104 oraciones de ejemplo con tarasca

Luego está, junto a la puerta de Jerez, la gran Casa de la Moneda, donde siempre hay montones de oro y de plata, como de trigo, y junto a ella, el Aduana, tarasca de todas las mercaderías del mundo, con dos bocas, una a la ciudad y otra al río, donde está la Torre del Oro y el muelle, chupadera de cuanto traen amontonado los galeones en los tuétanos de sus camarotes.

Me parecía algo, vaya, algo así... una tarasca.

Una, que ser pensé Juana la Chasca, De dilatado vientre y luengo cuello, Pintiparado á aquel de la tarasca, Se llegó á , y me dixo: de un cabello Deste bagel estaba la esperanza Colgada á no venir á socorrello.

En un rincón estaba la Tarasca, espantable monstruo de cartón que abría sus fauces asustando a Gabriel, mientras sobre su lomo rugoso giraba locamente una muñeca desmelenada e impúdica, que la religiosidad de otros siglos había bautizado con el nombre de Ana Bolena.

Entró, pues, la tarasca en la iglesia y allí pudo andar sin tropiezo, porque la lámpara del altar daba luz bastante para ver el camino.

Entonces notó que la sagrada forma no sólo tenía ya ojos profundos tan luminosos como el cielo, sino también voz, una voz que la tarasca oyó resonar en su oído con lastimero son.

Y a las exclamaciones de arriba respondía la tarasca con aullidos salvajes.

Sabía que la tarasca que le robaba su marido era la misma con quien tuvo amores antes de casarse, la madre del Pituso muerto, la condenada Fortunata que le había dado tantas jaquecas.

Media hora estuvo la tarasca como dormida, pronunciando en sueños retazos de palabras y fragmentos de cláusulas groseras, como retumban en lontananza los dejos de la tempestad que ha pasado.

De cada veinte se puede afirmar que una, a lo más, y no es mucho, suele encomendarse al diablo para que la vista y la peine, por donde aparece en los Jardines hecha una tarasca; pero las otras diez y nueve van como Dios manda; unas de mantilla, otras de sombrero, y no pocas son muy guapas, sea como sea lo que lleven.

por la mitad de 8 ducados que con el se concertó la Tarasca y moxarrillas.

Al mismo por sacar la Tarasca, mojarrillas y dos salvajes.

en que se le concertó la danza de «Los Cavadores,» la Tarasca y Mojarrillas.

por sacar el día del Corpus la Tarasca y moxarrillas y dos danzas tituladas «Las carrastollendas de Barcelona» y «Las Ferias de Bilgan» y consta que Baltasar de Guzman, autor de danzas, sacó dos en la fiesta de que tratamos, una llamada «Los gitanos» y otra el «hombre vicioso.

La primera con 20 figuras y la música y la otra con 18 y dos de música y asimismo por la Tarasca y moxarrillas[60].

Mª. á vestir, desnudar y aderezar los gigantes tarasca y demás agregados para el día del Corpus, siendo de su cargo vestirlos la víspera de la octava, pintar de nuevo la tarasca y caras y manos de los gigantes.

Mª. á vestir, desnudar y aderezar los gigantes tarasca y demás agregados para el día del Corpus, siendo de su cargo vestirlos la víspera de la octava, pintar de nuevo la tarasca y caras y manos de los gigantes.

» Obligábase también á armar la tarasca, reparándola de cuanto necesitara poniéndole una lengua de la misma hechura de la vieja, y un petral de cascabeles y dos nísperos que sonasen bien, colgados de las orejas, paseándola por las calles la víspera de la fiesta.

¡Y no me ha dicho usted nada! ¿Para qué? Para que yo estrangulara á esa tarasca.

La lógica, esa gran tarasca, entrometida, farfantona, ordenará lo que quiera; pero ello es que en cuanto han surgido las dudas, y desde que he borrado á esa mujer de la lista de los ángeles terrestres... mira lo que son las cosas... paréceme que estoy más chiflado por ella.

» Abandonó los nada limpios manteles sin probar el postre, que, según rezan las historias, era miel de la Alcarria, y tragado el último buche de agua del Lozoya se fué á su gabinete, mandando á la tarasca, su sirviente, que le llevase la lámpara de petróleo.

La tarasca le dejó solo.

Pues digo... cuando cesó el del violín y subió á la tarima una tarasca que cantaba romanzas de zarzuela y jotas y fandangos... Felipe, entusiasmado, no cesaba de dar palmadas, y á la conclusión de cada estrofa le faltaban pies y manos para hacer sobre la mesa y en el suelo toda la bulla que podía.

¡El demonio se pierda! dijo D. Martin, que estaba demasiado alegre para enfadarse; no hay procesion sin tarasca.

Les tengo odio y mala voluntad á la Latrana, á la Machuca y á la Tarasca, que son tres personas distintas y una sola indinidá. Hermano, dijo el Abad, dice Chateaubriand que el odio que tenemos á los demas, nos es mas perjudicial á nosotros mismos que á ellos.

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