1151 oraciones de ejemplo con cádiz

El marqués de Cádiz disimuló su indignacion, y sin proferir palabra, remitió para otro dia la satisfaccion de aquel agravio.

Combate del castillo de Gibralfaro por el marqués de Cádiz.

La mañana despues del banquete que se dió en obsequio de la Reina, rompieron las baterías del marqués de Cádiz un fuego tremendo contra el castillo de Gibralfaro.

Su pérdida se sintió en extremo especialmente por el marqués de Cádiz, que le habia dispensado siempre su amistad y confianza, como quien sabia apreciar á los hombres de mérito, y aprovecharse de sus talentos.

El campamento del marqués de Cádiz, por la parte que se extendia desde la falda del cerro frente de Gibralfaro hasta la orilla del mar, pareció el punto mas combatible, y consiguiente á esto tomó el ermitaño sus medidas.

El marqués de Cádiz, aunque nada supersticioso, todavia porque notaba en este moro algo de misterioso, y podria ser tuviese que comunicar alguna noticia interesante, determinó ponerlo en presencia de los Reyes, y en la misma forma en que fue hallado, vestido un albornoz, lo envió al pabellon real, rodeándole las gentes, que le llamaban el Moro Santo; pues ya la fama de este supuesto profeta habia cundido por el campo.

Con todo esto no pudo el Rey reunir su ejército hasta junio de este año, cuando á los cinco dias del mes partió de Murcia con un campo volante de cuatro mil caballos y catorce mil infantes, conduciendo la vanguardia el marqués de Cádiz, á quien seguia el adelantado de Murcia.

Llegaron los cristianos, y como se acercasen á este sitio, salió el Zagal á su encuentro con gente de á caballo y de á pié, y empezó una escaramuza con el marqués de Cádiz y el adelantado de Murcia, que conducian la vanguardia.

El marqués de Cádiz con su actividad y vigilancia habia logrado suprimir una insurreccion de los moros de Gausin, lugar fuerte de la serranía; pero los que se habian hecho fuertes en castillos roqueros, ó torres, siguieron hostilizando á los cristianos, dando sobre ellos de improviso, y llevándose los hombres, los ganados, y todo género de botin á sus guaridas, donde quedaban al abrigo de toda persecucion.

Las dificultades que presentaba esta empresa por la fuerza y extension de las defensas de la plaza, por la muchedumbre de moros que la defendian y por la naturaleza del terreno, influyeron con el marqués de Cádiz para que votase contra la continuacion del sitio.

Esta opinion alhagaba el amor propio de Fernando; pero al reflexionar sobre los trabajos que el ejército habia pasado, los que aun tendria que padecer si se continuaba el sitio, y la dificultad que habria para proveer los mantenimientos necesarios, le pareció mas acertado el consejo del marqués de Cádiz, y determinó seguirlo.

Primero vieron salir al Rey, el cual con mucha pompa, y acompañado del marqués de Cádiz, del maestre de Santiago, del almirante de Castilla, y de otros grandes, se adelantó á recibir la Reina: despues venian todos los demas caballeros del Real, magníficamente arreados, y en seguimiento de ellos un gran concurso de gentes, que en obsequio de su amada Reina prodigaban los vivas y aclamaciones.

Venian con él el duque de Medinasidonia, el marqués de Cádiz, el de Villena, los condes de Ureña y de Cabra, y don Alonso de Aguilar.

Los capitanes de mas nota que acompañaron á Fernando, fueron don Rodrigo Ponce de Leon, marqués de Cádiz, el maestre de Santiago, el marqués de Villena, los condes de Tendilla, Cifuentes, Cabra, y Ureña, y don Alonso de Aguilar.

Habiendo manifestado la Reina sus deseos de ver de mas cerca la ciudad de Granada, tan célebre en todo el mundo por su hermosura, previno el marqués de Cádiz una escolta poderosa, para protegerla, y á las damas de su corte, mientras disfrutase esta peligrosa satisfaccion.

Llegando la escolta á una aldea llamada Zubia, que está en un cerro á la izquierda de Granada, donde se descubre la Alhambra y lo mejor de la ciudad, se colocaron el marqués de Villena, el conde de Ureña, y don Alonso de Aguilar, con sus batallones, en la ladera del cerro; y el marqués de Cádiz, con otros caballeros, se puso en órden de batalla en el llano, al rostro de la ciudad.

Al ver las tropas que salian de la ciudad, envió la Reina al marqués de Cádiz prohibiéndole que atacase al enemigo, ni admitiese desafios ó escaramuzas, porque no queria que su curiosidad costase la vida á ningun viviente.

Notándolo Muza, mandó avanzar á la carga, y dieron sus tropas con tal furia en los cuerpos avanzados de los cristianos, que los hicieron retroceder hasta las batallas del marqués de Cádiz.

Este precioso pabellon era del marqués de Cádiz, que lo habia cedido á la Reina, y era el mas completo y magnífico que se conocia en la cristiandad.

Don Vicente estuvo en París hasta 1820, y cuando el Gobierno anuló el decreto de la Junta Central de Cádiz, en que declaraba a los ministros y empleados del rey José traidores a la patria, a la religión y al rey, volvió a España con otros josefinos.

¿Despacharás en ocho ó diez días la ida á Cádiz? No que no.

La Regencia de Cádiz protestó de esta determinación y ordenó el bloqueo de los puertos venezolanos; pero la Junta de gobierno convocó una Asamblea, que se reunió el 2 de Mayo de 1811.

En 1812 se nombró la diputación cubana a las Cortes de Cádiz.

Después regresó á España y en Cádiz, á los pocos días de desembarcar, hirió mortalmente al dueño de un garito.

Treinta y tres días después de mi salida de Cádiz arribé al mar de la India, donde hallé muchas islas habitadas por innumerables gentes, y de ellas tomé posesión a nombre de nuestro felicísimo Monarca a público pregón y aclamaciones, tremolando bandera y sin contradicción alguna; puse a la primera el nombre de San Salvador, en cuya protección confiado llegué así a ésta como a las demás; los indios la llaman Guanahanín.

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