471 colocaciones para sueña

Primero lo atribuyeron a cansancio; pero notaron luego que después de las doce horas de sueño reparador, estaba más triste aún.

En la noche de su sueño, ¡paz al patriota que escribió tus páginas! dile que sus hermanos no le olvidan, que en cada pecho se le erige un ara.

Aquí tiene las instrucciones; las escribí anoche, aprovechando mi falta de sueño.

Y al fin, dormíanse con el propósito de deshacer al día siguiente todo el mal causado, de ir por la mañana á ofrecerse á la familia, á llorar sobre el pobre niño; y entre las nieblas del sueño creían ver á Pascualet, blanco y luminoso como un ángel, mirando con ojos de reproche á los que tan duros habían sido con él y su familia.

¿Era una aberración, un delirio, una imagen del sueño, un juguete fantástico, obra de los ángeles traviesos para burlarse de los que con sus mundanas tristezas van a profanar la casa de Dios?

Inventando juegos nuevos, haciendo gestos verdaderamente estrambóticos, gracias a sus nada clásicas facciones, o contando cuentos jamás imaginados, nos hacía gratísimas las horas del atardecer y, llegada la hora, sabía conducirnos suavemente al mundo de los sueños.

Ser incapaz de ver de la Naturaleza más que una faz; de las ideas e intereses humanos más que uno solo, equivale a vivir envuelto en una sombra de sueño horadada por un solo rayo de luz.

Absorbía el aroma de su aliento; sueño constante de mis sueños era; su hermosa imágen en mi sér vivia, y al sentir su contacto, de temor y placer me estremecia.

Mucho más se penetra aún en las regiones de los sueños, cuando, después de haber atravesado el punto culminante se baja por la pendiente opuesta, arrebatado de vuelta en vuelta con espantosa rapidez.

Me parece que en estos momentos, cuando se halla tan cercana la realización del constante sueño de mi vida, es como una profanación distraer la mente hacia otros objetos.

Por la razón apuntada más atrás, no reproduzco algunos párrafos de los dedicados a la fiesta por El Ariete al día siguiente, en los cuales se decían de Julieta cosas peregrinas a propósito de sus ojos negros, sedosas pestañas, morena tez y túrgido seno; pintándola como la realidad del sueño más oriental, y poniéndola por encima de todas las sultanas habidas y por haber.

Tienen la vaguedad de un sueño aquellas figuras entrevistas a la luz del relámpago: Patriarcas haraposos, mujeres escuálidas, mozos lisiados hablan en las tinieblas, y sus voces, contrahechas por el viento, son de una oscuridad embrujada y grotesca, saliendo de aquel roquedo que finge ruinas de quimera, donde hubiese por carcelero un alado dragón.

Recogida en su silla de enea, me fijaba los ojos llenos de sueños tristes.

Para que esto no cause dificultad, no hay mas que considerar la viveza con que la imaginativa representa una cosa en los sueños.

Una noche se encaró con Pombo y le preguntó quién era esa poetisa desconocida, esa famosa Edda la Bogotana, cuyos versos, impregnados de una pasión profunda y absorbente, le recordaban los inimitables acentos de Saffo, llamando con el ímpetu del alma y el estremecimiento de la carne al hombre de sus sueños y de sus deseos.

Vivía el joven entomólogo, desde hacía tiempo, en un delicioso aturdimiento, una especie de sueño de oro, como algunas veces suelen tenerlos las personas de condición más humilde.

Morsamor aplicaba a veces al imperio portugués la visión de este sueño y algo de la interpretación que el profeta Daniel le había dado.

No obstante, había concluído por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.

Calcúlese mi sorpresa y alegría cuando al pasar por delante de la casa vi la ventana abierta y percibí, como todas las noches, blanquear la figura indecisa de mi adorado sueño.

Y mientras se deslizaba esta hora romántica, cesaban en la calle los gritos, las canciones, las riñas; en los balcones se apagaban las luces, y los tenderos y las porteras retiraban sus sillas del arroyo para entregarse en brazos del sueño.

A solas se toca los pechos que empiezan á henchírsele; va á brotar del sueño la vida, la vida del sueño.

Al fin el silencio del sueño se fué extendiendo sobre la playa, y Gillespie, convencido de que no intentarían aquella noche nada contra él, acabó por entregarse al descanso.

Le pareció que había dormido un sueño de siglos y que en la profundidad de este sueño había experimentado un júbilo sin límites, intraducible por acentos de la tierra.

Marchando de sorpresa en sorpresa, el enamorado joven no se atrevía ya á dar crédito ni al testimonio de sus sentidos, y creíase bajo la influencia de un sueño fascinador y engañoso.

Ni vió el fantasma entre sueños Del que mató en desafío, Ni turbó jamás su brío Recelosa previsión.

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