119 oraciones de ejemplo con oblicuos

"¡Oh, duque!" El objeto de tanta atención y acatamiento era un hombre bajo, gordo, la faz amoratada, los ojos saltones y oblicuos, el cabello blanco, y el bigote entrecano, duro y erizado como las púas de un puerco-espín.

Generalmente se mantenía silencioso mordiendo su cigarro y examinando al interlocutor con sus ojos oblicuos, impenetrables.

Tiene la nariz respingada, los ojos algo oblicuos, y un hociquito gracioso coronado por un sombrero de cuatro francos noventa.

El valle, verde, húmedo y reluciente, perfectamente iluminado por los rayos oblicuos del sol, parecia un inmenso tapiz de esmeralda salpicado de manchas de azabache y ópalo, y en el fondo se agitaban las ondas del lago de Lowerz con los últimos estremecimientos causados por el soplo de la borrasca.

A la claridad lunar divisa por fin un monstruo de fantástico aspecto, pegando brincos prodigiosos, apareciendo y desapareciendo como una visión: la alternativa de la oscuridad de los árboles y de los rayos espectrales y oblicuos de la luna hace parecer enorme a la inofensiva liebre, agiganta sus orejas, presta a sus saltos algo de funambulesco y temeroso, a sus rápidos movimientos una velocidad que deslumbra.

Los rayos del sol, chorros oblicuos de oro que venían de lo alto iluminando espirales de polvo, moscas y polillas, le hacían pensar nostálgicamente en las manchas verdes de la huerta, las manchas blancas de los caseríos, los penachos negros del puerto, repleto de vapores, y la triple fila de convexidades azules coronadas de espuma que venían á deshacerse con cadencioso estruendo sobre la playa color de bronce.

La nariz algo aplastada por un golpe recibido en su juventud, y los ojos pequeños, oblicuos y tenaces, daban á su rostro una expresión de ferocidad asiática.

El golfo se coloreaba de rosa, como si creciesen en sus entrañas, bajo los rayos oblicuos del sol, inmensos bosques de corales.

Tenía los mismos gustos de los conquistadores castellanos por la belleza cobriza, de ojos oblicuos y cabello cerdoso.

Detrás, la vasta llanura del mar, que con los rayos oblicuos del sol naciente, ofrecía un color blanco lechoso.

Algunos, a la hora en que sus madres, vistiendo zagalejos de roja bayeta, daban de comer a las gallinas en sus corrales de Extremadura y Andalucía, se casaban, lo mismo que los caballeros andantes, con grandes princesas de tez pálida y ojos oblicuos, criaturas de enigma y ensueño que llevaban sobre la frente la borla multicolor de la autoridad y en el pecho áureas placas con sagrados jeroglíficos.

reconoció Ah-Fe a la señora de Galba, pero no se alteró ni un sólo músculo de su cara, ni sus oblicuos ojos se animaron al encontrarse plácidamente con los de su ex ama.

El río, iluminado por los rayos oblicuos del sol, era un cinturón de plata bruñida que lo aprisionaba.

En lo alto de las colinas, los pinos solitarios destacaban sobre el espacio azul sus copas de quitasol: unos, rectos y gallardos; otros, oblicuos como si quisieran acostarse.

Rayos oblicuos, prolongándose sobre las crestas arboladas de las montañas que dominan algunos puntos de la ribera, prestaban mayor intensidad al gris obscuro y purpúreo de sus rocosos flancos.

La cara amarillenta del cabecilla no se alteró: expresaba la frialdad inerte de la raza, y se creería que era de madera de boj, á no brillar en ella la chispa de los oblicuos ojuelos de azabache.

A los rayos oblicuos del sol muriente, el pulimento del granito tenía tersuras de piel de mujer.

Alarcón ensilló los caballos y cuando todo estaba listo, Rosarito vió a Insúa apartarse con Gabriela, siguiendo la calle de los eucaliptus, sombría a pesar de los rayos oblicuos del sol que se filtraba por entre sus troncos; y sus ojos se abrieron a la triste verdad.

En los oblicuos rayos del sol brillaban como botones de oro las industriosas abejas, buscando las flores silvestres.

No trato de inventar movimientos oblicuos que la observación no haya revelado; es patente, y de ello la vista nos da testimonio, que los cuerpos no siguen en su caída una dirección oblicua; pero ¿quién puede afirmar sólo por la autoridad de sus imperfectos sentidos, que los cuerpos al caer no se aparten algo de la línea recta[20]?

Un gentleman bien trajeado y de ojos oblicuos, subido en una tribuna portátil, hablaba á un centenar de compatriotas, obreros del puerto y de las fábricas, sucios de carbón, vestidos como los mecánicos, pero que indudablemente se habían cortado la trenza poco tiempo antes.

Todas ellas ofrecen asiento á los tertulianos, que charlan y fuman mientras el boticario, con unas antiparras enormes ante los ojitos oblicuos, lee ó medita, como un alquimista antiguo en su laboratorio.

Pero los demás indígenas americanos, de color cobrizo, ojos oblicuos y sonrisa que puede llamarse «incomprensible», son remotos descendientes de las emigraciones llegadas de Asia, no sabemos de qué modo, pero indudablemente á través del Pacífico.

Como un buque que partiese con su proa densos bancos de peces, nuestro automóvil abre grupos vociferantes de muskos, panzuditos, mofletudos, de ojos estirados y oblicuos que apenas logran entreabrirse y parecen dos líneas trazadas con tinta china.

Algunas de ellas, á no ser por sus ojitos oblicuos, pasarían por europeas, á causa de su tez blanca y sus formas redondeadas.

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