23 Adjetivos para describir cántaros

Ya anochecido subía con su cántaro lleno por la cuesta, que en aquel momento estaba sola.

Mientras unos carreteros aguardaban en el fielato, otros avanzaban hacia Madrid, con cántaros vacíos, en busca de la fuente más cercana.

Cuando llegó la tarde del otro día, las muchachas encontraron un cántaro roto al borde de la fuente de la alameda.

Por la calle de San Bartolomé pasaba una mujer cargada con enorme cántaro de leche.

Noté también que su voz parecía salir del hueco de un cántaro muy hondo, y sonaba como lejos...

1600 DON JUAN Es el cántaro pequeño, Templará poco el rigor Á los enfermos de amor.

Los perros flacos y lanudos ladran y corretean en torno de las tiendas; las mujeres, con el rostro cubierto por un trapo blanco, van y vienen, llevando sobre su cabeza un cántaro derecho, ó hunden sus brazos gordos y tostados en la harina amasada, preparando el pan para el día siguiente y haciendo sonar á cada movimiento los pesados brazaletes de cobre.

Al un lado estaba un banco de tres pies, y al otro un cántaro desbocado, con un jarrillo encima, no menos falto que el cántaro; a otra parte estaba una estera de enea, y en el medio, un tiesto, que en Sevilla llaman maceta de albahaca.

Al siguiente día se recogieron las redes y se vació el cántaro electoral, todo bajo los auspicios de Pastrana; jamás el Marqués había tenido tamaña cosecha de votos y salmones.

Al un lado estaba un banco de tres pies, y al otro un cántaro desbocado, con un jarrillo encima, no menos falto que el cántaro; a otra parte estaba una estera de enea, y en el medio, un tiesto, que en Sevilla llaman maceta de albahaca.

Suerte fué, y grande, que Filemón, en su sorpresa, no dejase caer el cántaro milagroso.

Su cara reflejaba la concupiscencia en que ardía; sus ojos se cerraban, para mantener por más tiempo la deslumbradora visión: un río de oro deslizándose con suave murmullo, y él, en la orilla, llenando sus cántaros, tan numerosos que no podían contarse.

Estos aguadores suelen llevar, como sus colegas de Oriente, un cántaro poroso a la espalda con un grifo para sacar el agua y una especie de caja de hoja de lata sujeta a la cintura con una correa, donde coloca los vasos y los azucarillos o panales, una mezcla de azúcar y clara de huevo que los españoles echan y disuelven en el agua.

Las que ya habían llenado sus cántaros sentábanse en los bordes de la balsa, con las piernas colgando sobre el agua, encogiéndolas luego con escandalizados chillidos cada vez que algún muchacho bajaba á beber y miraba á lo alto.

Léalo la juventud, amorosamente; llévelo consigo, como preciosa joya, sobre su corazón; póngalo al alcance de su mano, junto a su lecho de reposo; y a toda hora, y en todas partes, como si fuera un cántaro de fecundas simientes que volcara sobre surcos abonados, viértalo en los espíritus, con la esperanza de que esas simientes habrán de florecer en no lejano día en abundante raudal de sublimes ejemplos cívicos y patrióticos.

Una fila de pucheros desportillados pintados de azul servían de macetas sobre el banco de rojos ladrillos, y por la puerta entreabiertaah, fanfarrónveíase la cantarera nueva, con sus chapas de blancos azulejos y sus cántaros verdes de charolada panza: un conjunto de reflejos insolentes que quitaban la vista al que pasaba por el inmediato camino.

Encima del cantarero se yerguen cuatro cántaros, y encima de cada cántaro, acomodadas en su ancha boca, cuatro alcarrazas que rezuman en brilladoras gotas.

Así es que no tenía ya más mérito que cualquier otro cántaro viejo y rajado.

La moza que desde niña trabaja, anda mucho y va a la fuente que está en el ejido, volviendo de allí con el cántaro lleno, apoyado en la cadera, o con la ropa lavada por ella en el arroyo, es fuerte, pero no gorda.

Pero este alejamiento no podía prolongarse para los novios impacientes, y un domingo por la tarde, Roseta, inactiva, cansada de pasear frente á la puerta de su barraca y creyendo ver á Tonet en todos los que pasaban por las sendas lejanas, agarró un cántaro barnizado de verde, y dijo á su madre que iba á traer agua de la fuente de la Reina.

Una fuente de brocal gastado, en torno de la cual unas cuantas mujeres calladas, han dejado, en el suelo, sus cántaros blancos.

Si no recuerdo mal, Juan de Timoneda, en su Patrañuelo, modifica algo el cuento y lo atribuye á Carlos V. En lugar de una aguja pone un cántaro de angosta boca; y lo que allí eran guisantes son ahora garbanzos.

En otras provincias, muerto el señor, en los cerros altos hacen muy hondas las sepulturas, despues de hechos muchos lloros meten dentro el cuerpo, envuelto en mucho número de mantas las más ricas que poseia, y á una parte sus armas, y á otra mucha comida, y capaces cántaros de vino, y sus plumajes y joyas de oro, y á los piés echan algunas mujeres vivas, las más hermosas y queridas suyas.

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