22 oraciones de ejemplo con batiente

Sentadas en el alto batiente de la primera,

que reír a mandíbula batiente.

Con mensurado tono y severidad paterna contestó entonces el sabio Mentor al joven Telémaco, enterándole del regalo hecho por mademoiselle de Sirop a la kermesse, del justo enojo de Currita al recibir aquel ultraje, que revelaba la traición del amigo íntimo a quien tantos beneficios había prodigado, y de la ferocidad con que las lenguas murmuradoras se habían echado sobre la aventura, comentándola y riéndola a mandíbula batiente.

De donde resultó que, no tratando con más bellezas que las que podía hacer marchar a tambor batiente, adquirió tal acritud de temple, que se le quedó el nombre del general Agraz.

Guy tomó las copas riéndose a mandíbula batiente... ¿Y a esto llamas vasos para beber vino de Borgoña, maese Manuel? ... señor... si el señor no se enfada... ¿Y crees que un francés honesto puede beber sangre de Cristo en estos dedales de muñeca?

Mientras aquella servía la carne de puerco, la manteca y los huevos que le pidieron, ésta que se había quedado algo atrás, cosida al batiente cerrado, registró a su sabor una buena porción de la sala.

Hemos estado riendo a mandíbula batiente hasta las doce y media de la noche.

Cuando alguna vez le había hablado de las prácticas religiosas, Álvaro había respondido con alguna invectiva grosera contra los clérigos de Peñascosa; a unos los consideraba idiotas, a otros malvados; de todos se reía a mandíbula batiente.

La tumefaccion del pabellon de la oreja con calor quemante, zumbido y ruido batiente, con otorrea fétida, exigen tambien el causticum.

«Adios, Patria, decian «Llenos de ardiente, «Pronto el tambor batiente «Nos llamará á la lid; «Que si tus caras playas «Hemos abandonado, «Es porque hemos jurado «Libertad ó morir.

Sin embargo, aún careciendo de todo esto, la honrada y buena cara del pueblo sonreía, quizás con cierta dureza, pero también á quijada batiente.

En efecto, un batiente de la puerta del balcon estaba despejado.

El batiente de una puerta se cerró con estrépito, y una voz que gritaba imperativa: ¡Que no entre nadie! ¡Aquí no debe entrar nadie!...

De los lienzos llenos de churretes y sin acabar de cubrir que hoy se permiten ustedesdeclara Limsoe,se reirían estos artistas á mandíbula batiente.

La aludida, acelerado el pulso, batiente el corazón, murmura como un eco de contestaciones idénticas: Venía «con nosotras» en el tren... ; es verdad—corrobora Ascensión, lo ha contado en la mesa, y como yo he servido la comida lo estuve oyendo todo.

Mina estrechó la mano del mayor, y espada en mano, salió de la plaza de Soto la Marina, tambor batiente y bandera desplegada.

Así llega al portal; y, sin pisarle más que una vez, quiere avanzar hasta la acera; y para conseguirlo, ha sacado ya la pierna fuera del batiente; pero otro hombre va á meter la suya al mismo tiempo y por el mismo lado de la puerta, de modo que el que entra y el que sale chocan como dos carneros; y con tal ímpetu, que el uno retrocede hasta la escalera, y el otro hasta el medio de la calle.

A clarín sonante y a tambor batiente fueron anoche los franceses de Buenos Aires, a saludar a su ministro, a sus diarios, a su club.

Ahora nos preguntamos: si es cierto que los cantares filipinos por lo regular eran sus antiguallas y fábulas, como dice un historiador antiguo, ¿no podremos deducir del citado dal-lot (canto) que el cielo de los filipinos ó al menos de los ilocanos, era un jardin, donde se riera á mandíbula batiente?

¿Usted? Yocontinuó Svidrigailoff, que se reía a mandíbula batiente.

En el instante de cerrar la puerta, Juanito Paisa le llamó, metiendo los labios por la ranura, llena de luz, que aún quedaba entre el batiente y el marco.

Á ella perteneció la puerta cuya reproducción habrá visto ya el lector: pesado batiente de cedro que adornan profusos ataires.

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