50 colocaciones para invitado

Había tan sólo un escaso número de invitados rodeando a Magdalena cerca de la chimenea del primer salón.

En el patio, al aire libre, delante de la taberna del Arco Iris, ya estaba reunido el grupo de los invitados, aunque todavía faltara una hora para el momento en que se daría comienzo a la comida.

¡Qué feliz encuentro, señor Martholl! Justamentedijo Alicia, cuya cara sonriente y rosada aparecía entre blondas,justamente esta misma mañana, yo le decía a mamá, que formaba su lista de invitados para nuestro : no olvide al señor Martholl, tengo un interés especial en que venga.

Sería preferiblemurmuraba una de ellasque en vez de regalarnos con versos, preparase un buffet mejor para sus invitados.

Algunos días después fueron a instalarse al castillo de la Venerie, donde la presencia de los invitados debía evitarles el disgusto de las largas conversaciones.

Hasta aquí el squire no había dado la bienvenida de un modo señalado más que a los jefes de familia a su llegada; pero siempre, a medida que avanzaba la tarde, su hospitalidad irradiaba con más amplitud, hasta que golpeaba las espaldas de los invitados más jóvenes y manifestaba la particular satisfacción que le proporcionaba su presencia.

Síganlo, 014:014 y donde él entre, díganle al dueño de la casa, `Él Maestro dice «¿ Donde está el cuarto de invitados, donde podré hacer la cena de Pascua con mis discípulos?

Mi tío se alarmó profundamente; todo el círculo de invitados procuró manifestar igual alarma.

En las buenas comidas no solo ha de ser perfecta la parte material culinaria, sino que es preciso que nada deje que desear el arreglo general, la colocación de los invitados y la observancia de la etiqueta para con ellos.

Precedíalas siempre «una comida íntima» según el dueño de casa, «un banquete» según los invitados no venenosos.

El doctor cedió de buen grado; entonces acercaron suavemente sus sillas al círculo luminoso de la lámpara, y ya no se oyó más que el silbido del viento de invierno que agitaba las peladas copas de los tilos y la voz monótona y velada del lector acompañada por el coro de invitados al velorio, que por momentos se elevaba hasta un sordo estruendo para extinguirse en seguida en un murmullo.

Es imposible que levanten las tapas de los cántaros sin ejecutar antes alguna otra ceremonia religiosa, a falta de misa, ni se sirvan las primeras copas sin ponerles una cruz y exclamar: que se comience en buena hora... El día de la misa se agregan los que elaboraron la chicha al cortejo de los invitados y en séquito concurren al templo.

Raimundo, en pie, allá en el extremo de una de las mesas, no quitaba ojo a su amada, que iba y venía de un sitio a otro previniendo los deseos de aquellos invitados a quienes más deseaba complacer.

Las tres cuartas partes de los invitados fueron exactos a la cita; a pesar de la discreción de los invitados, el público adivinaba cierta anormalidad.

Y antes de proseguir, quiero también dejar apuntado que se susurraba que tanto el doctor Héidegger como sus cuatro invitados se encontraban a veces algo fuera de sus cabales; cosa no del todo sorprendente tratándose de personas ancianas atormentadas por actuales sufrimientos o por angustiosas remembranzas.

Los dos hombres se observaban sin dirigirse la palabra y eran vanos los esfuerzos que hacía la señora Liénard para animar la conversación, pues ella deseaba sinceramente servir como de enlace entre sus dos invitados.

A ruego de varias muchachas, hizo algunos juegos de manos que produjeron entusiasmo en los invitados.

Seguido de una escolta de invitados y parientes pasa el pintarrajeado palanquín nupcial, con manojos de plumas en sus ángulos y una gran flor dorada en su vértice.

La originalidad evidentísima de aquella mujer contrastaba extraordinariamente con la falta de carácter de la mayoría de los invitados.

Los soberanos pasaron lentamente, sonriendo, por entre las apretadas filas de los invitados, deteniéndose cuando veían alguna persona de su conocimiento para dirigirle una palabra afectuosa.

Aludiendo al noviazgo fracasado de otra señorita, dijo Raúl, uno de los más frívolos de mis invitados: «Esa carrera no se corre».

Unas fugaces excusas del invitado, una leve porfía de Olalla para que les acompañase, y las mozas partieron con la promesa de que Antonio iría más tarde a visitar a la abuelita.

Los gritos de júbilo de los invitados y la rapidez de la marcha los embriagó por unos instantes: permanecían mudos sin saber qué decirse.

Bastante tengo con haber sido la irrisión de todos los invitados, á causa de mi supuesto marido, ese jorobado que no vale ni la recortadura de una uña de mi verdadero esposo de esta noche.

¡No ha sido muy mimada, la infeliz! La llegada de nuevos invitados me obligó a volver al salón.

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