23 oraciones de ejemplo con rumbosa

Por ello tuve, á mi pesar, que echarme al cuerpo mi ración correspondiente, pues desairarla era, á lo que vi, la mayor ofensa que podía hacerse á la rumbosa prodigalidad de mis tíos.

Esta le embelesaba tanto, que haciendo una calaverada, como él decía, invirtió una parte de la rumbosa gratificación que le hizo el coronel al despedirle en la suscripción a un periódico noticiero y baratito, que no le faltó un solo día después de llegar a su casa.

Por la tarde tendrían música en la plaza; y la rumbosa viuda pensaba ya con placer en el «brillante» aspecto que presentaría su salón, bailando las niñas y sus amiguitas, mientras las mamas pasarían al comedor a tomar un chocolate digno del esplendor de la familia.

En casa de doña Manuela, terminado el espectáculo público, había su poquito de fiesta, sin duda para amenizar el chocolate «suntuoso» que la rumbosa viuda daba a sus amigos.

Tal semilla de piedad postiza y rumbosa habían dejado los PP.

La gente profana decía, entre admiración y broma, que jamás había habido en el mundo aventurera más rumbosa, ni más bizarra y espléndida mujer galante.

Por eso no quededijo la Diega, rumbosa.

» Y entonces, amigo mío, no me remuerde la conciencia por ser dueño de lo que no merezco, y hasta me felicito de no haber opuesto mayores resistencias que las que opuse a la rumbosa dádiva de usted.

La ama de la casa, mulata rica y rumbosa, llamada Mercedes, celebraba su santo en unión de sus amigos particulares, y abría las puertas para que disfrutaran del baile los aficionados a esta diversión y contribuyeran con su presencia al mayor lustre e interés de la reunión.

A poder de tiempo, de industria y de economía, viviendo entre gente rica y rumbosa, que visitaban personajes notables, logró Dionisio reunir dinero suficiente para coartarse, quiere decir, para fijar el precio en que se le vendería, si lo vendían, dando a su amo diez y ocho onzas de oro, o 306 duros.

Corren los simones, insultándose los cocheros de pescante a pescante sobre cuál pugna por adelantarse, y a las ventanillas asoman entre bocanadas de humo, ya el rostro moreno y bigotudo del madrileño de los barrios bajos, ya la carnicera rumbosa cargada de joyas anticuadas, que ciñe a sus hombros el rico pañolón de colores brillantes.

Dada la señal por la presidenta, que era una señora guapetona, muy rumbosa y muy dadivosa, aparecieron en el redondel las tres cuadrillas al son de una marcha española tocada por la banda de un batallón: cada cuadrilla se componía del espada, tres banderilleros y los correspondientes monos sabios: estaban suprimidas las picas.

¿Le gustan a usted esas aigrettes?...manifestó Refugio, gozosa de poder ser rumbosa con ella.

Y le habrás dicho: ¡Adiós, rumbosa! ¿verdá ?...

El embarazo de madame Avellaneda fué un suceso de importancia para el sacristán de San Sulpicio y el cura español que la confesaba, pues la opulenta señora, que por primera vez se veía en tan apurado trance, no vaciló en mostrarse rumbosa con la corte celestial, y pocos fueron los santos del almanaque que quedaron sin misas ni novenas, pagadas a buen precio.

Había que tener contenta a tan rumbosa parroquiana del buen Dios.

Se respira un ambiente de bienestar: la anchura de la vida rumbosa, el dinero que fluye abundante y fácil—en desquite de la rudeza del trabajo.

De nada la servía á ella ser limpia y esmerada y rumbosa, si la otra no la dejaba terreno en que emplearse, ni medios para lucirse, ni ocasión siquiera de pelear contra ciertos resabios de su padre.

¡oh, el generoso prócer!... ¡oh, el sostenedor del Cristianismo!...» Mejor está el tercio disponible en manos eclesiásticas que en manos seglares, de gente rumbosa y desarreglada.

En cada fonda rumbosa, en cada puesto, habia sus arpas, sus bandolones, sus dulzainas y sus flautas.

Don Pedro, con aquella generosidad rumbosa que era la flor tardía, pero lozana, de un honrado carácter, llegóse al pasante, le trajo por el brazo al círculo de amigos y con cariñoso modo le dijo: No tenga usted miedo, Ido.

Don Pedro, con aquella generosidad rumbosa que era la flor tardía, pero lozana, de un honrado carácter, llegóse al pasante, le trajo por el brazo al círculo de amigos y con cariñoso modo le dijo: No tenga usted miedo, Ido.

Era esto tanto mas estraño, cuanto que la señora, sin ser cicatera, no era generosa; sin ser agarrada, no era rumbosa; sin ser codiciosa, no era espléndida; y sin ser ordenada, no era tampoco despilfarrada.

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