475 oraciones de ejemplo con asistenta

Teníamos una asistenta vieja para aviar las habitaciones, porque la duquesa, sabiendo lo enamoriscado que era mi padre, no consintió que tomase criada, no fuese a perder la chaveta y hacerme a perder la inocencia.

Señorito, que las alubias se pasanrezongó con acritud la asistenta, asomando el morro por una puerta.

Gracias á la asistenta que tenían en casa; la señorita podía descansar algunos ratos; y para ayudar á la asistenta en los trabajos de la cocina, quedábase allí por las tardes la trapera de la casa, viejecita que recogía las basuras y los pocos desperdicios de la comida, ab initio, ó sea desde que Torquemada y Doña Silvia se casaron, y lo mismo había hecho en la casa de los padres de Doña Silvia.

Gracias á la asistenta que tenían en casa; la señorita podía descansar algunos ratos; y para ayudar á la asistenta en los trabajos de la cocina, quedábase allí por las tardes la trapera de la casa, viejecita que recogía las basuras y los pocos desperdicios de la comida, ab initio, ó sea desde que Torquemada y Doña Silvia se casaron, y lo mismo había hecho en la casa de los padres de Doña Silvia.

Como la señorita había quedado muy quebrantada por los insomnios y el dolor, no podía atender á las cosas de la casa: la asistenta y la incansable tía Roma la sustituyeron hasta donde sustituirla era posible.

Y son los días del señor sacerdote en cuya casa estás de asistenta.

Según Frasquito, que en esto pensaba cuerdamente, ningún rastro parecía más seguro que informarse de los señores en cuya casa servía Benina de asistenta.

Trabajaba como asistenta en las casas más acomodadas del barrio, cosía para las vecinas, correteaba ropas y alhajas en representación de cierta prendera amiga suya y hacía pitillos para los señores, recordando sus habilidades de la juventud, cuando el señor Juan, novio entusiasta y zalamero, venía a esperarla a la salida de la Fábrica de Tabacos.

El Zapaterín pasó una mañana encerrado en el cuarto, aprovechando la ausencia de su madre, que trabajaba aquel día como asistenta en casa de un canónigo.

La asistenta se ha puesto mala, y he llamao a esa infeliz, que está cargá de hijos.

Los últimos momentos, decía, fueron tan dulces como apacibles; no sufrió un solo minuto de agonía; algunos instantes después de haberme yo retirado, dijo a la asistenta: «¿Por qué no os acostáis?»

Necesito buscar otra asistenta...

Pero los socorros disminuyeron así como se fue borrando el recuerdo de la desgracia, y la madre tuvo que buscar trabajo en casas extrañas, servir como asistenta, y volver de noche a su tugurio con sobras de comida en la cesta, que servían para alimentar al pequeño.

La tal señora tenía la manía de la limpieza, y cada dos días, al frente de sus criadas y con el esfuerzo de la asistenta, ponía en revolución sus habitaciones, apreciando con honda simpatía a la Isidra por el brío con que apaleaba las alfombras, frotaba las maderas y sacudía un polvo imaginario que parecía haber huido para siempre, asustado de esta rabiosa pulcritud.

Era un despecho de herederos que se consideraban despojados por el intruso, por el hijo de «la asistenta», como le llamaban con tono despectivo.

Aunque más desease hablar con mi asistenta, tomé la determinación de callar; y estaba pensando en esto a tiempo que entraron dos como elegantes muy desembarazados, con vestidos de terciopelo y ricas camisolas guarnecidas de encaje.

Me imaginé que eran algunos señores amigos de mi amo, que por atención a él me venían a ver, y en esta inteligencia hice un esfuerzo para incorporarme, y por política me quité el gorro; pero mi asistenta me volvió a tender a la larga, diciéndome que aquellos señores eran el médico y el boticario que me asistían.

Este señor, desde el segundo día de mi enfermedad, temiendo que muriese en su casa, tuvo la bondad de hacerme trasladar, con lo poco que tenía, a una posada, en donde me dejó abandonado sin más ni más a la Providencia y al cuidado de una asistenta.

Mi asistenta fué la que me lo contó todo, y me dijo que ella era la que había buscado médico y boticario para que no muriese sin su asistencia.

«¿Qué es esto, buena mujer?dije a mi asistenta.

No obstante, aunque yo tenía motivo para imputarle el hurto, no dejé de discurrir que acaso podía haberlo hecho mi asistenta.

Su padre de usted, que de algún tiempo a esta parte vive con el canónigo, padece una opresión de pecho, o por mejor decir, se halla actualmente entre la vida y la muerte, y su madre de usted, que tampoco goza la mejor salud, se ve precisada a servir de asistenta a los dos enfermos.

Impaciente el doctor por irse a su catedral, no tuvo por oportuno dilatar más su viaje, y prefirió tomar otro criado para que le sirviera, contentándose con entregarme al cuidado de una asistenta, a la cual dejó cierta cantidad de dinero para mi entierro si moría, o para recompensar mis servicios si salía de mi enfermedad.

Levantéme, despedí al médico que había dado tan notoria prueba de su gran penetración, y me deshice de la asistenta, que me robó más de la mitad del dinero que debía entregarme.

En España, la Iglesia de Roma, cuidadosa siempre de sus intereses, dispuso, en servicio propio, una ceremonia á la vez provechosa y popular[30]: consagró la carnicería aliándola al altar, beneficiándose de esta dócil asistenta para obtener fondos con que erigir conventos.

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