271 oraciones de ejemplo con plácidas

¡Plácidas veladas aquéllas, que ya no se repetirían para Febrer!

Más allá estaban los cascos de los buques, sustentando un bosque de palos y chimeneas, y en último término la muralla amarilla del malecón exterior y el cielo recién lavado por la lluvia, con un rebaño de nubecillas blancas y plácidas como sedosos carneros.

Sus cabellos negros y rizados adornaban su frente blanca y majestuosa: las miradas de sus grandes y negros ojos eran plácidas y penetrantes a la vez.

Sólo en los alrededores de la plaza vió sentadas algunas mujeres, como en las tardes plácidas de otros veranos.

No era Maltrana el único que se había aproximado queriendo perturbar con diabólicas propuestas su tranquilidad de argonauta reflexiva y prudente, aquel quietismo monacal de plácidas digestiones y largas siestas, que era para ella el encanto más grande de las travesías oceánicas.

Max Platel, sintiéndose en disposición de dar una conferencia, y halagado por su éxito, que leía en las sonrisas plácidas y en las miradas atentas de su auditorio femenino, continuó: Las mujeres no se imaginan bastante, creo, la importancia de la estética en el vestido.

¿Dónde sus horas plácidas de amores? ¿Dónde las tiernas, las fragantes flores, sér de su sér y luz de su esperanza? El ciego incontrastable torbellino rugiente se abatió sobre su casa, cual fuego intenso, destructor, sanguino, que al soplo misterioso del destino deja luto y horror por donde pasa.

Las comidas del domingo en casa del Mosco eran tranquilas y plácidas.

Allí tambien se acerca el peregrino, Para doblar humilde la rodilla Ante la hermosa, en cuyas sienes brilla La corona que adorna á la virtud; Y cuya frente cándida y serena, Como el disco argentado de la luna, Que se refleja en plácidas lagunas, Del corazon refleja la quietud.

Desde la altura en que se asienta el templo, al sol poniente del otoño, el campo se extendía, verde y fértil, en inmensas llanuras plácidas.

Oye del dulce instrumento Las plácidas barcarolas Que, en alas del sentimiento, Mezcla á las notas del viento Y al murmullo de las olas.

las plácidas brisas, Del hijo que adoras tanto Y que hoy ¡triste! no divisas, Te llevarán las sonrisas Y el perfume de su llanto.

Ahora, entunicada á la griega, en traje vaporoso de ninfa, la niña rubia hace unas plácidas excursiones de ensueño por los más varios y admirables caminos del planeta...

O escalas arriba trepo á la cubierta de botes, poniéndome á departir con las olas y las nubes, ó ansiando emociones menos plácidas bajo á los entrepuentes de emigrantes.

Juntos compartieron ambos jóvenes en el mismo valle natal las plácidas intimidades de la infancia, y, más tarde, al abrigo de una amistad serena, Diego le había regalado á María muchos ramos de rosas en las lindes del huerto, muchas rimas sinceras, improvisadas con ese arte primicial y balbuciente de la adolescencia, inculto y bravo perfume del corazón.

Algo debe de saber también, porque ¿no da otro tono á sus plácidas sentencias?

Las sensaciones plácidas del asnillo en el prado nos aliviarían.

Era hombre viejo, como de sesenta años, sin nada notable en su continente ni en sus facciones plácidas, en las que se reflejaba su buen natural.

Y la viajera dilata la expresión infantil de sus ojos garzos, con las plácidas señales de un recuerdo que huye... Desde que mi madre murió—murmura—tampoco he vuelto allá.

Pasamos allí horas plácidas; nos perfeccionábamos en el tiro del mauser; leíamos el Quijote, nos confiábamos las ilusiones de nuestros mutuos porvenires.

Pasear en el campo no es para ellos recrear la vista y el olfato, ni sumir el alma en plácidas contemplaciones: es simplemente estirar las piernas, bracear á su antojo, eructar recio, aflojar la corbata, remangar la pernera y soltar la liga para cazar la pulga debajo de la media... porque estos hombres gastan medias altas todavía.

Venancio sonrió; sus observaciones plácidas tenían el privilegio de regocijar a María.

Esta exposición pública es una especie de pesquisa judicial; antes, como hemos podido observar en varias ocasiones, se vestía al difunto con un hábito de fraile, con los pies descalzos y las manos cruzadas sobre el pecho; la sombra sepulcral que la capucha daba a las muertas y plácidas facciones

Al abrir sus ojos negros, de mirar apasionado; al sonreir; al volverse para contestar a una pregunta, la movible faz se animaba, la vida corría por aquellas facciones que yo imaginé plácidas y frías, a pesar de haber visto ya en su retrato, a la luz de un farol madrileño, reflejos del alma.

No saben sentir los besos en las manos que dan las cosas inanimadas cuando son plácidas y silenciosas, cuando apenas ven a nadie.

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