54 oraciones de ejemplo con paella

Pero hemos inventado cosas de más provecho y sustanciacolocando las manos extendidas sobre el abdomen: el pote gallego, la fabada, el bacalao a la vizcaína, la paella valenciana, la sobreasada mallorquina, el chorizo y la Compañía de Jesús.

En los domingos y fiestas de santos valencianos, que eran los primeros del cielo para el tío CaragòlSan Vicente Mártir, San Vicente Ferrer, la Virgen de los Desamparados y el Cristo del Grao, aparecía la humeante paella, vasto redondel de arroz, sobre cuya arena de hinchados granos yacían despedazadas varias aves.

La paella del roder.

Hubo gran paella en el huerto del alcalde; un festín pantagruélico, amenizado por la banda del pueblo y contemplado por todas las mujeres y chiquillos, que asomaban curiosos tras las tapias.

Había que ver cómo le obsequiaban y atendían durante la paella los notables del distrito.

Había que verles después de la paella, hablando en un rincón del huerto; el diputado, obsequioso y amable.

Y emprendía el viaje para sufrir el tormento de una paella interminable, en la cual los partidarios le acongojaban con su regocijo alborotado y los obsequios ofrecidos entre los rústicos dedos.

Paella festiva, poesías.

No quería una princesa para su Tonet, pero la hija de Paella el tartanero le parecía poca cosa.

Se había criado sin madre, al lado del tío Paella, un borrachón que daba traspiés al amanecer cuando enganchaba la tartana y á quien el vino tenía consumido, engordándole únicamente la nariz, siempre en creciente por las rojas hinchazones.

Hablábala con los mismos términos que si fuera una de sus parroquianas; su vino locuaz sentía la necesidad de contarlo todo, y la pequeña Dolores, encogida, lejos de los agresivos pies de su padre, con los ojos desmesuradamente abiertos y en ellos una expresión de curiosidad malsana, oía el brutal soliloquio del tío Paella, que se relataba á mismo todas las porquerías é infamias presenciadas durante el día.

Comía con ella, aprovechándose de que el tartanero no volvía hasta muy entrada la noche, y Dolores le repasaba la ropa y hasta hurgaba en los bolsillos del tío Paella para dar dinero al novio, lo que hacía lanzar al borracho un vómito interminable de injurias contra la falsa amistad, creyendo que en los momentos de alcohólica turbación le robaban las pesetas sus compinches de taberna.

Un día murió el tío Paella.

Noches enteras pasaba la gente al fresco, sentada en sillas bajas ó en el suelo, frente á la puerta de la antigua casa de Paella, donde ahora vivía el Retor, oyendo con arrobamiento al marinero la descripción de extraños países, en la cual intercalaba graciosas mentiras para mayor asombro de los papanatas que le admiraban.

Un hálito de perpetua guerra, de burlona insolencia, parecía ir desde la antigua casa del tío Paella, restaurada y embellecida, á la barraca miserable de techo desvencijado donde Rosario se había refugiado empujada por la miseria.

Aquel desfile de guapos detúvose en todos los cafetines del tránsito, para refrescar con medias libras de aguardiente, convidando á los policías conocidos que encontraban al paso, y cerca de las doce llegaron á la alquería del camino de Burjasot, donde la paella burbujeaba ya sobre los sarmientos, faltando sólo que la echasen el arroz.

El pequeño, pálido, casi exánime, echando sangre y más sangre por entre la faja, fué llevado por sus hermanos á la tartana, que aguardaba cerca de la alquería desde que trajo por la mañana todo el arreglo de la paella.

Reía ella de todo corazón, y me prometía resarcirme cuando fuese a Valencia, guisándome una paella con todas las reglas del arte.

Encerró los vientos, aplacó las olas y me dijo, amablemente: Es necesario, Ribot, que usted coma paella hoy.

PAELLA VALENCIANA.

En Busot debió de ser alta la fiebre... Dice que de noche sostenía animados diálogos con la caja de cerillas y la palmatoria... Que se batió tres días con una paella amotinada en el estómago.

Las mujeres enumeraban las excelencias de la rata en el arroz de la paella; muchos la habían comido sin saberlo, asombrándose con el sabor de una carne desconocida.

Los fines de esta reunión de gente de buen humor reducíanse á girar visitas domingueras á los parajes más atrayentes y pintorescos del reino de Valencia; tomar fotografías de escenas y paisajes interesantes; dar de vez en cuando juego supraintensivo á músculos y pulmones, caminando entre algarrobos, palmitos, pinos y adelfas, y, en fin, saborear la tan suculenta y acreditada paella valenciana.

Y así, de paella en paella, y siempre en amena y cordial compañía, visitamos todos los rincones atrayentes de la comarca levantina.

Y así, de paella en paella, y siempre en amena y cordial compañía, visitamos todos los rincones atrayentes de la comarca levantina.

54  oraciones de ejemplo con  paella