¡Al fin! Ya la tenía ante mí, sana, bien sana.

El corazón me latió locamente, pero como en un relámpago, la vi ante mí, como aquella noche, alejándose riendo y negando con la mano: "no, ya estoy satisfecha"... ¡Ah, no, yo también! ¡Con aquello tenía bastante! Me voyle dije bien claroporque estoy hasta aquí, de dolor, ridiculez y vergüenza de mí mismo! ¿Está contenta ahora?

Lea había pasado un año entero ante mí, hacía dos solamente, en aquel cuarto de la calle Marbeuf donde una mañana se la encontró muerta.

En aquel almacén de dramas empaquetados se desenvolvió ante mí, y hube de palparlo, el drama de Arias Limón y sus hermanas, que luego di a la estampa, para entretenimiento de distraídos y ociosos.

Pues todos callan ante mí, yo callo ante todos.

Desde los caballeros de la mesa redonda se remontó hasta los tiempos de César y vi desfilar ante mí, en procesión prolija, toda la jerarquía de los druidas, de los bardos y de los vates; después de lo cual caímos fatalmente de menhir en dolmen y de galgul en cromlech.

El señor Laubepin se levantó; sus espesas pestañas cayeron sobre sus ojos, y recorrió la habitación á grandes pasos durante algunos minutos; luego, deteniéndose ante mí, y tomándome la mano con fuerza: Jovenme dijoes cierto, le amo como á un hijo; pero aun cuando debiera despedazar su corazón y el mío con el suyo, jamás transigiré con mis principios.

Por esta, ¿la ves bien?, por esta con quien me casaré el lunes, Dios mediante, me libro del peligro de tenerte ante mí, y me hago un señor héroe, y atropellando por todo, te doy la batalla y te venzo y por fin me salvo, aunque no quieras...

Comparece Vd. ante mí, el Alcalde Mayor, en queja contra la Valdés a quien acusa Vd. del cuasi delito de seducción y distracción inferido a su primogénito de Vd., que se halla aun bajo la patria potestad.

Al verme se detenía absorta, y quedábase plantada ante mí, con aire vivaracho, los cuernos en alto, contemplándome con ojos juveniles...

Afortunadamente, aparecióseme de pronto una hada vieja, hilando en cuclillas arrimada al quicio de su puerta, le expuse mi deseo, y como aquella hada era muy poderosa, no necesitó más que levantar la rueca, y alzose al punto ante mí, como por arte de magia, el convento de las huérfanas.

¡Oh, si yo no fuese el conde mendigo, de quien se burlan en la corte; si mis muros almenados no estuviesen punto menos que en ruinas; si mi castillo fuese una fortaleza sólida y amenazadora, como en tiempos de mis abuelos, entonces el duque no se retrasaría! ¡Sería cortés y respetuoso como el último de mis vasallos, hubiera llegado muy de mañana y, arrodillado ante mí, me hubiera lamido, como un perro sumiso, la mano!

Y Yégof, a caballo, con sus barbas fluviales, su corona de puntas, un hacha en la mano, brillantes los ojos como los de un lobo, se apareció ante mí, entre las sombras de la noche.

Oyendo esto, el Príncipe se irguió ante mí, con infantil alarde: Marqués, pregúntame por donde quieras la Historia de España.

El arca estaba central ante mí, mas cubierta de antiguas chapas y bien labrada orfebrería.

Quedéme parado ante él y él ante mí, sin hablarnos, ambos algo cohibidos.

Cuando Manuel se presentó ante mí, parece que tenía gran impaciencia por decirme: ¿Ha hablado usted con mamá? Sí, tu mamá está furiosa.

Luego se paró ante mí, y mirándome con aquellos ojazos que parecían muertos, díjome entre carraspeos: Tengo un principio de enfermedad grave.

» Y bajando la voz, inclinado ante mí, añadió lo siguiente: «Mi mujer tiene razón.

Luego se paró ante mí, y mirándome con aquellos ojazos que parecían muertos, díjome entre carraspeos: Tengo un principio de enfermedad grave.

Y para que no me quedase la menor duda de que el asesino era el indicado, le hice comparecer ante mí, é interrogándole con esa autoridad paternal y despótica del jefe, me hice la ilusión de arrancarle sin dificultad el terrible secreto.

¿Por qué tiemblas ante mí, paloma mia? la preguntó dulcemente el juglar.

¿Por qué te humillas ante mí, hada maldita, espíritu rebelde, que dominada por Satanás no reconoces al Señor? El señor eres tú, dijo humildemente Betsabé; yo me prosternaré ante Allah y le invocaré y seré salva si tú me amases, si tú quisieses mi pureza y mi hermosura; porque yo te amo, príncipe, como el sol al dia, como la luna á la noche, como el viento al mar.

La espuma del furor descendió aplanándose; las airadas pupilas cesaron de lanzar rayos; la invectiva murió en los labios rojos: los brazos, lánguidos y sin brío, se desmayaron a lo largo del cuerpo... y la domada y subyugada pecadora... ¡vergüenza me da escribirlo! vino a hincarse medio de rodillas ante mí, abrazándome por la cintura, con una especie de humildad desesperada.

Cuando recobré la conciencia, ante mí, en un rincón del aposento, había una forma.