85 oraciones de ejemplo con nalga

Misté el jierro en esta nalga: es cartujano legítimo....

Mira el mastín de la cabaña, ¡gran perro!: media nalga arrancó á un muchacho que le quiso montar el otro día.

Si las que están en este caso tienen astas, se aplica á una de ellas el primer marco enrojecido al fuego; si no las tienen todavía, se las tumba en el suelo, y con el marco segundo, chisporroteando, aplicado á la nalga derecha, se les hace dar cada berrido de dolor, y se levanta un tufillo de carne asada, que no hay más que pedir.

Un día te come media nalga, y después lagrimitas.

] Susurraba la leyenda que el tío Frasquito llevaba en su cuerpo treinta y dos cosas postizas, entre las cuales se contaba una nalga de corcho.

Ni más ni menos que si pretendiese averriguarr si sonaba yo a hueco... Y algo más tarde, hallándose el venerable mandarín hablando con unas señoras, un poco inclinado hacia adelante por estar ellas sentadas, acercósele sir Roberto con mucho disimulo, oculto entre el gentío, y sin provocación ninguna, sin objeto alguno justificado, ¡zas!, hundióle con flema británica, hasta la cabeza, un alfiler en la nalga izquierda...

Y comenzó a enumerar los componentes que suponía en el tío Frasquito la leyenda, acabando por poner en el catálogo la nalga de corcho.

No era nada: un puntazo en una nalga; una herida de varios centímetros de profundidad.

Si vieras, papaítodecía la niña, muerta de risa; ha puesto sillas unas sobre otras, y está dando latigazos y diciendo unas borricadas... Dile a ese gallegote que si voy allá le pondré cada nalga como un tomate... (Bringas tenía la mala costumbre de llamar gallegos a los brutos, costumbre muy generalizada en Madrid y que acusa tanta grosería como ignorancia.

Y espantóme lo que descubrí en el tocamiento, porque por la parte de atrás, que cubría la capa, traía las cuchilladas con entretelas de nalga pura.

Los esperimentadores no mencionan mas que un forúnculo en la nalga derecha, y una erupcion miliar, blanquecina, seguida de descamacion, en la pierna izquierda, y que produce una comezon que obliga á rascarse.

Sentado, á media nalga, delante del atril, crujía la banqueta á cada rasgo de su pluma; y mientras los rizos brillantes de su pelo negro se le bamboleaban delante de los ojos, su boca no cesaba de murmurar alguna palabra, ó de silbar muy bajito los aires más corrientes.

¿Qué alegría era aquélla que le entraba, qué prurito de moverse, de reir, de alzar la voz, de hacer ruido y dar saltos sobre el asiento cual muñeco que tuviera en cada nalga un bien templado resorte?

¿Qué alegría era aquélla que le entraba, qué prurito de moverse, de reir, de alzar la voz, de hacer ruido y dar saltos sobre el asiento cual muñeco que tuviera en cada nalga un bien templado resorte?

El segundo es el que forma la nalga.

La nalga la forman tres músculos llamados glúteos.

Meriones, cuando alcanzó á aquél, le hundió la pica en la nalga derecha; y la punta, pasando por debajo del hueso y cerca de la vejiga, salió al otro lado.

Mientras él se iba, Meriones le asestó el arco, y la broncínea saeta se hundió en la nalga derecha del teucro, atravesó la vejiga por debajo del hueso y salió al otro lado.

En los casos de delimitación, deslindes, recorrida de mojones, concurre comúnmente, numeroso público y los indios antes de colocar el mojón, o en el límite reconocido por las partes interesadas, estiran a un niño que tenga vinculaciones con éstos, y le dan de azotes en nalga pelada, encargándole en cada latigazo, que se acuerde y grave en la memoria que en ese punto fué castigado y en seguida ponen la señal.

Para triunfar en el corazón de un esposo o amante y poseerlo por completo, hay que azotar la nalga pelada de la rival, con uno de los zapatos que se usa.

Se debe a esta superstición que la mujer del pueblo, haga esfuerzos en una riña, para derribar a su contraria al suelo y levantándole la falda y los refajos, sacarse un zapato de los pies y descargarle en nalga desnuda uno o dos golpes.

Rompió entónces la vieja el silencio, y dixo: En la caballeriza hay tres caballos andaluces con sus sillas y frenos; ensíllelos el esforzado Candido; esta señora tiene moyadores y diamantes; montemos á caballo, y vamos á Cadiz, puesto que yo no me puedo sentar mas que sobre una nalga.

Vendamos uno de los caballos, dixo la vieja; yo montaré á las ancas de el de la señorita, puesto que no me puedo sentar mas que sobre una nalga, y así llegarémos á Cadiz.

Cortad, dixo, una nalga á cada una de estas señoras, con la qual os regalaréis á vuestro sabor

Estas escenas daban materia á nuevas disertaciones; y quando no disputaban se aburrian tanto, que la vieja se aventuró á decirles un dia: Quisiera yo saber qué es peor, ¿ser violada cien veces al dia por piratas negros, verse cortar una nalga, pasar baquetas entre los Bulgaros, ser azotado y ahorcado en un auto de fe, ser disecado, remar en galeras, finalmente padecer todas quantas desventuras hemos pasado, ó estar aquí sin hacer nada?

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