269 oraciones de ejemplo con rarezas

Verás maravillas, verdaderas maravillas, tesoros inapreciables, [30] rarezas que sólo yo poseo, sólo yo....

Era un manojo de nervios siempre vibrantes, y tenía tales ilusiones y rarezas que sus condiscípulos lo tenían por destornillado; pero su inteligencia fue vivísima y sutil, su cuerpo frágil se estremecía con las más delicadas emociones, y sus versos son de incomparable hermosura.

Pero en materia de escrúpulos, ¡hay tantas rarezas incomprensibles!

Los que con más gracia se burlaban de las rarezas de don Pedro eran los que con mayor sumisión y rendimiento le quitaban el sombrero así que le veían de media legua.

Todos convenían en que era Agustín el más raro de los hombres; pero estaban tan satisfechos de su simpática amistad y le querían tanto, que no le faltaban al respeto ni aun con la inocente crítica de sus rarezas.

Días y días tardamos en ver las pocas rarezas que tenemos guardadas.

Habrá gentes que duden de este hecho confesado y publicado por él mismo; pero es auténtico, como lo son las extravagancias y rarezas sangrientas que el mundo civilizado se ha negado obstinadamente a creer durante diez años.

No lo explicar; pero me gustaría tener un modo mío de sentir el natural, y me gustarían esas rarezas de sátiras y delirios, el infierno y el cielo, el amor, la muerte, la horca, el fanatismo, los asnos dómines, las duquesas histéricas y tísicas, con colorete, las familias reales retratadas hasta el alma, hasta la misma medula de sus huesos, enseñando la sensualidad de la reina y la inepcia bonachona del rey.

¡Qué rarezas tiene el Destino!exclamé yo.

No he conocido criatura más honrada, y pronto comprendí que, empleándolo a mi servicio, no obstante sus rarezas, podía tener plena seguridad de que sus actos no desdecirían del libro que vendía.

Flores raras, son emblemas del arte de nuevos ecos, amante de orlas y flecos y de rarezas supremas.

En vez de la sana alegría y la igualdad de humor que la adornaban, mostrábase llena de rarezas y caprichos, ya riendo á carcajadas, ya encerrada en hosco silencio.

En la cavidad espaciosa, de elevado techo, fría como un panteón, y solitaria como templo de la sabiduría, rara vez entraba persona viviente, fuera del criado encargado de la limpieza, y de algún erudito escudriñador de rarezas bibliográficas.

Que viviste de hacer miel, y que adoptaste á una chiquilla paleta, muy fea, y otras mil rarezas, no atribuíbles sino al extravío de tu mente.

Ahora recuerdo: empezaron á notar rarezas en sus informes, y extrañísimas teorías traducidas del alemán.

Don Pedro Miquis no participaba de esta inquina, y en las cartas á su hijo solía poner un párrafo como éste: «No dejes de visitar con frecuencia á la tiíta Isabel, y aguántale sus rarezas.

Alejandro nunca le pidió explicaciones de estas rarezas, porque siempre que la Godoy ponía de oro y azul á sus enemigos, él, entre avergonzado y colérico, no chistaba.

Alejandro no daba gran importancia á estas razones, porque tenía en muy poco el juicio de doña Isabel, y las juzgaba rarezas y tonterías.

¡Cuánto he envidiado después, al presenciar escarceos oratorios, la enorme ventaja que llevan en la lucha por la vida esos hombres privilegiados que no necesitan tener razón para ser oídos y hasta aplaudidos! Pero aparte las citadas rarezas, Ballarín era benemérito maestro a quien respetábamos y venerábamos.

Rarezas de artista.

Anima a tu madre: temo que con sus rarezas sea capaz de no ir.

Dijéronme que, después de casada, las rarezas de mi prima habían tenido alguna ligera modificación.

Dijéronme que, después de casada, las rarezas de mi prima habían tenido alguna ligera modificación.

No dejará Galindo de admirar las citadas rarezas, con toda la expresión que cabe en su estilo lento y suave, y en su cara impasible; pero hombre que ha corrido y visto tanto, no puede estar sin algo que citar a propósito de rarezas; y no lo está en efecto; y saca un grueso anillo de uno de sus dedos, y se le presenta a la reunión, diciendo: ¿A que no saben ustedes qué piedra es esta?

No dejará Galindo de admirar las citadas rarezas, con toda la expresión que cabe en su estilo lento y suave, y en su cara impasible; pero hombre que ha corrido y visto tanto, no puede estar sin algo que citar a propósito de rarezas; y no lo está en efecto; y saca un grueso anillo de uno de sus dedos, y se le presenta a la reunión, diciendo: ¿A que no saben ustedes qué piedra es esta?

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