76 oraciones de ejemplo con anguloso

anguloso, -a, angular.

Era doña Rebeca menuda y nerviosa, de voz estridente y semblante anguloso; fuese hacia Carmencita a pasitos cortos y saltarines, la tomó por ambas manos, y de tal manera la miró, y con tales demasías le apretó en las muñecas finas y redondas, que la pobrecilla rompió en amargo llanto, toda llena de miedo.

Y no pude menos que echarme a reír al verla: esculpida con la mayor rudeza, representaba a un individuo de anguloso y desproporcionado aspecto, sentado al borde de la azotea, con las piernas cruzadas, más abajo de las rodillas, y con las manos en actitud de batir palmas.

Pero, ¡qué viejo, qué encanecido, qué anguloso y encorvado le hallé! Como mi presencia no podía chocar allí en aquellos días en que la caridad no cesaba de llamar á las puertas de los náufragos, logré que el viejo pescador me recibiera mucho mejor de lo que yo esperaba de su rudeza habitual.

Atravesando una puertecilla que junto al mostrador había, pasaron a un cuartucho estrecho y oscuro, formado en el anguloso hueco de la escalera que a las terulias conducía.

Como la luz del sol no hallaba obstáculos para filtrarse al través de la deshojada parra, el rostro del mancebo, bañado de claridad, parecía duro y anguloso; su bigote, blondo a la sombra, tenía ahora un dorado metálico; sus ojos zarcos miraban con glacial limpidez.

Más abajo de la línea de flotación tenía abierta una brecha de anguloso contorno.

Luego se partía con un agujero profundo, de contorno anguloso, igual al de una estrella.

Veía su rostro anguloso y descolorido dibujarse como una mascarilla de sufrimiento sobre la extensión del cielo mal alumbrado por inciertos reflejos.

Era un muchacho de rostro largo y amarillo, seco de carnes y anguloso, mirada fija y opaca, cabeza erguida y ademanes reposados, de hombre ya maduro.

Don Robustiano era un notario que vivía en la casa contigua a la nuestra; un hombre alto, anguloso, blanco ya como un carnero.

Don Robustiano, ordinariamente feo, pálido y anguloso, estaba ahora, a punto de dejar la vida, tan horrible, que recuerdo su figura como una pesadilla que no puede borrarse de la imaginación.

El francés era un joven anguloso, torcido, raro, con los ojos bizcos, los pómulos salientes y una perilla de chivo.

; pero el doctor tuvo tiempo para apreciar aquel rostro anguloso y picudo que recordaba el hambriento perfil de las aves de rapiña.

¡Qué hombre tan seco, tan verde de cara, tan anguloso, tan militar en su porte! ¿Quién es este?

Dominar es su ley; el deber frío y anguloso, su Dios: por vencerlo todo, creo que ha sofocado el natural amor á mismo; ¡no se ama!...

Cuando miraba de frente, sonriendo, se notaba la fisonomía de la campesina bajo el anguloso diseño de la virgen.

Pepe Calvo, padre de Rafael, hacia un tio Macaco tan indescriptible y característico, un gitano tan picaresco y atruhanado, tan anguloso, descaderado y zancudo, que no le produjeron más espirrabao ni Triana en Sevilla, ni el Perchel en Málaga.

El tercer personaje era un pobre hombre, de edad incalculable á la simple vista, anguloso y acartonado, encogido y bisunto.

Sus treinta y cinco años, los trabajos, la miseria y la epiléptica violencia de sus instintos, habían destruído en ella las blandas curvas de la femineidad; y coronando aquel corpachón anguloso de hombre, una cabeza pequeña, de perfil corvo, de mejillas pecosas, de cabellos rútilos y lisos, recogidos atrás.

Podría tener de veintiséis á treinta años de edad; era alto, anguloso, como tallado á hachazos; y el contraste de su figura consistía en aquel corpachón de boxeador y púgil terminado por una cara imberbe, rasa, de ojos incoloros y fríos, de boca femenil.

La americana, alta, estrictamente ceñida, con grandes bucles, peinado colosal, ojos de cielo y cútis cristalino, un tanto de anguloso en las formas, algo de varonil en la conformacion de las manos; y la criolla de color apiñonado, de ojos negros como abismos de pasion y de ternura, labios manando besos y sonrisas, cabello encrespado sobre la tersa frente, y un conjunto muy semejante al tipo mexicano en su adorable perfeccion.

M. Charlier es de cuarenta y cinco á cincuenta años, rubio, entrecano, delgado, anguloso, de continente afable, y de finísimos modales.

Pero, al revés de las pinturas primitivas, no había en sus líneas nada de anguloso ni de rígido.

Existe, es verdad, un tipo de hombre obeso, epicúreo, forzudo y sano; pero junto a él vive ese otro ejemplar de hombre anguloso, que forma una casta aparte y se distingue por su nerviosidad extremada.

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