152 oraciones de ejemplo con acalla

Verdad que acallaban sus escrúpulos diciéndose que Amparo muy pronto sería la duquesa de Requena, en cuanto terminase el luto de la anterior esposa.

El deseo de llegar cuanto antes a este final apetecido era lo que le hacía audaz y acallaba sus temores de una probable ruina.

, 4: Cuando era niña, yo la brizaba y con el trebejo la acallaba.

este pensamiento, que acallaba sus escrúpulos y satisfacía su vanidad, imaginándose ver ya en todos los periódicos de Europa pomposos elogios tributados a la piadosa munificencia de la excelentísima señora condesa de Albornoz

Sólo en los raros momentos de amor acallaban su hambre y su crueldad estos ásperos guerreros, despobladores del mar.

¿que si le dominan a uno rencores los acalla?

Sin embargo, la autoridad de don Lope alcanzó el que Muley asistiese como prisión en la propia casa del alcalde, mientras él acallaba los unos y podía prestar favor a los otros.

Acallaba su conciencia diciéndose que era para su bien.

En medio de este grotesco silencio, en medio de esta trágica atención de beodos, aquí y allí se sofoca un juramento, se contiene una réplica inconsulta, se acalla un intempestivo monólogo.

Torrente prodigioso, calma, acalla, Tu trueno aterrador: disipa un tanto Las tinieblas que en torno te circundan, Déjame contemplar tu faz serena Y de entusiasmo ardiente mi alma llena.

Pero la temerosa voz agorera no acallaba sus crueles profecías, y en las azules contemplaciones de la muchacha quedó flotando, trágica

Señor, yo, cuando pequeño, fuí paje de su padre que en gloria sea, y su madre quiéreme mucho, y por este amor y conocimiento, entro allá y salgo y hablo con Roselia, trayéndole á la memoria que, cuando era niña, yo la brizaba, y con el trebejo la acallaba, y con otras cosas de niñez con que los niños en aquella edad se suelen regocijar.

La aya habla, Ana la acalla; habla más; la da ahajas para ablandarla.

El ruido hueco y retumbante de la artillería acallaba á intervalos los lamentos.

Si mi voz es hoy harto severa, acalla tus pasiones, oye en silencio la voz de tu conciencia, y lo será más aún.

Cierto que yo no le he faltado más que con la intención; pero aun esta idea no acallaba mi conciencia, y procuré tranquilizarla con sofisterías.

» Á medida que D. Francisco se iba haciendo hueco en la sociedad, las murmuraciones perdían su acritud ó se acallaban mansamente, porque el tacaño ganaba poco á poco partidarios y aun admiradores.

Una chiquela de cuatro años, silenciosa, con los ojos dilatados por el miedo, sentada a los pies de la cama, miraba sin comprender la terrible escena de su padre asesinando y semejante a una madre pequeña, acallaba al hermanito que estaba sobre sus rodillas, gimiendo de rato en rato, como si hasta él llegara la ola del dolor.

Representábase entónces á los hombres como realmente son, unos insectos que unos á otros se devoran sobre un mezquino átomo de cieno; imágen verdadera que acallaba al parecer sus cuitas, retratándole la nada de su ser y de Babilonia misma.

La fuerza del enojo armas inventa: Mas si á un prócer piadoso alzarse mira, Se contiene, se acalla, escucha atenta; Sola esa voz los ánimos ablanda, Lleva la paz, y la obediencia manda.

Críase niño y tan rapaz, que, cuando llora, con cualquier niñería le acalla y con cualquier juguete le contenta.

El 4 de febrero de 1529 María de Marcayda y Juan Suárez, madre y hermano de Catalina Suárez, presentaron un escrito de querella y acusación contra D. Hernando Cortés, porque estando con su mujer, la citada Catalina, en una cámara donde dormían «le echó unas acallas á la garganta é le apretó hasta que la ahogó é murió naturalmente, é después de muerta, la abaxó é llamó á sus criados...»[60].

La sedosa suavidad del puro habano le quería y le acallaba.

Esta convicción, fundiéndose con las sensaciones depresivas experimentadas durante la noche, le desolaba el pecho, provocándole deseos de llorar, que acallaba con una alegría sobrepuesta, ficticia y extremosa.

Torrente prodigioso, calma, acalla Tu trueno aterrador: disipa un tanto Las tinieblas que en torno te circundan, Y déjame mirar tu faz serena, Y de entusiasmo ardiente mi alma llena.

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