13045 oraciones de ejemplo con cielo

Le mataría, señor, le mataría; y después, ¡qué escena tan trágica! el teniente a sus pies, atravesado de una estocada; Amparito, desmelenada, sollozante, increpando al cielo; y él erguido como gigantesco fantasma, el ensangrentado acero en la mano, y en el rostro una sonrisa desesperada, infernal, loca; algo que recordase el último acto del Don Álvaro.

Muchos por tu sobervia los feziste perder; Primero muchos ángeles, con ellos Lucifer, Que, por su grand sobervia é su desagradesçer, De las sillas del cielo ovieron de caer.

LEÓN, Job, 11: Podrás alzar al cielo puro, entero | el rostro y sin mancilla y confiado.

"Pidieron, é hizo venir codornices: y saciolos de pan del cielo" (Salm.

Al Arcipreste se le ha ido el Amor al cielo, por no decir el santo: en vez del Amor, habla él como clérigo y como asceta.

Tal era la de la Dipsas de Ovidio (Amorum, 1, 8): "Illa magas artes, Aeaeaque carmina novit", con las que anublaba el cielo ó lo desanublaba, evocaba á los muertos y hacía se abriese la tierra, etc.

La expansión de los gases desparramó por mar y cielo en pedazos mil cuanto momentos antes constituía un hermoso navío con 74 cañones y 600 hombres de tripulación.

Parecía que la Naturaleza había de sernos propicia después de tantas desgracias; pero, por el contrario, desencadenáronse con furia los elementos, como si el Cielo creyera que aún no era bastante grande el número de nuestras desdichas.

La lancha se alejó: yo seguí viendo aquella gran masa informe, aunque sospecho que era mi fantasía, no mis ojos, la que miraba el Trinidad en la obscuridad de la noche, y hasta creí distinguir en el negro cielo un gran brazo que descendía hasta la superficie de las aguas.

A todas éstas se venía la noche encima con malísimo aspecto: el cielo, cargado de nubes negras, parecía haberse aplanado sobre el mar, y las exhalaciones eléctricas, que lo inflamaban con breves intervalos, daban al crepúsculo un tinte pavoroso.

No me cambiaría por todos los ángeles y serafines que están brincando delante de su Divina Majestad en el Cielo; no me cambiaría, no me cambiaría».

Dicha luz reproducía en el techo de la habitación el foco de los candelabros, con las sombras de su armadura, y esta imagen fantástica, temblando sobre la superficie blanca del cielo raso, atraía las miradas de la triste joven, que estaba tendida en una butaca con la cabeza echada hacia atrás.

En el Cielo únicamente, porque Dios es el único que no nos engaña, el único que no se pone careta de amor para darnos la puñalada.

Doña Lupe cruzaba las manos y miraba al Cielo, invocando la justicia divina.

Entonces mi querida rata se pondría a roer en un rincón del cielo para hacer un agujerito, por el cual me colaría yo...».

Una de las canciones comenzaba diciendo: Esa luna que brilla en el cielo melancólicamente me inspira: es el último son de mi lira que por última vez resonó.

vinir cielo.

No vengo del cielo, sino que subo de la tierra por estos maldecidos peñascales.

Movía el ciego sin cesar su cabeza, cual si quisiera dirigir las palabras de su canto a diferentes partes del cielo, y ponía en algunas endechas una vehemencia y un ardor que denotaban el entusiasmo de que estaba poseído.

Despídete de mi boca de rosas, y de mis ojitos como las estrellas del cielo...

Con aquel cambio de impresiones placenteras, fácilmente se transportaba el espíritu de la buena señora al séptimo cielo, donde se le aparecían risueños horizontes; pero no tardaba en caer en la realidad, sintiendo el vacío por la falta de su compañera de trabajos.

Dejábase conducir Doña Francisca, por su natural afición a estas correrías; pero pronto se volvía para acá, dejando a la otra, desmelenada y jadeante, de nube en nube y de cielo en cielo.

Dejábase conducir Doña Francisca, por su natural afición a estas correrías; pero pronto se volvía para acá, dejando a la otra, desmelenada y jadeante, de nube en nube y de cielo en cielo.

Al decir esto, hablaba la viuda de Zapata con las ideas de la práctica Nina, que se renovaban en su mente y en ella lucían como las estrellas en el Cielo.

Alabo mucho su resolución, y esclarecidos santos tiene el cielo, que primero fueron valientes soldados, como San Ignacio de Loyola, San Sebastián, San Fernando, San Luis y otros.

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