42 oraciones de ejemplo con comilonas

candidatos, y estos por su parte menudean las comilonas entre los votantes.

Para Praschcu la guerra no era más que una serie de comilonas y de borracheras.

En la casa de D. Acisclo se renovaron las comilonas, las fiestas espléndidas y todo el lujo de que ya se había hecho gala la primera vez.

No por eso había menos corros de baile y canto, menos puestos de rosquillas y jinetes, menos meriendas y comilonas.

En festividades determinadas, y con venia de sus amos, se reunían allí para celebrar jolgorios y comilonas a la usanza de sus países nativos.

¡Adiós comilonas y agasajos, el trato con los ricos, todo lo que le hacía ser mirado con envidia por sus antiguos compañeros cuando se dignaba subir á las canteras acompañando á los contratistas!

Asistió a grandes comilonas, con detrimento de su estómago, bebió champagne, fumó cigarros y rompió botellas.

Tendrían pocos, pero buenos amigos; no darían comilonas.

Bien verá usted señor Doctor que no llegan estas comilonas de Sevilla al punto que otras famosísimas, por usted y otros ilustres ingenios dadas á luz.

En resumen; durante todo el siglo XV redujéronse los regocijos y fiestas populares á juegos de cañas y de sortijas, toros, torneos, procesiones lucidísimas en que tomaban parte los gremios con sus banderas, danzas de espadas, y comilonas en que la fruta y el vino blanco derrochábanse, como aconteció cuando el bautizo del Príncipe D. Juan, hijo de los Reyes Católicos, pues entonces el Concejo gastó 12979 mrs.

No contentos con haber matado a la tripulación china ni con haberse apoderado de los depósitos de trépang, que debían proporcionarles abundantes comilonas, parecían querer apoderarse también de los últimos supervivientes y del junco, creyéndolo cargado de víveres, y, sobre todo, de licores.

El confesor dió cuenta inmediatamente; fuí llamado, insistí y recogí por premio de mi lealtad de conciencia pasar en el encierro los tres días de comilonas y huelga que sucedían a la comunión.

Me acuerdo de mis pintorazos holandeses, de sus comilonas, de sus trapatiestas y fumaduras, kermesses y tabernas; de los burgueses empavesados con trajes de gala, de su realidad, de su tremenda verdad, y... siento la náusea, el esguince.

Las comilonas se suceden entonces con frecuencia y abundancia increíbles; las cocinas pierden su medrosa oscuridad, iluminadas por «ramayos» crepitantes, y detonan y esplenden como volcanes; sacrifícanse allí vacas enteras, aves a montones, lechoncillos y corderos; los manteles no se levantan, no reposan los jarros de vino ni se disipa el humo de los cigarros.

Hasta hay cortesanas ó etéreas que, sin duda, por muy golosas y comilonas, se llaman Gnatenas.

En todos ellos se daban comilonas, bailes y giras campestres en su obsequio.

Disiente de esta opinión otro cronista no menos grave, el Arcipreste Florián, autor de la Selva de Comilonas y Laberinto de Tertulias, que fija en el día de Reyes la primera comida de etiqueta que dieron las ilustres damas en su domicilio de la calle de Silva.

¡Cuánto mejor reunirlo todo, para emplearlo en nuevos arbitrios, viviendo con un modestísimo pasar, sin comilonas, que siempre perjudicaban á la salud, y vestido con sencilla decencia, por un sastre habilidoso, de esos que vuelven la ropa del revés! Esto era lo lógico, y lo procedente, y lo que se caía de su peso.

Comedias, si las hay; juegos de karahay, de anillo, comilonas y bailes.

Bailes en la Casa-Real, comilonas en el tribunal de la cabecera y otros regocijos por todas partes, completan la fiesta.

En seguida se incorporan los recien casados y todos los que asistieron á la boda, á la comitiva de las viejas, enderezando sus pasos á la casa, donde ha de celebrarle el enlace con comilonas.

Humillado el viejo padrino de Isio, se mordía los labios, no podía hablar de despecho y de vergüenza; al paso que los del opuesto bando celebraban su triunfo con comilonas, libaciones de basi (vino) y animadas tertulias.

En las comilonas de los reyes, a veces se sazonaban con veneno los magníficos platos como por variar, como por conseguir que en vez del monótono «¡Qué exquisito!» se tornase pálido el comensal y echándose mano a la barriga dijese: «¡Yo me muero!»

¡Dar bailes y comilonas, y deber la escarola!

¡Si él hubiera sido párroco! ¡Qué tragos, qué pitanzas, qué comilonas! * * * * * Vino la morcilla, con las fabes y el llacón y la sidra.

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