4404 oraciones de ejemplo con raza

Era el animal de pura raza española, y hacíale el jinete piafar, caracolear, revolverse, con gran maestría de la mano y la espuela; como si el caballo mostrase toda aquella impaciencia por su gusto, y no excitado por las ocultas maniobras del dueño.

El ama no desmentía su raza por la anchura desmesurada de las caderas y redondez de los rudos miembros.

Unicamente el mar está habitado, y por una raza buena y apacible.

No existe la menor relación entre esa apacible raza de mamíferos que, lo mismo que nosotros, tienen la sangre roja y leche, y los monstruos de la edad precedente, horribles abortos del primitivo fango.

Por ella empieza una juventud toda reciente en la Naturaleza, por ella una llama de deseo, el amor, y el amor de familia, de raza que, propagado por el hombre, producirá el divino remate de la vida, la Piedad.

Una raza desgraciada, la de los campesinos polacos, ha visto brotar de su corazón el sentido, la inteligencia del desterrado mudo, refugiado en los lagos de la Lituania, habiendo pasado á ser proverbial entre ellos que «la persona que hace llorar al castor nunca será afortunada.

Nada queda de las grandezas de tan ilustre raza, y aun se teme que por falta de puntualidad en satisfacer derechos de lanzas y medias anatas, haya caducado el título que ostentaron, y cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos.

Fundándose en raíces de palabras, cuyos tallos nadie conoce, dicen algunos que el origen de la raza no va más allá de la primera colonia fenicia, y hay quien afirma que lo de Almendrilla viene de un enorme peñón, así llamado, que sobre la cabeza de los moros dejó caer un Tumbaga desde las fragosidades en que D. Pelayo rechazó a los hijos del África.

Podía tener 60 años de edad, aunque aparentaba más, porque ya empezaba a blanquearle el cabello, cosa que en las gentes de color suele suceder más tarde que en las de raza caucásica.

Así es la verdad; sólo que, como de raza híbrida, no hay que fiar mucho en su virtud.

Y he aquí la clave para descifrar el por qué de su afición a los blancos y de su esquivez para con los hombres de su propia raza.

Especialmente no se cree, ni se espera tampoco, que las de la raza mezclada sean capaces de guardar recato, de ser honestas o esposas legítimas de nadie.

En concepto del vulgo, nacen predestinadas para concubinas de los hombres de raza superior.

Era un perfecto ejemplar de la raza mongólica.

Si la raza canina convocase un parlamento, el Canelo sería indudablemente el candidato indicado para aquel distrito.

Tambien se sostenia que en libertad y sin el cuidado de sus amos, los esclavos se tornarian en vagos y disolutos, expuestos al hambre y la muerte; de modo que pronto la raza seria exterminada.

LA RAZA "La dama errante", 3 ptas.

Toda la raza latina era una raza despreciable.

En cuanto a Quoniam, después de haber desollado concienzudamente los tigres y sus cachorros, se había tendido delante del fuego, y hacía dos horas que dormía con un sueño profundo y con esa indiferencia indolente que caracteriza a la raza negra.

Algunas veces, atravesando el desierto en toda su extensión, aquel enemigo implacable de la raza roja se deslizaba dentro de las aldeas, las incendiaba durante la noche cuando cada cual se hallaba entregado al sueño, y entonces hacía una matanza espantosa asesinando a cuantos encontraba: mujeres, niños, ancianos, nadie quedaba exceptuado.

Es indudable que aquella gente de raza enemiga, de poco firmes creencias, distinta de nosotros en usos y leyes, ofrecía muchos peligros, repartida como estaba en las costas meridionales y occidentales del reino, donde tras de no servir para defensa, brindaba con un apoyo probable, cuando no cierto, á nuestros adversarios.

De estos cruces, sabiamente calculados, había nacido una raza de caballos admirables por su tamaño, su acabada traza y su ardimiento, con los cuales su dueño había ganado en los turf de Londres y de París muchos millares de francos.

Juan Francisco acababa de conquistarle, más que con su aspecto, por aquellas contestaciones breves y seguras donde latía, como un fanatismo, ese «amor al caballo» que llena el alma de los jockeys de raza.

Thom ordenaba los cruces que debían mejorar la raza de los corredores, y maravillaba la penetración suprema con que buscaba en los padres las condiciones de agilidad, de voluntad y de fortaleza, que más tarde habían de resplandecer en el hijo.

Para satisfacción del orgullo de raza

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