50 colocaciones para acequia

Se lanzó por entre las cañas, bajó casi rodando la pendiente de una de las orillas de la acequia, y se vio metido en el agua hasta la cintura, los pies en el barro y los brazos altos, muy altos, para impedir que se le mojase la escopeta, guardando avaramente los dos tiros hasta el momento de dispararlos con toda seguridad.

Fué notable el espectáculo de aquel dia, porque turbado el órden de la misma naturaleza anegaron la tierra, rompiendo algunos diques que detenian el agua de las acequias, y en el mar pegaron fuego á los navíos, sirviendo los elementos de ministros de su venganza, y saliendo de sus limites y jurisdicion para ruina de sus contrarios, parecia que volvían á su primer confusion según andaba todo trocado.

Ya alcanzaba á contemplar su huerto, ya se reía del miedo pasado, cuando vió saltar del bancal de cáñamo al propio Barret, y le pareció un enorme demonio, con la cara roja, los brazos extendidos, impidiéndole toda fuga, acorralándolo en el borde de la acequia que corría paralela al camino.

Al aproximarse la barca, saltaban de las tierras de arroz ratas enormes, desapareciendo en el barro de las acequias.

Y, realmente, parece río esta arteria vital que se derrocha en las huertas por la raigambre circulatoria de sus acequias.

¡Lladre... lladre: no t'escaparás!rugió Batiste, disparando su segundo tiro desde el fondo de la acequia con la seguridad del tirador que puede apuntar bien y sabe que «hace carne».

Cultivaban cuidadosamente estas tribus el maíz, el algodón, el tabaco, las judías, etc., y regaban sus campos con acequias bien construídas, que también utilizaban para los servicios domésticos.

El hecho es que cuando llega el verano, cuando las charcas se secan y el blanco légamo de las acequias se agrieta con los grandes calores, es imposible habitar la isla.

Cada uno llevaba tras un cortejo de guardas de acequia, de pedigüeños que antes de la hora de la justicia buscaban predisponer el ánimo del tribunal en su favor.

Tenía fiebre, agitábase furioso, como si aún corriese por el cauce de la acequia cazando al hombre, y sus gritos asustaban á los pequeños y á las dos mujeres, que pasaron la noche de claro en claro, sentadas junto al lecho, ofreciéndole á cada instante agua azucarada, único remedio casero que lograron inventar.

Los arroyos y rios que vierte por uno y otro lado la Sierra no llegaban como ahora sin merma á la llanura: recogíase su precioso caudal en acequias para regar las huertas y vergeles, ó en presas para mover molinos y batanes, ó en balsas para otras industrias.

Allí las emociones de Isidora fueron una alegría casi infantil, un deseo vivo de correr, de despeinarse, de entrar descalza en los charcos de las acequias, de subir a las ramas en busca de nidos, de coger flores, de dormir a la sombra, de cantar.

La alfarería, la hechura de los ídolos, el adorno de los palacios, la construcción de acequias y caminos, el laboreo de metales, estaban á cargo de compañías más ó menos numerosas de indios de todas las provincias, quienes se renovaban, según el tiempo que debía durar el trabajo de cada parcialidad.

Los españoles ocuparon el centro de la ciudad, y la línea que marcaba esta parte privilegiada, que era un gran cuadro separado de los demás, por una inmensa acequia, fué lo que se llamó la traza.

Comenzaban por caracolear en torno á los tres hermanos, á perseguirse riendopretexto malicioso inspirado por la instintiva hipocresía de la infancia, para empujarles al pasar, con el santo deseo de arrojarlos en la acequia que bordeaba el camino.

La muger espantada quiso huir, sin acordarse sin duda de la acequia, y cayó al agua desapareciendo casi en el momento.

Varios de esos morterillos están unidos por grabados como canaletas,—las acequias de que dimos cuenta.

sobre la huesa de sus muertos, sobre la acequia que corre a su pie, sobre el rebaño que ramonea su follaje, sobre el rancho que cobija.

Los huertos de naranjos extendían sus rectas filas de copas verdes y redondas en ambas riberas del río; brillaba el sol en las barnizadas hojas: sonaban como zumbidos de lejanos insectos los engranajes de las máquinas del riego, la humedad de las acequias, unida a las tenues nubecillas de las chimeneas de los motores, formaba en el espacio una neblina sutilísima que transparentaba la dorada luz de la tarde con reflejos de nácar.

La imagen de la acequia que á poca distancia arrastraba su caudal murmurante para otros, era para él un martirio.

El conde de Cabra, que iba delante, despues de haber pasado las asperezas de la sierra y llegado al valle, se halló empeñado con su gente en un laberinto de acequias y canales, donde la caballería apenas podia dar un paso.

Por la márgen derecha de la acequia siguieron hasta llegar á un puente que existia en la calle del Espíritu Santo, y allí franquearon el obstáculo.

El huerto entonaba para ella una sinfonía interminable, en la cual la armonía de los colores confundíase con el rumor de los árboles y el monótono canturreo de aquella acequia fangosa y poblada de renacuajos, que, oculta por el follaje, sonaba como arroyuelo bucólico.

A la izquierda, hacia el lado del mar, se extendía una gran huerta, ostentando bajo las ventanas de las celdas, su fresco verdor, sus árboles, sus flores, el murmullo de sus acequias, el canto de los pájaros y la esquila del buey que tiraba de la noria.

Parecieran los músicos vacas en acequias, ó azudas en procesion.

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