1767 oraciones de ejemplo con trono

El infeliz prelado creía haber hecho una gran cosa sosteniendo los intereses de su familia durante la guerra, y se veía acusado de liberal, de enemigo de la religión y del trono, sin que pudiese adivinar en qué había conspirado contra ellos.

Ellos compilan las leyes, ellos ungen con el óleo santo la cabeza de los monarcas, ellos improvisan rey a Wamba, conspiran contra la vida de Égica, y los concilios reunidos en la basílica de Santa Leocadia son asambleas políticas, en las que la mitra está sobre el trono y la corona del rey a los pies del prelado.

Partió a Italia como caudillo de la Iglesia; los aventureros de Europa y los bandidos del país formaron su ejército: mató e incendió en los campos, entró a saco en las ciudades a nombre de su señor el Pontífice, y al poco tiempo los desterrados de Aviñón podían ocupar de nuevo su trono de Roma.

Sin el trono y el altar no somos nadie; y la prueba la tienes en lo que nos está pasando desde que tuvimos revoluciones.

El clero los educaba en esta creencia, por la comunidad de intereses entre la Iglesia y el Trono.

El guerrero afortunado, el conquistador que funda un trono, no necesita del sacerdote: le basta con su espada y el prestigio de sus hazañas.

Pero al aproximarse la hora de la muerte, piensa en sus herederos, que no dispondrán como él de la gloria y el miedo para hacerse respetar, y entonces, atrayéndose al sacerdote, toma a Dios por aliado misterioso que velará por la conservación del trono.

La prueba está en que en tiempos de duda como los presentes siguen aferrados al catolicismo, que es el más fuerte puntal de su trono.

Hablar de la enfermedad del rey es un crimen, y los cortesanos, los que viven a la sombra del trono, consideran un sacrilegio, un crimen digno de castigo, la menor alusión a la salud del monarca, como si éste no fuese un ser humano, puesto, como todos, bajo la advocación de la muerte.

Yo creo que hasta la misma gente que vive a su sombra y tiene sus particulares intereses confundidos con los del trono siente más el fervor en la boca que en el corazón.

Estaba sentado en el trono de los arzobispos de Toledo, aquella silla que había sido la estrella de su juventud, y cuyo recuerdo le turbaba en pleno episcopado, cuando paseaba la mitra por las provincias esperando la hora de llegar a la Primada.

Advertidos los canónigos, corrieron a él, formando una apretada masa de vestiduras rojas ante su trono.

, eres la que va a subir al trono ahora, o no hay equidad en la tierra... Y no digan que eres casada y que tu hijo se tiene que llamar Rubín... ¡Qué comedia! eres mayormente viuda y libre, porque a tu marido cuéntale como que está en gloria... Y bien saben todos que a la vuelta lo venden tinto, y el chico en la cara trae la casta, y lo que es la pensión verás cómo te la dan».

Sobre el trono de Tiro resplandecía el rey Hiram, amigo de Salomón, hijo de David.

Marciano, que pronto va a cumplir doce lustros, dos más que yo, dicen que se casará con Pulqueria, con quien ha de compartir, en honestidad santísima, el trono y el imperio de Oriente.

Del mismo modo, Asclepigenia compartirá conmigo el trono y el imperio de la filosofía.

Por menos de las vejaciones sufridas, Carlos I murió en el cadalso y Guillermo III subió al trono en 1688.

Los ojos de ella brillaban en la noche con dulce y poética luz, y estaba tan orgulloso y enternecido Caballero mirándolos, que no se habría cambiado por los ángeles que están tocando el arpa en las gradas del trono del Criador...

Isabel, hermana del muerto, sólo pudo hacer valer sus dudosos derechos de sucesión á la corona empleando la fuerza de las armas contra la infanta Doña Juana y sus partidarios, y hasta el año de 1476, vencido cerca de Toro el rey de Portugal, principal apoyo de sus enemigos, no poseyó tranquilamente el trono.

Púsose de acuerdo con el Papa, que estaba muy resentido de Francia; con el Emperador, su irreconciliable enemigo; con el príncipe Guillermo de Orange, que aspiraba á quitar el trono de Inglaterra al rey Jacobo, fiel aliado del francés; con los duques de Saboya y de Baviera, ofendidos de las altiveces de Luis XIV, y con todos los Príncipes del Imperio, reunidos en la dieta de Ratisbona.

Comenzó á recoger sus frutos Guillermo de Orange, desembarcando con un ejército de holandeses y apoderándose, entre las aclamaciones del pueblo inglés, del trono que ocupaba el débil Jacobo.

Verdad es que el no tener sucesión traía ya alarmados á todos los españoles, y confiado al francés en heredar el Trono: «si parís, parís á España; sino parís, á París», decía una copla que entonces corría por el pueblo.

Á tal punto habían llegado las cosas, que hubiera sido necesario un gran Príncipe y un fortísimo gobierno para que la posteridad de Carlos II hubiera continuado en el Trono.

Y no habiendo posteridad, y teniéndose que llamar á un Príncipe alemán al Trono, no era fácil que la nación lo aceptase, aun dado que no hubiese venido á disputarle la sucesión un pretendiente de más derecho y que excitase mayores simpatías.

Había, además, huído a Inglaterra poco después de la usurpación del Trono de Portugal por don Miguel, y desde allí fué al Brasil, donde se consagró al servicio de don Pedro, y le acompañó en la expedición que terminó por la caída del usurpador y el establecimiento del Gobierno constitucional en Portugal.

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