1492 oraciones de ejemplo con con el que

Como queda asentado que este idioma no tiene el verbo substantivo Ser, con el que nosotros formamos en castilla las pasivas de los verbos, se da por supuesto que los verbos de este idioma no tienen pasiva semejante â la nuestra, ni â la latina, que es la que tiene verdaderas voces pasivas en casi todos los tiempos, quando el verbo las admite.

Bien valía aquella pregunta una inocente mentirilla, así que la contesté con un negativo monosílabo, con el que se quedó la buena de Angue en la firme creencia de que en toda la redondez de la tierra no había mas collares que el suyo, ni más faroles de colores que los de su pueblo.

Para abreviar, amigo mío: á los diez y siete días de nuestra salida de Santander volvimos á fondear en las Atarazanas, después de habernos equivocado en todos los puertos de la costa, y sin poder tropezar con el que íbamos buscando.

Veremos si pica... Cuando usted se determinó a casarse, ¿no hizo allá en el fondo de su pensamiento, la reserva de que el matrimonio le permitiera pecar libremente, no digo que con este y con el otro, sino con el que usted quería?».

Pero aquella noche había tenido frío, y a falta de gorro de algodón o de hilo, se había cubierto con el que usaba de día, aquel gorro verde con larga borla de oro.

Según los maldicientes de la tertulia, se había cortado el bigote, enviándolo bajo sobre, en un arrebato de nostalgia, a cierto pintor con el que había vivido en París, un artista malfamado y simbolista, que representaba sus concepciones por medio de efebos desnudos de femenil musculatura.

(...) El internet nos proporcionará todo el material pedagógico con el que podamos soñar, incluso notas de lectura, ejercicios, tests, evaluaciones y ejercicios interactivos más eficaces que antes, por estar éstos más basados en el concepto de comunicación.

Adivinó al hombre con el que se tiene irremediablemente un choque en la calle, en el tranvía, en el teatro.

Por cada millón del comercio de este último país con la Argentina, hay que contar dos entre el Brasil y Alemania, país con el que, a su vez, el Uruguay comercia en una escala tres veces mayor que lo hace con la Argentina.

Un día la adornarán de piedras preciosas y se casará con un joven turco, al que sólo habrá visto de lejos, al través de una celosía, y con el que cruzará la palabra por vez primera en el momento de ser su esposa.

Suelen casarse, pues, no con el que aman, sino con el que es más rico, porque el descender les sería insoportable.

No hay colores mas alegres que los de esperanza: ellos visten las risueñas imájenes que la imajinacion entrevé, en todo ese canto, con el que remata esta parte del poema.

Ahora comprenderás perfectamente la vacilación de tu padre, su flaqueza acomodaticia; la cual no es sino el miedo..., miedo de entrar en pleitos con su enemigo, con el que un tiempo ha sido su cómplice.

Yo he respirado los perfumes de la Rosa y me he herido en las Espinas del camino... Del sol me he abrevado con el que nació en el Mediodía y no he perdido nunca su don apolíneo; y con brazos de fuego he penetrado la floresta del misterio, clamando, por donde Mæterlinck habla en voz baja... Largas páginas tendría que escribir para hacer un estudio de esta producción de psíquicas piedras preciosas.

Y al punto le respondió un acento suspirón: «Con el que tenía los anillos de puros».

Muchas veces dió lugar al error la formación de esa especie de cemento ú hormigón durísimo usado por los árabes y compuesto en su mayor parte de la misma grava cuarzosa del terreno, formando un conglomerado artificial con el que se engaña la atención no muy experta del que viene por primera vez á hacer indagaciones arqueológicas.

En estas ocasiones, el tropezar con uno de estos naturales, medio beduinos, medio nómadas, es una verdadera ganga; su sociedad es completamente distinta de la de un compañero permanente con el que para bien o para mal estamos ya atados para siempre, pues como es casual tiene la ventaja de que se le puede tomar o dejar, según convenga.

"Quisiera yo, si fuera posible, lector amantísimo, excusarme de escribir este prólogo, porque no me fué tan bien con el que puse en mi Don Quijote, que quedase con gana de segundar con éste.

Todo el luto que orla este papel no es nada comparado con el que pesa sobre mi alma y mi corazón.

Tenía el odio más inveterado y mortal contra los negros y los mulatos, sólo comparable con el que dedicaba á los «carcamanes», ó sea italianos burdos, á los «gringos», es decir, á los extranjeros en general, y á los catalanes, aunque fueran nobles hijos de la península ibérica, patria de sus antepasados.

No puede compararse ese estipendio con el que se da hoy en nuestras iglesias de moda.

En vista de lo cual la criada sirvió agua caliente, en la que remojó un pañuelo de espumilla de seda, con el que su ama se limpió las manos y la boca, pasándolo después a toda la reunión para que hiciera lo propio.

Clavó él en la desconocida una mirada buída, hambrienta, de gavilán; un mirar con el que la desnudó y la palpó y la registró, por igual, el cuerpo y el alma.

No, no la siento como se debe sentir; lo mismo me sucede con la pintura: digo que no la siento, porque comparo el efecto que me produce con el que causa á otros, y con el que yo experimento en presencia de la música buena, de la poesía, de la arquitectura, y veo su inferioridad palmaria.

Aquesto imaginado, determina sosiego darles en la grande anchura con alguna fingida isla divina matizada de flores y frescura, cual las tiene en el reino que confina con el que al hombre fué de poca tura, fuera de las que tiene soberanas adentro de las puertas herculanas.

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