314 oraciones de ejemplo con ascuas

Aquel animal, cubierto de sangre, de lodo y de polvo, miraba a Juanito con los ojos brillantes como dos ascuas de fuego, con la boca abierta y la lengua colgante.

Al principio no dio doña Inés grande importancia a la acusación; pero en aquellos últimos días la renovó Serafina con tal vehemencia e insistencia, que doña Inés se puso sobre ascuas.

Al sentir el insolente contacto, el rubor tino sus mejillas; brillaron como ascuas sus ojos, la ira trocó en espantosa su linda cara.

Contempló Barbarita sin decir palabra al que le presentaban como nieto, y después miró a su nuera, que estaba en ascuas, con un nudo muy fuerte en la garganta.

Y a lo mejor se quedaba como un gato que acecha, los ojos como ascuas, y hablando bajito, bajito, y señalando para la mesa en que está el altar y la lamparilla, decía: «Mírenlo, mírenlo; allí está».

Muy sensible al frío, se acercaba con frecuencia a la lumbre, la observaba con fijeza, arrojando en medio de las ascuas su mirada, como si quisiera encenderla en ellas, y no se movía hasta que, inflamándose su cara con los rojos reflejos, llegaba a un grado de irritación insoportable.

Broil, v. [bróil] Asar carne sobre las ascuas.

Susana contestó en pedestre prosa, pasando como sobre ascuas, y había de qué, por lo que el primo declamaba, y hablando sólo de sus propósitos, nada de misma.

Me ponéis en ascuas, condesa.

Con todo esta y lo receloso que él había quedado, y, para ayuda de males, con el poco disimulo de Catana al servirnos, el pobre hombre se puso en ascuas y pregunta va y zancadilla viene, y ojeada a Catana y ojeada a .

Desde entonces, el indiano estuvo en casa de su hermano como en ascuas: temía a cada instante nuevas demandas y temía además que le faltase el rédito de lo que le había prestado.

Bastaba, en efecto, y sobraba lo dicho para poner en ascuas a una joven menos fogosa que Cecilia.

¡Qué día de ascuas se nos depara! ¡Y luego la mala noche... y el bochorno! ¡Qué prestigio de autoridad ni qué calabazas! ¡Al infierno con don Liborio! Informó Tirso, temblando del frío o del miedo, que se habían aparecido los negros fugados, que el Mayoral los estaba castigando y que había matado a Julián porque no había querido virarse.

Al fin se hizo la oscuridad, nos dimos las buenas noches, todo quedó en silencio y mientras, con los ojos abiertos como ascuas, mirábamos el techo invisible, el espíritu comenzó a vagar por mundos lejanos, a recordar, a esperar, a echar globos, según la frase característica de los colombianos.

La de Dumais parecía literalmente sobre ascuas, la abuela fruncía la nariz y la de Aimont contenía una enorme gana de reír, mientras que la de Sarcicourt y Paulina echaban a su alrededor miradas de ciervas moribundas.

¡Me tiene usted en ascuas! Antes de pasar adelante, señor duque, debo recordarle que desde hace tres años soy el mejor amigo de la casa.

Pero, señorarespondió el pobre cura, que estaba sobre ascuas,hablaron de vuestra inmensa fortuna... , debieron hablar de eso; sin duda, dirían que era muy rica, de poco tiempo a esta parte... una parvenue, ¿no es así?

Del ensayo resultÛ que para evitar el pronombre daba la pobrecilla infinidad de rodeos y se metÌa en una serie interminable de perÌfrasis: si se aventuraba a dirigirme un , lo hacÌa bajando la voz y pasando como sobre ascuas.

Don Juan Fresco pasa aquí como sobre ascuas, sin aclarar ni determinar nada.

Las ascuas eran vivas, y el curioso no vio sino un papel que se retorcía y abarquillaba levantando tenue llama... Nada pudo leer sino un nombre que era la firma y decía: Tormento.

Pero abreviemos, estoy en ascuas... quiero verme fuera de aquí cuanto antes.

El fogón sólo tenía algunas ascuas; los cacharros, sucios de chocolate, estaban ocultos en el rollo de las colchonetas.

Manuel sentía una sorda irritación contra todo el mundo; un odio hasta entonces amortiguado se despertaba en su alma contra la sociedad, contra los hombres... De veras te digoconcluyó diciendo, que quisiera que estuviera lloviendo dinamita ocho días y bajara después el Padre Eterno hecho ascuas.

De su rostro emanaba una tristeza sepulcral, como de los anafres de las vecinas el pesado tufo, y así como en éstos, por los agujerillos, se ven las brasas quemadoras, así en el entenebrecido rostro de Ido se veían brillar ascuas de un mirar famélico.

Sorprendida por la repentina asiduidad del esposo, doblaba el cuello; pero se desmejoraba, demacrábase su faz, y sus ojos relucían, como ascuas atizadas por la fiebre, detrás de los negruzcos párpados.

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