234 Adverbios para describir cómo pusiese

El Hombre-Montaña echó atrás la cabeza, separando los ojos de las ventanas con un pestañeo doloroso, pero inmediatamente puso su boca en una de ellas.

Continuaba viendo a mi hermana contadas veces: mi cuñado me mostraba cada día mayor hostilidad; y yo, indiferente y orgulloso, no ponía jamás los pies en Rucanto.

Era curioso ver la extraña turbación que se apoderaba del tocado marqués cuando se ponía cerca de la Amparo.

¡Sin buñuelos no hay Noche Buena! ¡Allá usted, Angelina, usted que se pinta para todo eso! Pondremos la mesa en la sala, y usted, doña Carmelita, cenará con nosotros.

Los poetas del Ganges, que conocían exactamente la vida de las bestias, debieron poner la hormiga frente á otro animal.

Tenían la vaga expresión del que ha puesto su pensamiento muy lejos y ve lo que no pueden ver los demás.

Algún puñadito de oro, , puedo poner aparte para ti; pero mis ahorros no te sacarán de pilancos.

Pero repito que no se juega conmigo ... dígaselo usted así, y que si esta noche no me baja los tres duros, mañana pongo a ustedes en la calle con todos sus cachivaches....

¡Conversación! Mira , en París de Francia, el cuento ese de la Comun... ¡Anda si pusieron lo de arriba para abajo! ¡Anda si se sacudieron!

¡trabajar, trabajar siempre! porque de esto estoy convencido, el juego no saca de pobre a nadie: los jugadores son ricos de relumbrón, y aun así, en las raras ocasiones que la suerte les permite brillar, pues, a lo mejor, se quedan a obscuras por larga temporada... y con franqueza, yo no podría trabajar, no podría; ¿acaso me voy a poner detrás de un mostrador?

Se puso en pie vivamente, como si la alzara un resorte: luego, refrenando su ímpetu y adquiriendo calma, avanzó lentamente hacia la alcoba, penetró en ella, recogió su sombrero de la cama y comenzó a ponérselo frente al espejillo de una cornucopia, con ademanes lentos, donde se adivinaba, sin embargo, en el levísimo temblor de las manos, la sorda irritación que la embargaba.

Se nos formó en columnas, dándonos orden de cargar, y el regimiento se puso rápidamente al galope.

Hombre era para pronunciar con suma formalidad y gran reposo: Ayer, en casa de la Lage, se han puesto en la mesa dos principios: croquetas y carne estofada.

contiene la avalancha en su descenso; entonces es preciso que un hombre baje y, con exposición de su vida, pone en movimiento nuevamente los troncos detenidos.

Asimismo Tomasuelo se ponía zahareño y poco agradable en su trato con todo aquel rival que por cualquier causa era despedido definitivamente y seguía importunando.

Acomodados así los hijos, los padres permanecían un rato en la pieza principal, y mientras Centeno, sentándose estiradamente junto a la mesilla y tomando un periódico, hacía mil muecas y visajes que indicaban el atrevido intento de leerlo, la Señana sacaba del arca una media repleta de dinero, y después de contado y de añadir o quitar algunas piezas, lo volvía a poner cuidadosamente en su sitio.

Su rostro, encendido por la turbación, se puso bruscamente muy pálido.

En cuanto á X ella está en el yo y es puesta por el yo; porque el yo es quien juzga en la proposicion expresada y hasta juzga con verdad, con arreglo á X como una ley; por consiguiente X es dada al yo; y siendo puesta absolutamente y sin otro fundamento, debe ser dada al yo por el yo mismo.

Una vez solas, Amalia tomó un libro y se puso a leer tranquilamente a la luz de un quinqué, mientras su hija, de rodillas en el ángulo más oscuro, sollozaba apagadamente.

, sin embargo, escuchar con interés las últimas palabras de Cristián, pues dijo, poniendo suavemente la mano en el brazo de su amigo: Nadie tiene derecho de disponer de Sorege sin mi consentimiento.

Entretanto los dioses y las diosas se ponen á ambos lados del escenario y sus tronos y asientos son transportados también á un lado; se toca la marcha filipina.

»No es posibleme grita una voz,es una locura; ¡ apenas te atrevías a alzar los ojos hacia ella como hacia una divinidad, y ella es quien ahora se arroja al cuello de un hombre que no la merece! »Tenía miedo de tocarla; sin embargo, fue necesario que la levantara, y cuando la tuve en mis brazos, se puso a sollozar amargamente, como si hubiera querido llorar hasta morir.

Llegó al cabo don Zambombo, y puso lentamente sobre la mesa el jarro y el vaso.

Impelió, pues, el bote hasta el medio de la corriente; luego lo dejó arrastrar por ella durante un momento; pero no tardó en fijarse de que en la cercanía de la cascada, el río, como atraído por el abismo y arrebatado por el vértigo, precipitaba su curso con aterradora rapidez; tuvimos la revelación del peligro al verlo poner repentinamente el bote de través y comenzar á agitar los remos con febril energía.

La Condesa viuda de Alhedín halló que su hijo no podía soñar con mejor boda, y se puso enteramente de parte de la Marquesa, cuya decidida voluntad en favor del Conde la lisonjeaba en extremo.

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