251 colocaciones para flotar

levantaba su chimenea amarilla por la que se escapaba un ligero penacho de humo: En el palo de popa flotaba la bandera inglesa y el movimiento de la tripulación en el puente indicaba que el navío tenía sus calderas encendidas y estaba pronto á marchar.

Encima de los árboles flotaba una nube roja que la sombra hacía más intensa.

* * * * * La aldea se compone de unas 25 ó 30 chozas miserables, diseminadas sin órden alguno sobre el plano arenoso de una vega circundada de altísimos bosques, y en toda el área del pobre caserío multitud de palmas de cocotero hacen flotar al viento sus rizados plumajes.

sin perder un ápice de su dignidad, de su gravedad ni de su gracia, subió como una ardilla al travesaño más alto, mientras el manteo flotaba ondulante a su espalda.

El sol trasponía los montes vecinos, la niebla de la tarde flotaba como un velo de gasa azul, y solo el monótono ruido del agua interrumpía el alto silencio.

Yo te veo en el rayo delicado con que flota la luna en el vacío, y en las hojas del lirio perfumado cuando esconde una gota de rocío.

Así como el aceite sobrenada en el agua sin penetrar jamás en ella, así la idea de cantidad flotaba sobre el espíritu de Alejandro, saturado de poesía, de ideales.

El sol sesgaba el ambiente en que parecía flotar polvo luminoso, detrás del cual aparecía el Corfín con un tinte cárdeno.

El ave mecánica se desplomó herida, flotando algunos momentos sobre la copa azul del puerto, mientras las matronas reservistas se salvaban á nado.

¡Cómo!dijo el oficial, ¡aun vive el impío! ¡fuego, pues, por Santiago! Tres disparos de carabina partieron a la vez; el hábito azul del reverendo flotó un instante, y después ya no se vio nada, nada... ni caballos, ni hombres, ni fraile

En el ambiente flotaba ese olor pesado, ese sabor á polvo y humedad de todas las piezas largamente cerradas.

La situación era, pues, desesperada, de naufragio irremediable, flotando los cuerpos entre las bravas olas, sin tabla o madero a que poder agarrarse.

Otras veces flotaba sobre las aguas de los lagos tan diáfana y tan fresca como ellos, y se anegaba en su fondo, y fuego se elevaba como un vapor y discurria por los bosques y por las praderas, corriendo tras las mariposas.

En la superficie flotaba un trozo de hierba marina, que al macerarse en el agua, quedaba como un ramito de filamentos plateados, una pluma de gaviota o un trozo de corcho.

Sobre las aguas ligeramente enrojecidas por el resplandor sangriento del cielo, flotaba la imagen del último santo.

El agua estaba quieta, tranquila; veíanse flotar en la argentada superficie grandes pedazos de hielo, semejantes a cristalinos sillares que espantable tormenta hubiese arrancado a los palacios de la sumergida ciudad de Is.

Además, en el agua, flotaban cadáveres de otros sapitos, a los cuales iban adheridos por la trucha los renacuajos.

Los supersticiosos creen que las jóvenes, que bañan esa noche sus pies en un barreño de agua, y dejan flotar sus cabellos al capricho de los vientos, averiguan por ciertas señales quién ha de ser su esposo.

Cerca de la superficie flotaban las medusas, sombrillas vivientes de un blanco opalino, con borde circular lila ó rojo tostado.

Durante mucho tiempo flotó en mis sueños la visión nebulosa de aquel día, con un vago sabor de lágrimas y de sonrisas.

] Sobre aquel revuelto océano de cantares de guerra, rumor de martillos que golpeaban los yunques, chirridos de limas que mordían el acero, piafar de corceles, voces descompuestas, risas inextinguibles, gritos desaforados, notas destempladas, juramentos y sonidos extraños y discordes, flotaban á intervalos como un soplo de brisa armoniosa los lejanos acordes de la música del sarao.

Así pasaba largas horas de la noche, primero inmóvil, inquieta después á causa del febril insomnio, hasta que la vencía el sueño ya cercano el amanecer, y sobre el lecho tranquilo, flotaba su respiración.

En vez de ellas, tropezaron sus ojos al pasar por la ventana con los almenados riscos de la Peña Mayor, que flotaba á lo lejos en el éter azul.

otros flotaba sobre la atmósfera del sagrado recinto un murmullo apagado de rezos rápidamente dichos, y de cuando en cuando se oía hacia el exterior rodar de carruajes y tañer de campanas: hubo un momento en que, al levantar los que entraban el cortinón de la puerta, se oyó la música profana de un organillo que tocaba en la calle el brindis de La Traviata.

En tales momentos, se diría que nuevas voces, ya fuertes, ya suaves, se mezclaban con los gritos de la multitud abigarrada; gritos aislados flotaban a veces sobre el ruido general, semejantes a copos de espuma sobre las olas: risas nerviosas, histéricas, fragmentos de canciones, juramentos furiosos.

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