61 oraciones de ejemplo con encabritar

» Pero ustedes se encabritan con aquello, y contestan: «No, camarada, aquí no entra usted.

Pasaban lujosos equipajes, camino de Palermo; en la calle, demasiado estrecha, no había espacio para todos: al lado de elegante victoria, marchaba enorme carromato, cargado de cajones, o de pipas o de sacos, dando tumbos en los baches del empedrado, con espantoso chirriar de ruedas; se encabritaban los caballos, juraban los cocheros, y había linda cabeza que se asomaba a la portezuela, con inquietud o impaciencia.

Cuando el día era gris, el mar espumeante, el cielo bajo y la atmósfera brumosa, se esparcían y encabritaban como un tropel de corderos obscuros y asustados.

Hubo, pues, de parar en seco a dos pasos de y los dos caballos, jadeantes, cubiertos de espuma se encabritaron como si hubieran tenido el sentimiento de que sus jinetes querían pelear.

venían los tres Reyes Magos en caballitos que se encabritaban, particularmente el del rey negro Melchor que parecía iba á atropellar á los de sus compañeros.

Pero los nervios se le encabritaron; aquel maldito freno que su ser íntimo ponía fatalmente a su palabra le apretó de súbito con soberana fuerza, y de sus labios, como espuma que salpica de los del epiléptico, salpicaron estas dos palabras: «Vaya, vaya».

«Qué... ¿te encabritas?

Pero sus ideas tradicionales se encabritaron ante estos escrúpulos.

Los famosos caballos de Lissippo, los cuatro corceles de bronce dorado que se encabritan en la fachada de San Marcos de Venecia, son un recuerdo de este gran saqueo.

Volvían luego los arpegios prolongados y ruidosos, y las notas se encabritaban unas sobre otras como disputándose cuál ha de llegar primero.

¡Vaya un tiempo! Golpe va y golpe viene, la Garbosa tan pronto se encabritaba casi vertical sobre la cumbre de una ola, como se arrojaba de cabeza en las profundas y sombrías hendiduras, en cuyo fondo agitaban los remolinos sus giratorios centros, que parecían los traidores ojos del abismo.

¡Perra mar!... ¡Chochino Levante! Y el Retor, enfurecido, insultaba á las olas, y en su desesperación las escupía, mientras la barca tan pronto se encabritaba hasta ponerse derecha, como se arrojaba proa abajo en los hirvientes remolinos.

Los rugidos del wagneriano metal, galopando en la loca cabalgada de las Walkyrias, hacían estremecer las columnatas de mármol y parecían dar vida á los cuatro caballos dorados que en la cornisa de San Marcos se encabritaban sobre el vacío con mudo relincho.

Ora retrocedia si queria hacerlo avanzar, y ora avanzaba si deseaba detenerlo; ya bajando la cabeza despedia coces, ya por fin se encabritaba receloso.

Corría a escape tendido por medio de la pradera, ensangrentando con las espuelas los ijares de su caballo, que se encabritaba a impulso del dolor, profiriendo maldiciones ahogadas, y dirigiendo en torno suyo unas miradas tan feroces como las de una fiera cuando anda en busca de una presa.

Las campanas no cesaban de repicar; cruzábanse coches y calesas cuyos caballos á veces se espantaban, encabritaban, se ponían de manos, lo cual, sin embargo de no figurar en el programa de la fiesta, constituía un espectáculo gratis y de los más interesantes.

Volvían luego los arpegios prolongados y ruidosos, y las notas se encabritaban unas sobre otras como disputándose cuál ha de llegar primero.

Iturbide tenía una arrogante figura, elevada talla, frente despejada, serena y espaciosa, ojos azules de mirar penetrante, regía con diestra mano un soberbio caballo prieto que se encabritaba con orgullo bajo el peso de su noble jinete, y que llevaba ricos jaeces y montura guarnecidos de oro y de diamantes.

Se encabritan los caballos, y corren por el campo con largo relincho, el belfo palpitante, afrontados los ojos, levantada la crin.

Era en efecto resto de dos docenas de platos traídos por doña Micaela, la madre del marqués, que debían formar parte de alguna soberbia vajilla hecha para un Pardo virrey ó magnate: tenía en el centro el escudo de los Pardos de la Lage dividido en dos cuarteles; en el de la derecha se encabritaban dos leones rampantes en campo de gules, y en el de la izquierda otro león y cuatro cruces de Malta en campo de oro.

Estas nieblas, ahora rompidas por la miseria, no eran sino trágicos girones; estas cumbres, fulminadas por el dolor, ardían; estos orgullos, enfrenados, se encabritaban como potros cerriles.

Presentaban arrogantes figuras haciendo encabritar sus corceles, sin más guía que el freno, montándolos en pelo, oprimiendo sus hijares con las rodillas.

Una triple fila de columnas sostenían el frontón, en cuyos ángulos se encabritaban algunos caballos de piedra de grosera labor.

En el momento de doblar el carruaje una esquina próxima a una fuente, una de las ruedas dió un salto, cientos de gargantas lanzaron un alarido, y los caballos recularon y se encabritaron.

Los jabalíes, de prolongados colmillos, mataban á sus propios aliados, y cuando las flechas teñidas en sangre se quebraban en su cuerpo, con nueva irritación hacían destrozos entre infantes y caballeros: en vano era que los corceles para evitar las dentelladas de esas fieras se encabritaran, porque pronto sucumbían con las extremidades posteriores destrozadas.

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