20 oraciones de ejemplo con qué extraña es

¡Qué extraños son los patos! dijeron ellas.

¿Qué extraño es que la juventud peque, entregada á misma, sola por espinosos caminos?

Pero ¿qué extraño es que digan mal del país los extranjeros, si nosotros somos los primeros en denigrarnos?

Pero ¿qué extraño es que así suceda si el corregidor y todos los demás de cabildo no tienen sueldo ni gratificación señalada por sus oficios? Es preciso que ellos se la proporcionen, ya sea robando a la comunidad,

"¡Qué extraña es la manía de Zoraida!pensaba Adriana.

¿Qué extraño es, por tanto, que se perdiese su voz, ahogada por el aplauso tributado á la escuela contraria?

¿Qué extraño sería que se amasen? Tomasa, por su juventud, alegre humor y buena presencia era la favorita de sus camaradas y de los empleados blancos de la finca.

¡Siempre tus ideas!... ¡Qué extraña eres!...

Sin embargo, ¡qué extraño era!

Si esto pudo decir el Cisne de Mantua, tratándose de un milagro tan grande, de un caso sobrenatural que lo renovaba todo y que todo lo purificaba, ¿qué extraño es que después de una revolución, al cabo hecha por hombres, y no por hombres de otra casta que la nuestra, sino por hombres de aquí, educados entre nosotros, haya aún no poco que censurar y no poco de que lamentarse?

¿Qué extraño es que mamá se haya consolado?

¿Qué extraño es, pues, que si la Corporación municipal nada menos, confiaba en la virtud de los saludadores, fuese ésta arraigada creencia en las clases todas de la sociedad?

Yo estaba helado; ¿qué extraño es que me detuviera allí donde encontré un poco de calor?

Yo estaba helado; ¿qué extraño es que me detuviera allí donde encontré un poco de calor?

¡Qué extraño es que el Polichinela agrandara en su imaginación, hecha á las exageraciones de la farsa, la importancia de aquel conflicto! ¡Un chiste menos! ¿Como podía compensar al público?

¡Qué extraño es que los de fuera quieran meterse en camisa de once varas! Y á todo esto sin saber si Anatole France vale ó no vale.

¡Oh envidia del bien ajeno! ¡Oh codicia de los bienes de fortuna, tan inútiles para conquistar corazones! ¿Qué extraño es que el hombre busque por todos los medios la posesión del oro, si ese metal codiciado es la piedra de toque de todos los afectos humanos?

¿Y qué extraño es que Amiel usara hasta por dos veces de la palabra española nada en su Diario íntimo, sin duda por no encontrar en otra lengua alguna otra más expresiva?

¡Qué extraño es! Sin embargo, no tuvo la menor sospecha de la verdad.

¡Qué extraño es nos vengan después con que no ha habido pensamiento ni pensadores en España!

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