28 oraciones de ejemplo con a la buena de dios

En estas condiciones solíamos navegar a la buena de Dios; la tripulación, borracha, no hacía caso de los silbidos del contramaestre, y marchábamos expuestos a chocar con otro barco o con algún bajo cualquiera.

Se salía de estos peligros a la buena de Dios.

Como mi talento me deje dormir, a la buena de Dios.

¿Me quieres hipocritilla y mentirosa, o me quieres llana y a la buena de Dios?

Respóndeme, hija mía, pero acordándote de que te has alabado hace un momento de ser llana y a la buena de Dios.

Pero si en el fondo no era nueva la escena para , éranlo, hasta embelesarme, aquellos pintorescos matices de lengua; aquella dialéctica a la buena de Dios, sin andamiajes retóricos ni artificios convencionales; aquellas malicias sanotas que brotaban del regocijado palabreo, espontáneas, frescas, airosas y transcendiendo a «la tierra» como las rosas del huerto entre la virginal y espléndida hojarasca del cercado que las protege.

Que ocurre entretanto algo de lo que usted desea: me entero de la calidad del apuro; resulta honrado, puedo sacar de él a la persona; y a la buena de Dios y como entre caballeros, «toma lo que apeteces, y venga el resguardo», con las cláusulas que se establezcan y por un interés que no pasará del seis aunque me ahorquen.

Los demásun sastre aficionado a los toros, un pelotari bilbaíno, de cabeza amelonada, pelo rizado, apenas cubierto por la boina de inverosímil pequeñez, rostro enjuto y anguloso y lacios bigotes, y dos chulos sietemesinos, esmirriados y descoloridoshabíanse instalado a la buena de Dios.

Todos estos temas, tratados en forma somera e inhábil, a la buena de Dios, en parloteo superficial, de mujer exenta de ilustración y de luces literarias, son temas universales, empequeñecidos, claro está, por mi poquedad reflexiva y lo alicorto de mi espíritu de percepción.

Porque era natural que quien como él había andado siempre a la buena de Dios rodando por el mundo, encontrara la calma y el silencio de la aldea deliciosos; pero ella, que no había salido nunca de aquel rincón, ¿no sentiría deseos de asistir a teatros, a fiestas, a diversiones, de vivir otra vida más espléndida, más intensa?

En estas condiciones solíamos navegar a la buena de Dios; la tripulación, borracha, no hacía caso de los silbidos del contramaestre, y marchábamos expuestos a chocar con otro barco o con algún bajo cualquiera.

Se salía de estos peligros a la buena de Dios.

Verdad es que no las tengo todas conmigo; pero todos los caballeros de la tabla redonda, incluso el rey Artus, que se volvió cuervo, ni los doce de Francia no me convencerán de que don Enrique de Villena es tonto, y si él sabe mas que yo, quiero yo perderme cuando él se pierda... A la buena de Dios, señor Ferrus; ¿mas no oís pasos?

A la buena de Dios,

Entonces a la buena de Dios.

En fin, murmuró el presidente, a la buena de Dios.

Le agradezco a V. la condescendencia, dijo Irzabal; y ahora a la buena de Dios; me portaré tan bien como sepa.

A la buena de Dios, gocemos de lo presente, que es el único bien que le queda a quien no le pertenece ya lo porvenir.

A la buena de Dios,

Pocas cosas se hacen en España a conciencia, lo cual implica previsión y gasto; todo se hace a la buena de Dios.

De la carreta, al automóvil; de la vaca cueruda y flaca, a los más nobles ejemplares de alta mestización; del trigo salvaje, cultivado a la buena de Dios, al trigo campeón consagrado en el más significativo de nuestros certámenes con el nombre bautismal [Illustration] de trigo argentino; del lanar pampa, al Lincoln, a la cruza fina, desiderátum en textil, en carne y en sabor.

Si el capital inglés, corajudo y engreído, había puesto límite a la ventura, criando ovejas a la buena de Dios que es grande, en aquella extendida comarca, ¿qué resultado aguardaría a Don Antonio que se arremangaba a la nueva conquista de conjurar la tierra con el arado?

Para evitar este terrible flagelo, es indispensable plantar sobre pie americano, rompiendo con la incuria de muchos colonos y el sistema inveterado de cultivar las vides a la buena de Dios.

Por lo común, no hemos encontrado más que el interés industrialcomercial, mejor dichocuando no el interés simplemente deportivo, hogareño y a la buena de Dios.

Como quien va describiendo eses por el laberinto de callejuelas de una ciudad tortuosa, tan pronto tropezaban en Candía, como en Cerigo (la antigua Cytheres); metiéronse a la buena de Dios por entre las Cícladas, tocando en Milo y Paros, luego recorrieron las Espóradas, visitando Samos, Cos y otras hasta parar en Rodas, después de dos meses largos de endemoniada navegación.

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