38 oraciones de ejemplo con canícula

En el centro de un grupo de corpulentos árboles se alzaba un pabellón en donde pasaban durante las calurosas horas de la canícula el abuelo y el nieto largos ratos, entregados unas veces a los ejercicios de la gimnasia y de la esgrima, otras a la lectura.

Este día de canícula me ha matado; me dormí embriagado con la fragancia de las flores con que jugaba, y aquí me tienes desfallecido.

Mucho tenía que ser el del hambre, cuando hubo en la guarnición quien la mitigara acudiendo al remedio en los cadáveres de turcos; mas de todo punto se hacía irresistible el tormento de la sed en aquella abrasada tierra, en el rigor de la canícula, trabajando durante la noche con picos y azadones, peleando durante el día sin reposo de un momento.

¡Prisionera en Madrid durante la canícula, cuando todas sus relaciones habían emigrado!

Su lenguaje y sus modos, perfectamente adaptados al ardoroso temple de la canícula, aterraron a Rosalía, primeriza en aquella desazón de las amistades culpables.

La elevacion de la ciudad y la proximidad de Sierra nevada, cubierta perpetuamente de nieve, mitigaban los calores excesivos del estío; de suerte, que mientras en otras partes agoviaba y rendia el rigor de la canícula, aqui se gozaba de una temperatura suave, y un aire puro y sano circulaba por las habitaciones de Granada.

Dos veces en el año cresce y mengua el Nilo: la primera, comienza cuando el sol entra en el signo Cáncer, y esto es á 16 de Junio, y dura esta creciente por todo aquel signo, hasta que entra en el signo Leo; despues de entrado, y llega á la estrella Canícula, que es cuando comienzan los dias caniculares, cuasi mediado Julio, comienza poco á poco á descrecer de la manera que fué creciendo, hasta quedar en su curso y agua ordinaria.

Arde el sol inclemente, con furores de canícula, en gavillas de rayos violentos, y ya tan alto sube que la sombra de los panes se disipa en los rastrojos, desamparando al tío Cristóbal.

Pero una mañana de Agosto, atravesada la selva de San Rossore en medio del coro ardiente de las cigarras y Pisa ardiente bajo la canícula, llegué a la puerta del recinto monumental, y entré con el ánimo de quien espera una respuesta a una ansiosa interrogación.

Las hazas del ruedo y demás tierras de pan llevar estaban ya segadas, y sobre la negrura de la tierra amarilleaban el rastrojo, los cardos y toda la yerba seca, que el polvo y los ardores de la canícula habían hecho como yesca.

Nunca sabe uno lo que conviene llevar y lo que debe dejarse; cree no necesitar ropa de abrigo, porque al fin se viene encima la canícula, pero ¡fíese V. de aquel clima gallego, tan inconstante, tan húmedo, tan lluvioso, que tiene seis temperaturas diferentísimas en cada veinticuatro horas! Se quedan aquí las prendas en el ropero, muertas de risa, y allá tirita uno ó tiene que envolverse en mantones como las viejas...

Y qué, ¿el carpintero no come en la canícula, no necesita carbón y mineral cuando hiela?

Por la canícula ardiente Está la cólera á punto; Pero pasando aquel punto, Menos activa se siente.

Aquella tarde, el gran ardor de la canícula daba señales de aplacarse ya, y eran preludio y esperanza de frescura y acaso de agua las nubes redondas y los finos rabos de gallo que salpicaban caprichosamente el cielo.

Á no haber sido por una calurosa noche de la canícula, Leandro habría vivido muchos buenos años, por mas que Hero se hubiese metido á monja; pues habéis de saber, buen joven, que no fué al Helesponto mas que por darse una lavada; pero le sobrevino un calambre y se ahogó.

Con semejantes chanzas pesadas fuímos engañando la canícula; y lo que más me asombra es que al bendito portugués, blanco de todas ellas, no se le ocurriese ni remotamente cambiar de hospedaje, ni plantarle un día un bofetón de cuello vuelto a su verdugo.

Y todavía pude, durante la canícula, disponer de tiempo bastante para emprender, en compañía de mi mujer y hermanas, un viaje de turista por la encantadora Italia, con acompañamiento del indispensable aparato fotográfico, y haciendo escala en Génova, Milán, Turín, Pavía, Venecia, Florencia, Roma, Pisa, Nápoles y otras admirables ciudades de la patria del arte.

Hoy ha principiado la Canícula, lo cual equivale á decir que un perro rabioso es desde hoy, mitológicamente hablando, Gobernador de los cielos.¡Bien se conoce en la tierra! El verano en Madrid es horrible, desconsolador, bochornoso en el doble sentido de esta palabra.

No podían empero llamarse á engaño los padres de los chicos, puesto que también habían logrado que estos les dejasen dormir, y no para otra cosa obligaban tiránicamente al sargento Clavijo á que tuviese escuela las tardes de Canícula, contra la antigua y buena práctica andaluza.

; á Santo Domingo la Canícula en su tiempo, con alusion al Perro que le figuró en el seno materno, y á que la fiesta del Santo se celebra en la Canícula; á Santa Rosa de Lima la Rosa de la Passion; á San Francisco Xavier el Eleutropio Sagrado, ó el divino Girasol, porque siguió con sus passos al Planeta, que, dicen, sigue esta planta con su vista, y assí de los demas.

; á Santo Domingo la Canícula en su tiempo, con alusion al Perro que le figuró en el seno materno, y á que la fiesta del Santo se celebra en la Canícula; á Santa Rosa de Lima la Rosa de la Passion; á San Francisco Xavier el Eleutropio Sagrado, ó el divino Girasol, porque siguió con sus passos al Planeta, que, dicen, sigue esta planta con su vista, y assí de los demas.

=Canicular.= Propio del verano o canícula.

No dixo que Santo Thomas gozaba del don del sol del invierno, del de la primavera, ni del del otoño; del del verano, del del estío, y verosímilmente del mismo de la Canícula.

Porque mereció vestir el religiosíssimo hábito del grande Patriarcha Santo Domingo; y todos sabemos que este Santo, aún ántes de nacer, fué mysteriosamente prenunciado á su Madre, quando soñó que trahia en su vientre un perro con una hacha encendida en la boca: figura la mas cabal de la Canícula, la qual por ahora siempre es en el rigor del verano, que, andando el tiempo, no sabemos por quando caerá.

Y ¡cuántos ricos tapices no hubiese hecho voto de destrozar bajo mis pies a haberme dicho los oráculos que este era el precio de tu salvación y de tu vuelta, alma querida! Que mientras viven las raíces, las ramas florecen y suben hasta lo alto de la casa, y con la sombra de sus ojos la guarecen de los ardores de la canícula.

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