¡Qué momentos tan llenos de sentimiento los que se mezclan con los pausados ecos de la oración de la tarde! La esquila que en el sombrío torreón produce los sonidos de la oración vespertina, vibra en el mundo del sentimiento con una forma extraña; tiene un no sé qué indefinido, misterioso, incalificable.

Aquí un chirrido áspero; allí un chasquido semejante al que hacemos con la lengua; allá lastimeros murmullos; más lejos un son vibrante parecido [20] al de la esquila suspendida al cuello de la res vagabunda.

Una esquila se queja en los brazos del viento como un poeta triste, eternamente atado al buey de la materia, sin luz ni sentimiento.

Se oye el traqueteo persistente de un carro; tintinea a intervalos una esquila.

Ya se borra el paisage entre las nieblas: Callada está la atmósfera tranquila: El insecto murmura en las tinieblas, Y se oye el éco de lejana esquila.

El tambor redobla alegremente; la gaita grita; la novilla ofrecida á la Virgen brinca y juguetea haciendo sonar la esquila que lleva al cuello.

La pregonera vocinglería de la esquila de vuelta, cercana ya, ya distante, resuena en el cielo de la mañana de fiesta como si todo el azul fuera de cristal.

JELI EL PASTOR Jeli, el guardián de caballos, tenía trece años cuando conoció a don Alfonso, el señorito; pero era tan pequeño, que no alcanzaba a la panza de la "Blanca", la vieja yegua que llevaba la esquila de la piara.

También pasan precipitadas y saltonas las cabras y las meditabundas burras de leche, que al despuntar el sol llaman con su áspera esquila á la puerta del tísico.

La procesión, que unos ven con inefable sentimiento y otros con frío pavor, avanza al son de la esquila que agita un niño, el mismo á quien Monina llamaba Guru, y sale por el pórtico, donde unos la despiden de rodillas, otros la acompañan con la cabeza descubierta.

Lara me hacía fijarme en la poesía de estas cosas, en el sonido de una esquila, en el toque de la campana, en el rebaño de cabras que se esparcía por un pedregal.

Estalló, como he dicho, el cohete en los aires, y casi en el mismo instante resonaron las campanas de la Abadía, mezclándose el agudo son de la esquila con la hueca salmodia del fabordón, para anunciar á los habitantes de Ficóbriga el felíz suceso.

Las pálidas figuras del cuadro se movieron sin ruido, y rodó solitario en la estancia el son de la esquila parroquial, que aún contaba las fúnebres posas... [Illustration] [Illustration] XXIII PAÑO DE LÁGRIMAS —¡AYMÉ! —¿Qué le pasa, tía Gertrudis? —Estoy cansosa, niña.

Llegas, tiras de la campanilla y ésta no se da por entendida; sigues tirando cada vez más fuerte, hasta que al fin oyes el eco perezoso de una esquila ó timbre que allá dentro repica de mala gana.

; claros arroyillos surcan la tierra, y resuena, como en Mayo, el gorjeo de las aves, que acompaña el tilinteo de la esquila y el cántico de los pastores, recostados bajo los terebintos y los cedros, siempre verdes.

La vaca matrona rumiaba al pie del roble; temblaba la esquila, y el humo aldeano y azul sujetaba el cielo á la tierra.

A poco el resoplar del vapor, la esquila de la máquina, el ruido de las ruedas y el humo, envolvieron el ruidoso tren, huyendo un conjunto del que quedaban desgarrados girones de humo, que disipó el viento....

Era sumamente pobre, cuidaba de la majada a un tanto por ciento en las crías, y sólo cuando vendía la lana de la esquila, hacíase de algún dinerillo para yerba y azúcar.

Llegaron a la plazuela de las Descalzas, y las luces, tras el triste lamento de la esquila, guiándose como un rebaño de espíritus, místico y fúnebre, subieron calle arriba por la de Cereros.

, y Pinín y Rosa, los niños gemelos, los hijos de Antón de Chinta, teñida el alma de la dulce serenidad soñadora de la solemne y seria Naturaleza, callaban horas y horas, después de sus juegos, nunca muy estrepitosos, sentados cerca de la Cordera, que acompañaba el augusto silencio de tarde en tarde con un blando son de perezosa esquila.

Un sábado de julio, al ser de día, de mal humor Antón, echó a andar hacia Gijón, llevando la Cordera por delante, sin más atavío que el collar de esquila.

Se la hizo una señal en la piel y volvió a su establo de Puao, ya vendida, ajena, tañendo tristemente la esquila.

Después no quedó de ella más que el tintán pausado de la esquila, desvanecido con la distancia, entre los chirridos melancólicos de cigarras infinitas.

Adióscontestó por último, a su modo, la esquila, perdiéndose su lamento triste, resignado, entre los demás sonidos de la noche de julio en la aldea... * * * * * Al día siguiente, muy temprano, a la hora de siempre, Pinín y Rosa fueron al prao Somonte.

Despreciado, humillado, no abrió su boca, fué conducido á la muerte, como va la oveja al matadero; como un corderito que está mudo delante del que le esquila, no abrió la boca.