21 Adjetivos para describir colgantes

Allí, Ra-Ra, á caballo en un dedo y con las piernas colgantes, pudo continuar su relato.

Sentado junto a la gran mesa de la Redacción, con la cabeza entre las manos, bajo la mancha de amarillenta luz de gas que arrojaba una gran lámpara con colgantes de percalina verde, y dejando vagar su mirada por el montón de periódicos de provincias revueltos con tinteros y plumas, permaneció Quirós mucho tiempo, entregado a sus pensamientos y arrullado por aquella discusión interminable que excitaba la bilis de los periodistas.

Sobre la parte más negra y profunda del torrente, no lejos de la iglesia, habían arrojado antiguamente un puente de madera; el sendero que allí conducía y el puente mismo estaban sombreados por árboles colgantes estrechamente enlazados que producían tétrica sombra durante el día, la cual se convertía hacia la noche en pavorosa obscuridad.

Por un arco de colgantes formados de dos festones casi rectos que se cruzan en la clave, entramos en una pieza trasversal de forma elegante, cuyas dos extremidades terminan en mexuares facheados con hermosísimos arcos de atarjas y hornacinas, apeados sobre cartelas ó ménsulas que á su vez lo están en graciosas columnas apilastradas con filetes de jáiras.

Mi fantasía suele apoyarse en el pie de la manga, donde pasábamos, y con los colgantes frutos que deseabas coger dar alivio a mi corazón huérfano.

Eran largos colgantes de intenso azul en los que flotaban enjambres de estrellas.

Los árboles del jardín sirven de movible cortina, y bajo los aleros de estas piezas sin pared se balancean macetas colgantes de alabastro con chorros de flores.

Cuando los insolentes galos tiraron de estos colgantes ornamentos de los ancianos senadores romanos, éstos, que habían presenciado con imperturbable dignidad cómo el mariscal Breno robaba sus cuadros y sus vajillas, no pudieron tolerar este último y más grande ultraje.

Su cara enorme, circuida por colgante papada, tenía palidez serosa.

Van ligeros de ropa, para trabajar con más soltura, pero llevan ceñido á las sienes un estrecho pañuelo rojo, con dos puntas colgantes, parecido al tocado de los aragoneses.

Sobre las bordas de los juncos vemos marineras achaparradas y fornidas: con bíceps de hombre, pechos colgantes y adornos verdes en la cerdosa cabellera.

Un día, al dar un largo paseo por la silvestre sierra, topó en el corazón del bosque con Melisa, sentada sobre un derribado pino, como sobre un tronco fantástico formado por los colgantes penachos de siniestras ramas, con la falda llena de hierbas y de piñas, y canturreando para una de las negras melodías que en aquel preciso momento había recordado.

Y Garabato, con ágil presteza, dejó convertidos en pequeños colgantes los cordones enrollados e invisibles bajo los extremos del calzón.

Columnas de estuco imitando mármol rodeaban el cuarto, rotas, descascarilladas, maltrechas; grandes hornacinas en que faltaban las estatuas hendían las paredes resquebrajadas, manchadas de musgo; unos lienzos despintados pendían en jirones del techo, mientras que las arañas tejían entre ellos sus colgantes puentes de seda.

Ésta, después de mirarle de arriba abajo, le deshizo el nudo mal hecho de la corbata de seda negra; volvió á hacerle como era debido; estiró los fuelles de la pechera de la camisa y arregló sobre ella las largas puntas colgantes del pañuelo de marga de seda.

Tamiza el aire, le quita los malos bicharracos que dan las enfermedades, se come a los microbios y demás insectos... Así hablaba Zaratustra, paseando su luz cerca del techo; y surgían de la obscuridad los colgantes tejidos por las arañas, enormes, seculares, como si fuesen la obra de muchas generaciones, transparentando con fulgor sonrosado la llama de la vela.

Al abrir otra vez sus ojos, un rayo de sol deslizándose por el ventanuco trazaba un cuadrilátero de oro en la pared, dando un regio esplendor á las telarañas colgantes.

Hubiérase dicho que dolorosos espectros pasaban en procesión, allí abajo, rozando las ondas con sus colgantes velos obscuros.

Pidió el galancete su sombrero al tío Chosco, el enterrador, que no sin vacilaciones alargó la miserable prenda, raída y parda, de alas abiertas, ceñido el casco por un cordón de colgantes borlas.

Al verle, en un día ventoso, dando zancadas por el flanco de alguna colina, con sus vestidos colgantes y flotando en torno suyo, se le habría creído el genio del hambre descendiendo sobre la tierra, o algún espantajo hurtado de cualquier campo de trigo.

Si la fábula exige la presencia de una tribu india, el agente echa mano al teléfono y llama al cacique del campamento próximo, pues en las tolderías de los Estados Unidos hay teléfonos, máquinas de coser, máquinas de contar el dinero y plumas estilográficas, lo que no impide que las gentes lleven aún plumas en la cabeza, mantas rayadas y pantalones de cuero acampanados, con cabelleras colgantes.

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