315 oraciones de ejemplo con mestizas

Dos mestizas y un fraile.

Las dos mestizas comían y callaban, el capitán servía, el fraile se reservaba, Luís mascullaba el prosáico español cocido, y un servidor de ustedes espiaba la ocasión para tomar un buen punto de luz que llenase por completo á mis modelos.

Las mestizas no se presentaron.

Preocupándose de la integridad de su pechera dura y su corbata blanca, daba órdenes á una tropa de mestizas del boliche que se habían convertido en servidoras y preparaban las mesas para la fiesta de la tarde.

Friterini dió voces, dirigiendo á las mestizas encargadas del servicio.

Algunas mestizas le hablaron, manifestando su indignación contra aquella señorona que perturbaba á los hombres.

Confundidos entre ellos pasaban sus chicuelos envueltos en ponchos rayados de rojo y negro, y sus mujeres, gordas y lustrosas mestizas, que parecían vestidas de máscaras á causa de sus faldas de colores chillones, verde, rosa ó escarlata.

El arpa iba desgranando sus sonidos cristalinos, semejantes á los de una caja de música, y los gauchos saltaban acompañados por el retintín de sus espuelas, persiguiendo á las mestizas de bata flotante que balanceaban cadenciosamente el talle agitando en su diestra el pañuelo, sin el cual es imposible bailar la chilenita.

El tal ño Juanito era un aventurero aficionado á cambiar de tierras, y tal vez había encontrado la de Salta muy á su gusto y andaba por las casas «de alegría» de la ciudad tañendo su guitarra y haciendo bailar la chilenita á las mestizas hermosotas.

Las mestizas ostentan proporciones muy armónicas; casi todas son bien formadas.

Entre las mestizas existen casos, aunque raros, de abultamiento excesivo de las caderas; protuberancia muy notable en casi todas las negras y especialmente en las africanas puras.

Muchos son católicos, visten á la chola, se casan con mestizas y procrean abundantemente una nueva variedad de peruanos que me han parecido—¡cosa terrible!—más agraciados é inteligentes que los nativos de su condición.

En la penumbra de la nave rectangular, tres ó cuatro mestizas arrodilladas forman un grupo confuso tras de una joven que reza, con la cabeza envuelta en su mantilla.

Las dos señoras mestizas hablan una jerga singular, mezcla de inglés, español y maya, con una vocecita delgada y un acento lleno de equis que asemeja su habla estridente á un canto de cigarra.

Al fresco del reciente chaparrón, algunos naturales sacan las cabezas por las caprichosas claraboyas recortadas en forma de trébol en sus puertas y ventanas; las mujeres parecen mestizas feas, rojizas ó desteñidas por el polvo ambiente; me miran pasar con aire soñoliento, restregando sus ojos hinchados por la siesta.

Mi madre, señor, era esclava de la casa de Don José de Abalabide, comerciante español, que tenia una de las mejores tiendas mestizas que se hallan en la Plaza principal.

La Zurda era una vieja que acostumbraba tener muchas sobrinas, siempre bonitas; debia aquella vieja haber tenido muchos hermanos y primos de distintas razas, segun lo poco que las niñas se asemejaban entre , generalmente eran mulatas, pocas indias, y algunas mas mestizas.

Y hay en las viviendas, cubiertas de tejas arábigas o de paja, tales ejemplares de la mujer natural, mozas morenas, altas por lo general, de cuerpos flexibles, muchachas bronce o cacao, o pálidas mestizas, que sugieren fatigantes y agotadores cariños solares.

Las Grozeries á derechas son tiendas del tlaco de la manteca, ó cuantimás, tiendas mestizas; aquí todo es papel y todas son cajitas y todo es guante, digámoslo así, pus parece otra cosa.

Aquí no somos de esos paladares estragados por salsas mestizas.

Todos los cuentos maravillosos de brujas, duendes y magos que le habían contado siendo niña las criadas mestizas de la casa ocurrían siempre en viejas ciudades de España.

Las Justicias de las Indias procederían contra las mestizas adúlteras, del mismo modo que las leyes de Castilla disponían contra las mujeres españolas.

El resto del país, precisamente el país que más motivos tiene para llamarse argentino, está compuesto de gentes mestizas.

«Todo esto recité á la tal Señora mia, porque ya entónces lo sabia tan de memoria como ahora; y, sin dar lugar á que hablasse otra palabra, levanté la visita, y la dexé, á mi parecer, si no del todo enmendada, á lo ménos un poco corrida y no tan satisfecha de sus traducciones esguízaras ó mestizas, que nos han afrancesado nuestro puríssimo y elegantíssimo idioma, tanto que, si ahora resucitaran nuestros abuelos, apénas nos entenderian.

En el Japón, en la China, en los archipiélagos poblados por la raza malaya, he encontrado la misma sonrisa, los mismos gestos instintivos y no estudiados, iguales miradas, reflejo misterioso del alma, que vi en los campos de la Argentina todavía no invadidos por la emigración blanca, en las muchedumbres mestizas de Chile, y más aún en el numeroso populacho de Méjico.

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