84 oraciones de ejemplo con cincha

261 Para tenerlo a la mano el flete en el pasto até, la cincha le acomodé, y, en un trance como aquél, haciendo espaldas en él quietito los aguardé.

886 Hay muchas trampas legales, recursos del jugador; no cualquiera es sabedor a lo que un naipe se presta: con una cincha bien puesta se la pega uno al mejor.

no te espero mas: saquen vn cauallo: limpienle mucho: aprieten bien la cincha: porque si passare por casa de mi senora e mi dios.

Detrás, presidiendo la comitiva, como muda invitación hecha al público para asociarse a la fiesta, iban en las carrozas municipales media docena de señores de frac, tendidos en los blasonados almohadones, llevando sobre el vientre, como emblema concejil, la roja cincha y saludando al público con un sombrerazo protector.

La hacienda de Cincha.

Facundo manda que la enlacen en la iglesia; el arriero va a tomarla con las manos, y en este momento un oficial que entra a caballo por orden de Quiroga, enlaza mula y arriero y los saca a la cincha unidos, sufriendo el infeliz las pisadas, golpes y coces de la bestia.

La cincha debe estar muy tensa, porque el animal tiene el lomo muy movedizo.

Estaba acostumbrado a todo: a los pescozones, a los puntapiés, a los golpes de mango de azada, de cincha de albarda, a verse injuriado y escarnecido por doquier, a dormir sobre las piedras, rompiéndose los brazos y los riñones en catorce horas seguidas de trabajo; incluso a ayunar estaba acostumbrado cuando el amo le castigaba quitándole el pan y el potaje.

Algunos pájaros de largas alas, que hacían nido en la junquera, levantaron el vuelo asustados por la zalagarda de los criados, que entraban en el agua cabalgando, metiéndose hasta más arriba de la cincha.

Cuando tuvo el agua á la cincha comenzó á nadar, y casi al mismo tiempo me reconocí cercado por un copo fantástico de ojos redondos, amarillentos, nebulosos, que aparecían solos á flor de agua... ¡Aquellos ojos me miraban, estaban fijos en !...

Consulté con mis hombres, y como unos se mostrasen resueltos mientras otros dudaban, puse fin a tales pláticas entrándome río adentro con mi caballo: El animal tembloroso sacudía las orejas: Ya nadaba con el agua a la cincha, cuando en la otra ribera asomó una vieja cargada de leña, y comenzó a gritarnos.

Hasta aquí el pánico de su cabalgadura había dado aparente ventaja en la cacería al jinete menos diestro; pero al llegar a la mitad del camino del valle, aflojáronse los cordones de la cincha y sintió el maestro que la montura resbalaba bajo sus piernas.

El asistente se apeaba del caballo, lo desembridaba, aflojaba la cincha, le echaba la manta, colocándole el morral con un celemín de cebada, sacaba de la alforja los víveres para su cena y se tendía, envuelto en la manta morellana, debajo de un árbol ó al abrigo de una peña.

La cincha de cuero.

Ora se interponía un arroyo, al que era menester atravesar con agua hasta la cincha del caballo, ora una colina.

» Y, luego de sujetarle la frazada con una cincha, á manera de montura, sale á los patios exteriores, conduciendo al asno del ramal.

El señor Isidro enseñó a Aracil, en un borrico que tenía, la manera de echarle las albardillas y ponerle la cincha y el ataharre.

En su cinturón los casquillos de los cartuchos brillaban como las tachuelas de una cincha...

Dele al diablo; que yo le ataré en la cincha del rucio, y alli irá hasta que topemos cuyo es.

Reflexionando en todo esto, y que pasa ya de un mes que no hallé parage en este rio tan defendido como el en que me hallo, porque todo es varadero, y se pasa por donde quiera á caballo sin que se le moje la cincha,

A las 8 de la mañana compré un caballo, y salí con el bote á reconocer el rio Catapuliche, sirgando á la cincha; y á este tiempo se fueron Domingo Goytia y José Oyólas, en dos caballos que me prestaron, el uno, Chulilaquin, y el otro, un hijo suyo, á reconocer por tierra el Huechu-huechuen.

Matilde dió, entretanto, de beber al tordillo, y le apretó la cincha, como si con ello apurara el momento de la separación.

El paisanaje, caliente, jugaba á raja cincha.

Se comieron las pocas economías que tenían, y cuando no les quedaba ya ni un chico, el pobre viejo, llorando, se fué a la playa, montado en su yegua como acostumbraba hacerlo, y tirando la red al mar, dijo:«En nombre sea de Dios y que se haga su voluntad»; y después de un rato, al retirarla, la encontró tan pesada, que para sacarla tuvo que amarrarla a la cincha de la yegua.

Empezó a quitarle todos los aliños; y bajo la albarda, al primer registro, le hallaron el lomo asaz malferido, con seis mataduras y tres lobanillos, amén de dos grietas y un tumor antiguo que bajo la cincha estaba escondido.

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