239 oraciones de ejemplo con carton

Admiraba aquellas horribles estocadas; pero era mayor su asombro al ver que nunca las descargaba en vano: no parecia sino que los fendientes de Balisarda tropezaran con armas fabricadas de carton y no de duro metal.

La madera en sus barnices y su levedad, que la confunde con el carton, presenta mil bellezas.

Comimos nuestra rutinaria alimentacion: la sopa con apio, los pescadillos de carton, los riñones cotidianos de gutta perca barnizados, el dulce de pintura de bermellon ó cosa muy parecida.

¿Quién creeria, por ejemplo, que el Paris-Telegraphe se atreviera á herir con el epíteto de ladron y hasta de asesino á un millonario honrado que, por un error, escusable sin duda, habia suministrado al ejército del Norte unos sesenta mil pares de calzado, cuyas suelas eran de carton y habian resistido mal á la humedad de los vivacs?

En ese casoobservó Lorry, dando un fuerte apretón de manos a Carton,ya no depende todo de un pobre viejo, puesto que llevaré a mi lado a un joven ardiente y decidido.

Nada, Carton; lo juro.

¡Carton... Mi querido Carton! ¡Es una locura... un desatino! No es posible llevarlo a cabo...

¡Carton... Mi querido Carton! ¡Es una locura... un desatino! No es posible llevarlo a cabo...

La diestra de Carton continuaba fija sobre su pecho.

El reo alzaba la cabeza cada vez que formulaba una pregunta; Carton, sin mover la diestra, miraba al suelo.

Si no ha olvidado usted las palabras que entre los dos se cruzarondijo Carton dictando,comprenderá sin esfuerzo esta carta, no bien la lea.

» El reo, que no comprendía el sentido de lo que estaba escribiendo, alzó inopinadamente los ojos y sorprendió a Carton en el momento que sacaba del pecho la mano.

«De haber sido otro el curso de los sucesoscontinuó dictando Carton, cuya mano derecha estaba debajo de la nariz del escribiente,es natural que me hubiese faltado esta oportunidad; de haber sido otro el curso de los sucesos...

» Fijó Carton sus ojos en la pluma, y vió que garrapateaba signos ininteligibles.

Carton vistió inmediatamente las ropas que el prisionero dejara minutos antes, se peinó mejor que nunca, ató su cabello con la cinta que antes sujetaba el de Darnay, y dijo con voz muy baja: ¡Entre... entre!... Dos segundos después, se presentaba el espía.

, y Carton se sentó a la mesa, sobre la cual apoyó los codos.

la puerta quedando Carton solo.

Carton, más tranquilo ya, permaneció sentado frente a la mesa hasta que sonaron las dos.

Aunque la luz era muy escasa, Carton pudo ver que todos tenían atados los brazos, que unos estaban en pie y otros sentados, que éstos se quejaban y aquéllos paseaban inquietos y nerviosos.

La sonrisa con que la jovencita acompañó sus palabras conmovió tan profundamente a Carton, que las lágrimas asomaron a sus ojos.

Carton vió que por los ojos de la niña, al clavarlos en su cara, pasaba una nube de duda primero, y de asombro después.

Cree que continúa al lado de Carton y le pregunta qué es lo que tiene en la mano... ¡Dios del Cielo! ¡Ten lástima de los fugitivos! Tras ellos vuela veloz el viento, tras ellos se precipitan las nubes, tras ellos corre la luna, las sombras de la noche los siguen incansables; pero, por fortuna, hasta entonces, nadie más corre en su seguimiento.

En lo alto de una escalinata de una iglesia espera el paso de la fúnebre comitiva el espía a quien Sydney Carton llamaba el mirlo del verdugo.

Quizá seas el mensajero que los Cielos me han enviado a míreplicó Carton.

La niña besa los labios de Sydney Carton y Sydney Carton besa los labios de la niña.

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