397 oraciones de ejemplo con malicioso

Como era guapito y harto joven para la dignidad eclesiástica que ostentaba, quizás algún malicioso presumiese que la había alcanzado mediante el favor de las omnipotentes faldas.

Dios me libre de ser calumniador y de pecar de malicioso.

Gabriel fue a contestar con altivez al malicioso cura: adivinaba su intención de molestarle.

v Para que ningún malicioso interprete mal las bruscas aproximaciones del sillón de Nicolás Rubín al asiento de su interlocutora, conviene hacer constar de una vez que era hombre de temple fortísimo, o más propiamente hablando, frigidísimo.

De la misma cantera proceden el derrengado y malicioso Arcediano, a quien por mal nombre llaman Glocester, el Arcipreste don Cayetano Ripamilán, el beneficiado D. Custodio, y el propio Obispo de la diócesis, orador ardiente y asceta.

Los poetillas y gacetilleros de la localidad tenían en él un censor socarrón y malicioso, aunque siempre cortés y afable.

Era tan bizco que, al mirar, un ojo se le metía detrás del otro, como malicioso flechero, que se esconde para hacer mejor la puntería de su dardo.

En sus maravillosas páginas, de un atrevimiento elegante y encantador, desfilan bellas amadoras que en sus cartas dejan su espíritu galante, delicado y malicioso.

» Acariciando con amistosas palmadas á Sanabre, le decía con tono malicioso: Desde el día del santo de Pepe que no te había visto.

¡Oh mi papá viejo! ¡qué contenta estoy! Creo que no nos faltará nada cuando tengamos un pequeño jardín; y yo sabía que Aarón nos lo trabajaríaprosiguió con aire malicioso y de triunfo; lo sabía muy bien.

Isidora se quedó yerta; pero como el mostrar enfado por aquel ultraje habría sido ocasión de que entrara más en malicia el chico, harto malicioso ya, fingió tomar a broma el caso, aunque le destrozaba el alma, y se echó a reír.

¿Ves en esto interés malicioso, celos mundanos, amor?

Malicioso y vigilante, no necesitó de más para echársele encima, cogerla por un brazo y acercarle la lumbre del tabaco a la cara.

Por eso madrugaba tanto; por eso cuando no podía adquirir informes por misma, cometía la debilidad de poner en confesión al estúpido y malicioso calesero, su esclavo, el cual, aun cuando a veces la revelaba hechos reales y positivos, casi siempre la llenaba la cabeza de un centón de cuentos de brujas.

En nada de eso paró la atención Cecilia; pero hecho todo a ciencia y paciencia del malicioso calesero, aunque al parecer no veía, oía ni entendía, podía apostarse cualquier cosa a que le fue con el canutazo a su ama doña Agueda Valdés de Montes de Oca.

Pues disfrázate con algo, O vamos como yo fuí; Que aunque eres tan animoso, Podrá el perro malicioso Venderte a los de Coín.

No, no tanto como usted suponerespondió el cura un tanto malicioso.

En ellos cautiva la augusta personilla por cierto aspecto inocente y travieso, cándido y malicioso que le imprime una gracia superior a toda ponderación: para aumentar el encanto parece, además, que existe indudable relación entre su edad y el riente paisaje que le rodea.

Provenía éste principalmente de sus grandes ojos negros expresivos: el alma se asomaba a ellos reflejando las más leves y fugaces emociones; ora ardían con fuego malicioso revelando la pasión recóndita, insaciable, ora se aquietaban extáticos, límpidos, en arrobo místico; ahora brillaban alegres y bulliciosos, enseguida melancólicos, tan pronto secos como húmedos, tan pronto tiernos como iracundos.

La circunstancia de hacer un guiño tan malicioso como grosero a una de las criadas que servían la mesa, al terminar su invitación, despertó contra él una tempestad de silbidos e interrupciones.

El único que, con discursos incoherentes y grandes gritos, mostraba su afición al alcohol era Salguero, que se apodaba a mismo Salguerillo, un vejete malicioso, que habitaba treinta y tantos años la primera casucha del callejón.

Los ojos sangrientos de Plutón brillaron con gozo malicioso.

Machín, el joven, sonrió, queriendo echárselas de malicioso, y el viejo siguió dando vueltas en su cabeza al pensamiento de si podía sacar alguna cosa más de la señora de Aguirre.

Por mi vida, y á mi marido tambien, que bien sabe de todo y es persona sabida, aunque todos le tienen por un asno, y es porque no es malicioso; y por su bondad no es él agora cambiador, que está esperando unas recetas y un estuche para ser médico, no se cura de honras demasiadas, que aquí se está ayudando á repulgar y echar caireles á lo que yo coso.

Suenan magníficas las grandes frases de los discursos, y el camarero, mientras pregunta con voz discreta por su jurisdicción: ¿Cognac ó Chartreuse?, percibe el comentario malicioso de los comensales, que es como el pizzicato burlón que acompaña en sordina la frase apasionada en la serenata del Don Juan, de Mozart.¡Qué gran batata!oye el camarero.¿Decía usted?¡Ah! Nada...

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