62 oraciones de ejemplo con sardónica

Tan opuestas pasiones, batallando dentro de su nerviosa y débil constitución, le hicieron romper en risa sardónica.

A pesar de todo, se encontraba más cómico que trágico, y se echaba a reír, aunque con la risa que apellidan sardónica, no por una hierba, sino porquesegún había oído contarentre los antiguos sardos se reían así los que eran atormentados y quemados de feroz y sardesca manera en honor de los ídolos.

Aplicó el oído al agujero de una cerradura, y después de escuchar con atención, rió con lo que llaman en las comedias risa sardónica.

Su risita sardónica de las sesiones, la calma despreciativa con que afectaba escuchar los discursos de sus contrarios, era pura comedia.

¿Es que usted trata de sustituir a alguna de estas personas? El cómico examinó la punta de su taco y miró después en torno, con aire displicente, y hasta en sus labios pareció dibujarse una sonrisa sardónica.

Era una carcajada sardónica, de inmenso desprecio, que recordaba al joven la risa de Mefistófeles en su infernal serenata a Margarita.

Las puertas principales son de sardónica y asta mezclados para que nadie pueda introducir por ellas veneno, y las menores son de ébano.

Permanecía insensible, mirando con curiosidad á las inmediatas sepulturas, sintiéndose en su interior un monstruoso deseo de burla, no viendo en la muerte más que su mueca sardónica de bufón de la última hora.

Él no tenía fuerzas para continuar: debían purificarse del pasado con una buena amistad; decirse adiós como amantes, sin rencor y sin antipatía, agradecidos mutuamente por la dicha pasada, llevándose, como muertos queridos, los agradables recuerdos... La risa de Concha, nerviosa, sardónica, insolente, cortó la palabra del artista.

Y como entonces no dejaba de aparecerse a su imaginación la noble y dolorida figura de don Álvaro, que venía a pedirle cuenta de sus juramentos y a preguntarle con risa sardónica qué había hecho de su pasión, de aquella adoración profunda, culto verdadero con que siempre la había acatado, sus anteriores sentimientos al punto cedían a los que más fácil y natural cabida habían hallado en su corazón.

Se imagina uno al viejo, riéndose con faz sardónica de ultratumba.

Una sombría y sardónica carcajada salió por entre las barras del yelmo de Tarfe.

Cuando la dije que, por indicación de Valdivia, les acompañaría á París, me miró atentamente, y en sus ojos de venturina derretida, irradiadores, vi lucir una chispa sardónica, cruel.

El niño, tan rosado, ahora tiene carrillos de azucena... Y los dos, arrastrados por el torbellino, fascinados por la mueca sardónica de la Guadañadora, brincan, se contorsionan epilépticos, y corren desbocados hacia la sima central.

Y rompió en una risa sardónica, insultante.

No me diga usted más, todo lo comprendodijo el señor Bordoncillo con una risa sardónica.

dijo Fox con risa sardónica, estoy á vuestras órdenes.

Está V. amabilísimo; el paisaje es magnífico en efecto y sobre todo muy variado, añadió el primero con expresión sardónica que pasó inadvertida a su compañero; sin embargo, continuó, ahogando un suspiro, los he visto más hermosos.

Aun cuando fuesen mil, dijo con sonrisa sardónica don Melchor, que estaba escuchando esta conversación.

La noche era deliciosa, del mes de Mayo: acogiéronse al pie de un árbol frondoso, él saboreando plácidamente, como ángel que era, la dicha de estar juntos; ellaporque ya habrán sospechado los lectores que se trataba de una mujernerviosa, sardónica, soltando lagrimitas y haciendo desplantes.

Tenía éste las narices dilatadas, la boca sardónica, la punta de la lengua asomando entre los dientes, las mejillas encendidas, los ojuelos brillantes, ni más ni menos que cuando en el monte el perdiguero favorito se paraba señalando un bando de perdices oculto entre los retamares.

Sardónica, especie de ágata, piedra bastante fina, con fajas amarillas ó listas rojas.

El primer fundamento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, calcedonia; el cuarto, esmeralda; 20 el quinto, sardónica; el sexto, sárdio; el séptimo, crisólito; el octavo, beril; el nono, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo^, ametisto.

Sentí que toda la sangre se me subía á la cabeza, pero haciendo un titánico esfuerzo, me dominé, y con risa sardónica acerquéme á la joven

De pronto noté en la cara del doctor una expresión sardónica enteramente fuera de las circunstancias; y casi al mismo tiempo, la idea de que sería una inconveniencia estúpida saltar por encima de la mesa, acudió á mi espíritu; mas apenas lo hube pensado, cuando ya el mueble pasó bajo mis piernas, no sin darme tiempo para ver que el doctor arrojaba al aire como una pelota su gato, un siamés legítimo, verdadera niña de sus ojos.

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