25 Verbos a usar para la palabra náusea

Él, hombre sobrio, incapaz de beber alcohol sin sentir náuseas y dolores de cabeza, no podía ocultar un asombro muy cercano á la admiración ante estos brutos, que, según sus suposiciones, debían tener el estómago forrado de hoja de lata.

Habían empezado por emborracharle con un licor dulce que ahora le estaba dando náuseas, un licor que le había convertido el estómago en algo así como una perfumería... ¡puf! ¡qué asco!; después le habían hecho comer más de la cuenta y beber, últimamente, de todo.

Ana volvió a la vida rasgando las nieblas de un delirio que le causaba náuseas.

En aquel local, donde la luz se filtraba con trabajo al través de unos cristales polvorientos resguardados por toscos barrotes de hierro, donde el olor de las pieles curtidas llegaba a producir náuseas, el viejo Calderón había ido amontonando con mecánica regularidad duro sobre duro, onza sobre onza, hasta formar algunas pilas de millón.

Gané más de lo necesario; me seguía, como rendida amante, la suerte; pero aquella especulación sin tregua ni entrañas me provocaba náuseas, y quise probar alguna labor en que entendimiento y cuerpo fuesen unidos, y en que la ganancia no alcanzase más que a no dejarme morir de hambre.

El pensar sin querer, contra su voluntad, algo complicado, original, delicado, exquisito, llegó a causarle náuseas, y se le antojó envidiar a los animales, a las plantas, a las piedras.

Hijo, yo debo de darte náuseas; las cosas muy dulces repugnan.

Hallábase en la situación de uno de esos chiquillos que para darse aires de hombres encienden un cigarro muy fuerte y se lo empiezan a fumar y se marean con él; pero tratan de dominar las náuseas para que no se diga que se han emborrachado.

No pensé nada malo, pero hizo un movimiento cual si le entraran náuseas.

Sospechó de la intimidad de la rubia y sus amigas, de sus explosiones de celo y del afán con que se disputaban la predilección de la diosa adivinó cosas ocultas y asquerosas, locuras de organismos gastados y ahitos de vicio; pero cerró los ojos voluntariamente y prefirió no ver para evitarse la náusea de lo repugnante.

Experimentaba náuseas al pensar en aquellas relaciones, que ya se habían hecho públicas y que eran comentadas en los corrillos de murmuración que las damas ya venerables formaban en los salones aristocráticos.

Después, cuando se ha penetrado en el laberinto de la cordillera, el ánimo queda encogido, nuestro ser se inmuta todo entero, y sobreviene la angustia capital, la angustia andina; una angustia moral, hecha de náuseas, como la angustia material de la «puna» se resuelve en náuseas y opresión de las sienes.

Se le atravesaba como otras muchas, y al fin, después de mil tentativas que parecían náuseas, la soltaba entre sus bonitísimos dientes y labios, como si la escupiera.

Por los callejones estrechos de sus refugios, en las guaridas obscuras donde se apiñan en anaqueles de tabla, un olor acre de opio y miasma os toma la garganta, y es necesario fumar todo el tiempo para precaverse de la náusea.

La rica casulla le molestaba con su peso, y el calor y el humo de los cirios le mareaban hasta producirle náuseas.

Su hígado es muy apreciado, pero es menester abstenerse de comer los huevos, que purgan violentamente y promueven náuseas.

»A veces me parece, cuando me duele la cabeza, o estoy resfriada, o no como algo porque me desagrada, que mi papacito tuviera mis dolencias y sintiera mis náuseas: si toso, me parece que a él también le duele el pecho; si siento frío, que él también lo siente.

No vacilé: se la entregué llevado de un instinto de delicadeza; pero, al tocar la suya, me subió la náusea al galillo.

Se puede responder, que es calambroídea, complicada con atonía, y acompañada de náuseas, vómitos, flatuosidades y endolorimiento del epigastrio ó del vientre.

Se resignó al enterarse de que el vigoroso príncipe sufría náuseas cada vez que intentaba saborear esta depravación asiática.

Y en efecto, García al narrarlas se ponía pálido y parecía estar atacado de náuseas.

Feli sentía aumentar sus náuseas y su inapetencia con este asqueroso renacimiento que la rodeaba.

No encontrando á Silvio solo, sus cejas delgadas se fruncieron; mas ya el artista se lanzaba hacia ella, porque al verla había sentido ciego impulso de cólera, la animosidad que engendra un largo hastíohastío, en este caso, de pintor fatigado de reproducir un tema, que se complicaba con náusea moral, indefinible; especie de desagravio involuntario á la Ayamonte.

Con un arranque de su voluntad llegaba a la cocina, y tosiendo y estremeciéndose por contener las náuseas, preparaba la comida.

Además de todas estas aprensiones sacrílegas, tentación malsana del espíritu enfermo, causa de tanta lucha, sentía el tormento de la distracción; las oraciones comenzaban y no concluían; el estribillo de tal o cual piadosa leyenda llegaba a darle náuseas; la soledad se poblaba de mil imágenes, diablillos de la distracción; el silencio era enjambre de ruidos interiores.

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