41 oraciones de ejemplo con bardas

El corral delataba, á través de sus bardas de barro y estacas, la vida contenida en él.

El caballero se alzó sobre los estribos, y alargando cuanto pudo la cabeza, miró por encima de las bardas.

Así que, señor, el no poder saltar las bardas del corral, ni apearse del caballo, en ál estuvo que en encantamentos.

Bien puede eso ser así, y yo la tengo por buena usanza; pero eso debió de ser en los tiempos pasados, que ahora sólo se debe de acostumbrar a dar un pedazo de pan y queso, que esto fue lo que me dio mi señora Dulcinea, por las bardas de un corral, cuando della me despedí; y aun, por más señas, era el queso ovejuno.

Pero, habiendo visto uno dellos el coche donde había venido el oidor, dijo: Aquí debe de estar sin duda, porque éste es el coche que él dicen que sigue; quédese uno de nosotros a la puerta y entren los demás a buscarle; y aun sería bien que uno de nosotros rodease toda la venta, porque no se fuese por las bardas de los corrales.

Así había de ser dijo Sancho, pero cuando a me manteaban como a miembro, se estaba mi cabeza detrás de las bardas, mirándome volar por los aires, sin sentir dolor alguno; y, pues los miembros están obligados a dolerse del mal de la cabeza, había de estar obligada ella a dolerse dellos.

Aún hay sol en las bardas dijo don Quijote, y, mientras más fuere entrando en edad Sancho, con la esperiencia que dan los años, estará más idóneo y más hábil para ser gobernador que no está agora.

Yo así lo creo respondió Sancho; pero tengo por dificultoso que vuestra merced pueda hablarla ni verse con ella, en parte, a lo menos, que pueda recebir su bendición, si ya no se la echa desde las bardas del corral, por donde yo la vi la vez primera, cuando le llevé la carta donde iban las nuevas de las sandeces y locuras que vuestra merced quedaba haciendo en el corazón de Sierra Morena.

¿Bardas de corral se te antojaron aquéllas, Sancho dijo don Quijote, adonde o por donde viste aquella jamás bastantemente alabada gentileza y hermosura?

Todo pudo ser respondió Sancho, pero a bardas me parecieron, si no es que soy falto de memoria.

Con todo eso, vamos allá, Sancho replicó don Quijote, que como yo la vea, eso se me da que sea por bardas que por ventanas, o por resquicios, o verjas de jardines; que cualquier rayo que del sol de su belleza llegue a mis ojos alumbrará mi entendimiento y fortalecerá mi corazón, de modo que quede único y sin igual en la discreción y en la valentía.

Desapareció Pep tras las bardas de Can Mallorquí.

Sólo sabía llorar, y se opuso a que el muchacho cumpliera su propósito de escaparse por las bardas del corral.

Eran los perros más fuertes y ágiles, y se zampaban los mendrugos que la civilización arrojaba al paso, por encima de nuestras bardas, mientras el pobre mastín español soñaba en medio de su corral, flaco, enfermo y cubierto de parásitos.

unos empinándose sobre la punta de los pies, otros subiéndose a una piedra, miraron por encima de las bardas de adobes, y vieron al terrible chico tratando de esconderse en un ángulo.

Al ruido de sus pasos, fieros mastines asomaban la enorme cabeza por las bardas con sordos ladridos.

Los monfíes siguieron en silencio á Reduan, descendieron á una rambla y á través de algunas quebraduras llegaron á las bardas de un huerto, y uno tras otro las saltaron con la agilidad y el silencio del gato montés.

En cuanto á los sitiados, no recibían mucho daño físico, por estar á cubierto en las troneras y bardas.

Cerradas las puertas y altísimas las bardas del cercado, resultaba imposible encaramarse antes de que los coléricos hortelanos nos alcanzaran con sus amenazadoras estacas.

VI Aún hay sol en las bardas.

Camino de Villaclara se decía: aún hay sol en las bardas.

Los indios arrojaron dentro de la ciudad bolas de fuego y flechas ardiendo, con las cuales lograron pegar fuego a las bardas de los techos.

Oyendo esto, hicímonos del ojo y, en viendo la nuestra, tratamos de colgar el mal hábito de fingidos y saltar las bardas de la vil hipocresía.

Es que yo no puedo querer á quien se recata para quererme; que han de decírmelo á la luz del mediodía, y no por las bardas y á media noche...

Lo peor era que algunos habían conseguido vestir sus bardas de combate en cuya malla de acero se embotaban los dardos.

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