo que era rico, me trataba de diferente manera sirviéndome ella misma, con su traje de seda de los domingos, arroz con leche, y otros platos por el estilo.

En todas las casas se observaba rigurosamente la fiesta del domingo, y como había cosecha reciente y no poco dinero, nadie pensaba en contravenir el precepto.

El reputado predicador oficial, reverendo Josué Mac Sangley, la había colocado de criada en un hotel, para que empezara a adiestrarse, presentándola luego a sus discípulos en la clase de los domingos.

Tras el deber, el placer; ahora la selecta multitud se dirigía al paseo, convidada de la música y de la alegría de un benigno domingo de marzo, en que el sol sembraba la regocijada atmósfera de átomos de oro y tibios efluvios primaverales.

La corrida del domingo aplazábase para un día de la semana en que hiciese buen tiempo.

Solían reunirse diariamente a la hora del oscurecer algunos jóvenes delante del estanquillo, aunque no en tanto número como los domingos.

Y como si fuese una gala nueva que veía por primera vez, metióse por la cabeza con gran cuidado, cual si fuese de sutiles blondas, la saya de percal de todos los domingos.

Pues bien; a este cantor le hacía frente Margalida cuando, en las tertulias de verano en el porchu de la alquería o en los bailes del domingo, ruborosa, empujada por las compañeras, se decidía a sentarse en el centro del corro, y con el tamboril en una rodilla, ocultos los ojos tras un pañuelo, contestaba con un largo romance, todo de su invención, a lo que había dicho antes el poeta.

Las columnas salomónicas, en vez de colgaduras, sostenían San Blases, escapularios, cruces de cartón, piedras de vidrio y palmas benditas de los domingos de ramos de muchos años atrás.

Salieron, y lo primero que vió Miquis fué el famoso héroe de aquel otro domingo, que gozoso y algo conmovido se acercó á saludarle, gorra en mano.

Damos aquí á nuestros hijos el medio de buscar la verdad, les armamos contra la ignorancia, les preparamos á combatir el buen combate; en cuanto á la enseñanza dogmática, está reservada á la iglesia y á las escuelas del domingo.

Había en el muelle esa tristeza de domingo de los puertos de mar.

Consideraban necesario quedarse para celebrar el triunfo, y las primeras horas nocturnas del domingo eran las de mayor ganancia para el boliche.

Queda de usted su afectísimo amigo, DOMINGO F. SARMIENTO.

a la novena pregunta dyxo que oyó decir lo contenido a ciertas personas en la ysabela, en el puerto de santo domingo.

Además; él era dueño de sus domingos.

Mientras esto decía el caudillo, Silvestre había tomado la guitarraestaban en la boticay cantaba acompañándose con grandes golpes de uña en las seis cuerdas: Y ásime... gustáun... tirano c'abra labocay... ¡no grite! El jueves llegaron dos delegados gubernistas de la capital para preparar las elecciones comunales del domingo.

La emplaza para el domingo de Pascua, en que vence D. Carnal y acaba la Cuaresma.

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