22 Adjetivos para describir maledicencia

No; antes la deshonra y sufrir todos los mordiscos de la maledicencia social.

El nuevo Papa, que tomó el nombre de Calixto III, era un respetable anciano probo y recto, ducho en negocios, erudito en leyes y cánones, afable en su trato, de vida honesta y buena fama, sin que la pública maledicencia pudiera echarle en cara, en punto a castidad, ningún pecado de los que eran a la sazón harto frecuentes en la Corte de Roma y de los que no se vieron exentos muchos Cardenales y aun algunos Papas.

Además, la simplicidad franca de la leonesa le brindaba campo virgen e inculto donde plantar todas las flores exóticas de la moda, todas las plantas ponzoñosas de la maledicencia elegante.

La maledicencia escrita es inofensiva.

Buena comida, buenos vinos... En esto empiezan a decir que si yo me entiendo con la viuda..., la eterna maledicencia... Yo no digo que no me gustara, no; la carne es flaca, y aunque uno haya vestido, bien indignamente por cierto, el glorioso sayal, uno es un hombre...

Además, la maledicencia femenil señalaba sucesivamente á cada inquilina con el mismo apodo: «la guardiana de la tumba».

Los buenos amigos de los jesuítas les aconsejaron que hallaran con urgencia el remedio de estancar tanta y tan grosera maledicencia.

Nosotros ni quitamos ni ponemos, no entramos en esas honduras y decimos caritativamente que el virrey supo, en el juicio de residencia, hacerse absolver de este cargo, como hijo de la envidia y de la maledicencia humanas.

Aquellas licencias iban creciendo poco á poco mucho más de lo conveniente, mas los padres y hermanos exclamaban sin cesar: ¡Qué chistes tan oportunos! ¡Qué sal! Y la sal y la gracia se convirtieron al fin en una desenvoltura repugnante, en una maledicencia insoportable, y en una absoluta falta de pudor y de delicadeza.

Alarcón mismo fué sin duda muy cortés: Quevedo, con su irrefrenable maledicencia, lo llamaba "mosca y zalamero.

Permite una maledicencia medrosa y que no compromete, hecha de mendacidad prudente, restringiendo las perversidades para que resulten más agudas, sacando aquí una migaja y dando allí un arañazo, velando todo lo que puede ser objeto de admiración, rebajando siempre con la oculta esperanza de que puedan aparecer á un mismo nivel los críticos y los criticados.

Triste es tener que confesar que la corrupción había de ser grande; pero algo ha de atribuirse también á la mordaz maledicencia de que se hacía gala, y á cierto odio contra Castilla, que siempre ha solido brotar con lastimosa lozanía en las almas de algunos habitantes de las diversas regiones de esta Península.

La maledicencia oral tiene, en cambio, eficacias inmediatas, pavorosas.

La pobreza desesperanzada imprime carácter, y en su seno se crían la soberbia hipócrita, la modestia burlona, la astucia dolosa, que tienen flexibilidades de víbora; la ruindad intrigante, la maledicencia ponzoñosa, y la envidia exangüe que todo lo codicia y que todo lo afea.

En esas tertulias se derrocha ingenio, agudeza, y hasta su poquita maledicencia, á pesar de tener á la altura de las narices, y muchas veces dentro de ellas, el vecino cementerio que parece debía ser con su presencia valladar á ciertos y arriesgados discreteos.

Es creíble que Sarmiento oyera en Boston los últimos ecos de la maledicencia sectaria; no pudiendo decir ya que Emerson era un pensador peligroso para la sociedad, los conservadores habían resuelto desteñir su admiración forzosa, declarándolo... demasiado metafísico.

» Los mediocres, más inclinados á la hipocresía que al odio, prefieren la maledicencia sorda á la calumnia violenta.

ix Maximiliano comunicó a Olmedo sus planes de casamiento encargándole el mayor sigilo, porque no convenía que se divulgasen antes de tiempo, para evitar maledicencias tontas.

He sido un tanto irrespetuoso con ellos, y me he autorizado más de una chanza al hablar de sus escritos; pero todos los grandes ingenios han tenido que sufrir estos desahogos de la envidia y maledicencia coetáneas, y en esta ocasión, como en todas las demás, la posteridad no dejará de resarcirles cumplidamente de tales molestias, dejándoles dormir en paz el sueño eterno.

Allí ha mordido la maledicencia urbana a los jugadores trasnochadores, a los maridos calaveras, a la juventud disoluta y disipada, y cada mordisco de mamá indignada ha hecho los estragos de la viruela en el retrato moral de las víctimas.

Antaño la maledicencia cortesana no transcendía como hoy, a las hojas de los periódicos; los decires iban de boca en boca, tan solamente circulaban en las cortes, en el plano superior

Cada uno de ellos campaba por su cuenta, y ella, la condesa, daba cebo a la maledicencia escandalosa.

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