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Aunque el rebelde Catari, desde el pueblo de Macha, aparentaba sumision y respeto á la autoridad de la Real Audiencia, no se ignoraba que secretamente escribia cartas, convocando las provincias para una general sublevacion, coligado con el principal rebelde José Gabriel Tupac-Amaru, indio cacique del pueblo de Tongasuca en la provincia de Tinta, del vireynato de Lima, quien pretendia ser legítimo descendiente de los Incas del Perú.

Pocas veces se habrá visto desolacion tan terrible, ni fuego que con mas rapidez se comunicase á tantas distancias, siendo digno de notar, que en 300 leguas que se cuentan de longitud, desde el Cuzco hasta las fronteras del Tucuman, en que se contienen 24 provincias, en todas prendió casi á un mismo tiempo el fuego de la rebelion, bien que con alguna diferencia en el exceso de las crueldades.

El Corregidor, cuidadoso con estas públicas amenazas, é insolentes pretensiones: obraba vigilante en la averiguacion y pesquiza de los autores, pero por mas exactas diligencias, así judiciales como extrajudiciales que practicó, nunca pudo saber la verdad para castigar á los delincuentes, á fin de mantener á todos con la quietud y buena armonia, á que siempre propendió desde el ingreso á su corregimiento.

Con estos estragos no quedaban por el Rey, desde el Tucuman hasta el Cuzco, mas que las ciudades de la Plata y la Paz, que las villas de Potosí, Cochabamba y Puno; porque en la provincia de Chucuito habian sido semejantes los robos y muertes de los españoles y sacerdotes, habiendo sentido tambien en la de Mizque algunas turbaciones que dieron no poco cuidado.

Pero conociendo que por aquel medio eran inutiles sus diligencias, intentaron minarlo, sufriendo un fuego continuo, que se les hizo desde el castillo: á pesar del que, hubieran conseguido su intento, sino sale á socorrerle con un piquete el ayudante mayor, D. Francisco Castillo, reforzado con los rejones que mandaba D. Juan Monasterio, que lograron rechazarlos á mucha distancia.

Sus principales esfuerzos se dirigian á las trincheras que mandaban D. Francisco Barreda, D. Juan de Monasterio y D. Juan de Cáceres, porque reconocieron desde el dia antecedente, que ya estaba abandonado el Castillo de Santiago, cuyo fuego las ponia á cubierto, é impedia á los rebeldes acercarse demasiado á ellas; como lo egecutaron avanzando repetidas veces con obstinacion, sin embargo de haber sido siempre rechazados.

D. Antonio Urbina hizo tambien un fuego continuado desde el Castillo Guansapata, que fué de mucha utilidad, particularmente para impedir que la multitud de indios, que intentaban forzar las trincheras que mandaba Barreda y Monasterio, lo consiguiesen.

Desde el reducto situado en las cuatro esquinas de la casa del cacique D. Anselmo Bustinza, se les hizo fuego con un cañon fundido á su costa, con el que se defendia parte de la campaña que se descubria por aquel lado, y no solo contuvo á los sitiadores, sino que tambien libertó del incendio á todo el barrio, desgracia que habia sufrido el del Tambo de Santa Rosa, por estar distante de la defensa.

El capellán sale, y el doble de la campana que resuena en la sala desmantelada, detiene por un momento aquel expolio a que se entregan desde el comienzo de la noche los cinco bigardos.

El cielo, que desde el amanecer se mantuvo cubierto y nebuloso, comenzaba á obscurecerse á medida que el sol, que antes transparentaba su luz á través de las nieblas, iba debilitándose, cuando, con la esperanza de ver su famoso castillo como término y remate de mi artística expedición, dejé á Litago para encaminarme á Trasmoz, pueblo del que me separaba una distancia de tres cuartos de hora por el camino más corto.

] II Tenéis la color quebrada; andáis mustio, y sombrío; ¿qué os sucede? Desde el día, que yo siempre tendré por funesto

Éste, después de coordinar sus ideas, prosiguió así: Desde el día en que á pesar de tus funestas predicciones llegué á la fuente de los Álamos, y atravesando sus aguas recobré el ciervo que vuestra superstición hubiera dejado huir, se llenó mi alma del deseo de la soledad.

Antojábaseme al verla tan diáfana y luminosa que no era una criatura terrenal, sino un espíritu que, revistiendo por un instante la forma humana, había descendido en el rayo de la luna, dejando en el aire y en pos de la azulada estela que desde el alto ajimez bajaba verticalmente hasta el pie del opuesto muro, rompiendo la obscura sombra de aquel recinto lóbrego y misterioso.

Aún testifican la verdad de mi relación algunas informes ruinas que, cubiertas de jaramago y musgo, se alcanzan á ver sobre su cumbre desde el camino que conduce á este pueblo.

Pero no es esto todo... Las pasiones, atributos de la tierra y del cielo, y de las cuales ningun poder, ningun ser está esento, desde el gusano hasta las sustancias celestes, las pasiones han devorado y han hecho de él un objeto tan miserable, que yo, que no puedo esperimentar la piedad, perdono á los que la sienten en su favor.

Creí ver á todos los héroes que ya han pasado y á todos los soberanos coronados que todavía gobiernan nuestras almas desde el fondo de sus sepulcros....

Las palabras del sabio le fueron revelando todo lo ocurrido en esta tierra extraordinaria desde el atardecer del día anterior.

Usted se irá dando cuenta, Gentleman-Montañacontinuó, de que ha llegado á un país diferente á todos los que conoce, una nación de verdadera justicia, de verdadera libertad, donde cada uno ocupa el lugar que le corresponde, y la suprema dirección la posee el sexo que más la merece por su inteligencia superior, desconocida y calumniada desde el principio del mundo....

Además, la comunicación va á quedar interrumpida entre nosotros desde el momento que usted recobra la posición vertical, aislándose en su grandeza inútil.

El público, ya que no podía verle, concentraba su curiosidad en todo lo que era de su pertenencia, y por esto desde el amanecer se aglomeró en torno del palacio del gobierno para contemplar la llegada de los objetos extraídos del navío del Hombre-Montaña, que los buques de la escuadra del Sol Naciente habían remolcado el día anterior.

Escapó Flimnap por unos pasillos poco frecuentados, temiendo tropezarse con los periodistas, que iban á la zaga de él desde el día anterior pidiéndole noticias frescas.

Desde el momento que Ra-Ra era él, y Momaren era mistress Augusta Haynes, resultaba natural que el joven universitario sólo pudiera parecerse á una persona....

Adivino desde aquí que su cochecito tirado por los tres hombres-caballos debe estar rodando á través de la capital desde el principio de la mañana.

Después de haber hecho huir á los policías, y mientras su servidumbre medrosa escapaba también fuera de la vivienda, Ra-Ra le habló desde el fondo del bolsillo que le servía de refugio.

El orador no había sido nunca amigo del Hombre-Montaña; lo hacía constar desde el principio de su discurso.

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