73 oraciones de ejemplo con canelo

Se han encontrado algunos ejemplares (canelo).

¡Quién lo diría! Y señalando con su mano flaca, cubierta de guante canelo, una luz que a cierta distancia se veía, como farolillo de taberna o café, dijo entre suspiros: En donde está aquella luz se reúnen sus amigotes de usted....

Le tomó una mano, y al contacto del guante canelo, que por su delgadez apenas disimulaba la dureza de los dedos fosilizados, Salvador sintió que se le comunicaba un frío glacial, llegando hasta su corazón.

Después de andar un poco maquinalmente y sin dirección fija, hallose bajo el farol que poco antes le señalara la mano del guante canelo.

Acompañábame Chisco, por donación muy recomendada de su amo, con la misma vestimenta y el propio calzado con que le había conocido yo en el paso de la cordillera, y nos acompañaba a los dos un perrazo sabueso; llamado Canelo, de una casta para singularísima por lo grande, que iba perpetuándose en casa de mi tío desde que su padre fue mozo y cazador.

Decididamente optaré por el canelo con combinación níquel, por el azul de ultramar y por el negro con combinación de brochado, oro

Este pobre Canelo que usted ve aquí era entonces un cachorrillo, y me siguió más de cuatro leguas, hasta que tuve que pegarle para que se volviese; pero después de pegarle, todavía me seguía de lejos.

El Canelo, con el rabo enroscado, marchaba delante, unas veces cerca, otras lejos, y parándose con frecuencia á ver si sus amos le seguían.

¿Cuántos años tenía el Canelo? ¿Era buen cazador?Á todas iba contestando Pedro con la gravedad y firmeza que le caracterizaban, satisfaciendo la curiosidad de su señora y esclareciendo su inteligencia sobre las diversas cuestiones que sometía á su decisión.

El Canelo participó también del festín, y bien lo tenía ganado, pues por milagro no se le desprendió el rabo á fuerza de menearlo.

El primo es poco... ¡el canelo!... ¡Martes y trece, por algo os tomé aborrecimiento!...

Tienes las manos heladitas, y con sabañones, ¡Ah, cuánto mejor estarías con tu tía Quintina! ¡Vaya, un beso á Mendizábal, y hala! Canelo irá contigo.

Entretanto, Luisito y Canelo recorrían parte de la calle Ancha y entraban por la del Pez, siguiendo su itinerario.

Luis se paraba á ver escaparates, y á veces decía á su compañero esto ó cosa parecida: «Canelo, mira qué trompetas tan bonitas».

Desde cierta ocasión en que Canelo tuvo unos ladridos con otro perro, inquilino en la casa de Cucúrbitas, adoptó el temperamento prudente de no subir y esperar en la calle á su amigo.

Pero ¡quién sabe!dijo después con ideas sugeridas por su inocencia;puede que le diga que le colocan mañana...» Canelo, que ya estaba impaciente, se le unió en la puerta.

Reconoció también la tienda de vinos, el escaparate con botellas; vió en los transeúntes personas naturales, y á Canelo, que á su lado seguía, le tuvo por verídico perro.

Canelo parecía muy preocupado... ¡Si habría visto también algo!... ¡Lástima que no pudiese hablar para que atestiguara la verdad de la visión maravillosa!

Porque Luis recordaba que, durante el coloquio, Dios acarició dos ó tres veces la cabeza de Canelo, y que éste le miraba sacando mucho la lengua... Luego Canelo podría dar fe... Llegó por fin á su casa, y como le sintieran subir, Abelarda le abrió la puerta antes de que llamara.

Porque Luis recordaba que, durante el coloquio, Dios acarició dos ó tres veces la cabeza de Canelo, y que éste le miraba sacando mucho la lengua... Luego Canelo podría dar fe... Llegó por fin á su casa, y como le sintieran subir, Abelarda le abrió la puerta antes de que llamara.

No le podían dar al chico faena más de su gusto, porque con ella se le relevaba de asistir á la escuela, y se estaría toda la santísima tarde como un caballero, paseando con su amigo Canelo.

Canelo salió de mala gana, por cumplir un deber social y porque no dijeran.

Canelo no se apartaba de doña Pura, siguiéndola del despacho á la cocina, y de ésta al comedor, y cuando llamaron á comer al dueño de la casa, como éste tardara un poco en salir, fué el entendido perro á buscarle y con meneos de cola le decía: «Si usted no tiene gana, dígalo; pero no nos tenga tanto tiempo espera que te espera».

Así no hay quien haga bajar á Canelo de tu casa...»

Le permitieron bajar á la portería, y cargó con el álbum para enseñárselo á Paca y á Canelo.

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