103 oraciones de ejemplo con la linde

Todo el lado de la pradera que llegaba á abarcar con su ojo abierto, así como la linde de la masa de matorrales y la tierra que quedaba entre sus troncos, estaban ocupados por una muchedumbre de seres humanos, idénticos en sus formas á los componentes de todas las muchedumbres.

Matáronse mutuamente vasallos, burgueses y villanos en hondonadas y bosques para que cambiara de sitio la linde de los tres condados.

Mientras vivió el fundador, no se opuso nunca á que algunos de sus convecinos pisasen con una rueda de las dos de sus carros la linde del prado de la cuestión.

Se detuvo en la linde del pasto, estiró al monte, entrecerrando los ojos, la nariz vibrátil y, se sentó tranquilo.

Salió por fin y se detuvo en la linde; pero era imposible permanecer quieto bajo ese sol y ese cansancio; marchó de nuevo.

¡Una cosa tan inferior a su categoría y a su nacimiento! ¡Una triste criada de cocina! Siguieron andando, acercándose a la linde del bosque, donde concluía el huerto.

Concluía quizás la primera década de mi vida, cuando un buen día llegó a la casa una tropa de carros, que, desviándose del camino que serpenteaba entre las cuchillas, allá en la linde del monte, venía a campo traviesa buscando un vado en el arroyo, que disminuía en una mitad el trecho a recorrer para llegar al pueblo más cercano.

¡Qué condenada vaca, siempre empeñada en meterse por el prado del tío Fernando!... ¡Garbosa, eh! ¡Garbosa, fuera! ¡Garbosa, aquí! Viendo que la vaca no obedecía, se levantó y fue a ella corriendo, y la obligó a separarse de la linde.

El campo del tiro, donde se detiene el cortejo, se encuentra en la linde del bosque de pinos, que, visto desde la presa, rodea las praderas.

Las horas, pasan y las detonaciones resuenan monótonas en la linde del bosque.

Se dirige pausadamente hacia la linde del bosque y hunde sus miradas en la obscuridad, que se anima entonces con los pálidos reflejos de la luna; después se interna un poco bajo los árboles aspirando la atmósfera dulce y aromática de los pinos.

Mi acompañamiento particular es alegre y numeroso y acampa en un llano junto a la linde de un gran bosque, donde tenemos buen botín y magníficos refugios a uno y otro lado.

Cuando el tren pasó por la linde del parque se agitó un pañuelo en una portezuela, pero Raúl, en pie en su ventana, con un cigarro en la boca, no respondió siquiera a aquel tímido adiós y una vez que el último vagón hubo desaparecido en una nube de humo, lanzó un suspiro de satisfacción y dijo: ¡Al fin!... * * * * * Un estreno es siempre penoso.

¿Con quién diablos disputas? El señor Neris, apoyado en su bastón, apareció en la linde del bosque.

Diez minutos después llegaba el trineo a la linde de estos bosques, y el doctor Lorquin, volviéndose sobre la silla del caballo, preguntó: ¿Qué hacemos ahora, Frantz?

Los dos atravesaron la calle, saliéronse de ella, y sin darse cuenta de lo que hacían, se internaron en los campos, siguiendo la linde del tercer depósito, hacia el cementerio de San Martín, que alzaba en el fondo su masa de cipreses.

En cuanto un perro ultrapasaba la linde de la compostura, se le venía el opa al humo, rebenque en mano; y hubo el caso de una vieja que resultó zurrada por demasías de su pila.

Alto, de contextura atlética, ingenuo rostro, negros y apacibles ojos, de movimientos fáciles como el gato del monte, y de ánimo alegre, como el cantar jubiloso de las chuñas que en la linde del bosque salvaje saludan el alba.

Pos bien, esta tarde, miajita antes de que yo llegara, el Rumboso, que iba pa el lagarillo del Zegrí montao en su Ceniciento, que es un jaco que vale un millón, al dir a dar la vuelta al olivar del Tardío, se topó manos a boca con el Toño, que estaba acechándolo entre las pitas de la linde.

A la linde bulliciosa de la corriente un cauce ondula su cabellera en una inclinación dulce y pensativa.

Allá fuera los que suscitan estos comentarios se paran en la linde de los árboles.

El caminante cruza un puente, se hunde en el secreto de la algaba, y poco después toca en la linde viva de un huertecillo.

Sin sorpresa ni admiraciones, la rodante muchacha abandona el jardín peruano que tal vez espera á muchos rimadores dueños de «la flor natural», y se detiene en la linde de unas ruinas donde un pastorcillo griego labra en su cayado una artística figura.

Ya está la moza en la linde del bosque donde Carlos aguarda.

Con el corazón estrangulado, se detiene el mozo en la linde sagrada para sus amores: quisiera padecer muy de prisa, devorar su dolor en un hartazgo mortal; porque le amedrenta el porvenir extendido delante de su juventud, como una llanura sin límites; la vida de aquellos últimos meses, entre ilusiones y espantos, le arde en el pensamiento con ascuas que amapolan su rostro y le salpican de sudor.

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