33 colocaciones para teces

Sentado en su Museo, recordaba al Padre Eterno, á pesar de las arrugas de su rostro y el mal color de su tez, impregnada del polvo de los libros y de las piezas arqueológicas.

Iba de riguroso luto, lo cual realzaba notablemente la blancura de su tez.

Entre tanto doña Ana, después de haber rogado apresuradamente al señor Ocampo que se ocultara, salió al encuentro de los desconocidos, atravesó el pasillo y, á su salida al patio de la hostería, tropezó con un hombre de elevada estatura, complexión delgada, de tez blanca, cabello un poco rubio, tirando á cano, barba poblada, nariz recta y ojos claros, vistiendo de charro.

Era muy morena, con una tez olivácea, los ojos negros, hermosos.

No obstante, había quien la prefería a Presentación por la dulzura de sus grandes ojos, suaves, hermosos, por la frescura nacarada de su tez, por lo macizo y bien torneado de su talle.

Donna Olimpia fue la que más agradó y sorprendió por su porte majestuoso, y más aún por la nítida blancura de su tez y por el áureo fulgor de sus cabellos rubios, prendas muy raras en aquella tierra.

Las mujeres macizas y rechonchas, con la tez de ladrillo y la aguileña nariz tulteca, llevan sobre el huipil escotado y sin mangas el corto fustán con franja de colores, informe remedo de la romana clámide; retuercen el grueso pelo lacio en dos enormes «porongos» laterales que el viento mueve como boyas, al propio tiempo que pega la camisa flotante sobre su hidrópica desnudez.

Por coquetería debiera vestirse de negro, pues era incalculable lo que realzaba este color el brillo nacarado de su tez, los reflejos dorados de sus cabellos.

El buen Pep, ceñudo, con una palidez verdosa en su tez obscura, manejaba al herido al mismo tiempo que daba órdenes.

La mocedad, la sangre rica, el aire libre, las amorosas caricias del sol, habíanse dado la mano para crear la coloración magnífica de aquella tez plebeya.

Había devota que oyendo las palabras del padre Claudio quedaba extasiada en la contemplación de su tez fresca y transparente y de sus cabellos de un rubio apagado, pero brillante comparándolo mentalmente con el ángel Miguel y demás elegantes de la corte celestial.

He advertido todo, todo, todo; la basta calidad de un encaje, el corte desairado de un zapato, el principio de fatiga de un corsé, la imperceptible empañadura de una tez imperfectamente purificada, el vaho de un estómago nutrido de groserías...

Pero no importaba: en la calle, al entrar en la iglesia, y aun dentro, la hermosura de Juan de Dios, de tez sonrosada, cabellera rubia, ojos claros, llenos de precocidad amorosa, húmedos, ideales, encantaba a cuantos le veían.

que estas judías con su tez apiñonada, sus ojos negros, su nariz aguileña, fueron las que realmente crucificaron á Nuestro Señor, que los usureros de los judíos estaban demasiado ocupados en sus negocios, para andarse de Herodes á Pilatos.

43 Entonces el sacerdote lo mirará, y si pareciere la hinchazón de la llaga blanca bermeja en su calva o en su antecalva, como el parecer de la lepra de la tez de la carne, 44 leproso es, es inmundo; el sacerdote lo dará luego por inmundo; en su cabeza [tiene] su llaga.

se aproximó Vasco de Gama a las costas, entró el 6 de dicho mes y año en el río que llamaron de los Reyes, por la fiesta de los Santos Reyes, buscó la alta mar temiendo la violenta corriente del Mozambique, pasó por delante de Sofala, llegó a la embocadura del Zambesi (río dos bons Sinaes), donde encontró por primera vez mestizos de tez clara que hablaban el árabe.

" "Su hija Carolina era una niña rubia, con tez de azucena y ojos cariñosos que iluminaban un semblante lleno de tranquila sencillez; las líneas armónicas y esculturales de su rostro, prometían que llegada la juventud sería una belleza de primer orden.

Y corriendo entre ellos por sus caminitos bien trazados hermosos niños de tez morena que permanecían un instante inmóviles mirándonos con sus ojos negros y profundos.

Después de haber estrechado con afectada cordialidad la mano de cuantos estaban en el salón, enjugó su seria y perpleja cara con un pañuelo rojo de seda menos oscuro que su tez, apoyó su robusta mano sobre la mesa, y se dirigió al jurado con suma gravedad, diciendo: Pasaba por aquí, y se me ocurrió entrar a ver cómo seguía el asunto de ese Tennessee, mi socio y compañero.

entró el Comadreja, que era un mocetón achulado, de buen porte, con tez y facciones algo gitanescas, sombrero ancho, bien ceñido el talle, y lo primero que dijo fue que pronto sería conducido el interfezto al Hospital.

Algunos, a la hora en que sus madres, vistiendo zagalejos de roja bayeta, daban de comer a las gallinas en sus corrales de Extremadura y Andalucía, se casaban, lo mismo que los caballeros andantes, con grandes princesas de tez pálida y ojos oblicuos, criaturas de enigma y ensueño que llevaban sobre la frente la borla multicolor de la autoridad y en el pecho áureas placas con sagrados jeroglíficos.

Sus densos, brillantes y sedosos cabellos estaban peinados en largos rizos, en una manera de teatro, contra la moda de aquellos tiempos; estos rizos, de un tono obscuro, ceñidos en la frente por una corona de rosas de brillantes, formaban un marco hechicero al rostro de Dorotea, contrastando con su blancura, que la palidez había llevado hasta el último punto del blanco en la tez de la mujer.

Observa la expresión de este rostro, la dulzura de esas miradas, la gracia de esa sonrisa, el frescor de esa boca, la suavidad de esa tez, la elegancia de ese cuerpo, y confiesa que si es hermoso el cielo, y la flor, y las montañas, y la luz, todas las creaciones de Dios se obscurecen al lado de la mujer, la más perfecta y acabada hechura de las inmortales manos.

llegando más gente, entre ellos un jesuíta joven, con acento italiano, de ojos azules, de tez sonrosada y sonrisa falsa.

De un color de rosa de coral se le teñían las mejillas, y el ónix de México no tuvo nunca mayor transparencia que la tez fina de Sol, en aquella mañana de ventura en la naturaleza.

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