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Los vivos son los que á me espantan; que los muertos nunca me dieron pena.

Mostrábame afecto sincero, y en los primeros días de mi residencia en Madrid no se apartaba de , para asesorarme en todo lo relativo á mi instalación y ayudarme en mil cosas.

En aquellos días yo no había podido juzgar aún por mismo de asunto tan importante.

Luego se paró ante , y mirándome con aquellos ojazos que parecían muertos, díjome entre carraspeos: Tengo un principio de enfermedad grave.

Tomóse para la holgada habitación interior que yo no necesitaba, y en las últimas horas de la noche, como en las primeras de la mañana, le tenía siempre junto á como mi sombra.

Dijéronme que era efecto de la quinina; mas yo no lo creía, pues de muy antiguo había observado en aquel zumbar del cerebro, unas veces á consecuencia de debilitación, otras sin causa conocida.

Es en un mal constitutivo que aparece caprichosa y traidoramente para mi martirio, y que yo juzgaba entonces compensación de los muchos beneficios que me había concedido el Cielo.

Cuando me quitaba la ropa para acostarme, estaban los oboes comenzando detrás de el preludio de Los Hugonotes, el gran coral protestante.

Bastaba que Eloísa tomase parte en ellas y pusiera sus manos en la obra, para que á me pareciese de perlas, y me gustaba más aún si era ella quien me lo servía.

Y como la veía reirse de , la preguntaba azorado, al tomar de sus manos la taza: ¿Pero he dicho algo, he dicho algo?

Al día siguiente, cuando fuí á verle, ya estaba mejor, y me dió un solo de política sobre la feliz aproximación de la democracia á la monarquía, cosa que en verdad, como otras muchas de este jaez, me tenían á sin cuidado.

Ella me dijo que alguien me tenía trastornado el seso, y entonces, quitándome de cuentos, respondíle que quien me trastornaba el seso era ella... Tomándolo á broma, trajo al barbián y se puso á saltarle delante de y á decirle: «llámale tonto, llámale majadero.

Con bárbara furia arranca con la mano parricida aquellos sus ojos que tenían que encontrarse con el rostro de sus hijos, y ¡ay de ! horrorizado de su nefanda obra, lanza tremendas maldiciones sobre los que engendró.

Y yo también tomo sobre con hartas veras la tristísima desventura de los que ya no vivirán entre nosotros.

CORO ¡Ay, ay de ! XERXES Vuelve a tus hogares llorando nuestra ruina.

Lejos de imaginar lo contrario.

Natural es que lo sucedido interese más que a nadie a este palacio y a Clitemnestra; pero también que a me colme de alegría.

¡Cuánto padecieron mis ojos en aquellas largas noches de desvelo! ¡Cuánto he llorado por tu amor aquellas encendidas señales, para siempre frustradas! Y si por ventura dormía, el tenue rumor de las alas de un mosquito, que zumbase a mi oído, hacíame despertar sobresaltada, y entonces veía venir sobre ti males mayores que los que me representaba el sueño.

No quiero que ninguno de los dioses lance sobre desde los altos cielos una mirada de odio, al verme caminando sobre esas alfombras de púrpura.

~(Vase.)~ CORO En puede más la compasión, y no me deja airarme con ella.

Ay, ay de ! ¡Infeliz que yo soy!

Y a mi pueblo le predijo todas las plagas de la tierra en satisfacción de las deidades irritadas; y a que la lepra invadiría mis carnes, y devoraría con hambrientas mandíbulas mi recia complexión de otro tiempo, y enfermaría mis cabellos, y los volvería blancos.

¡Ay de ! ¿Cuándo abatirás sus cabezas, y harás ante nuestro pueblo completa ostentación de tu poder?

Y como llegue yo a pasar de los umbrales, ora que me le encuentre sentado en el trono de mi padre, ora que venga a a hablarme cara a cara y a escudriñarme con los ojos, tenedlo por cierto, antes que pueda decir: ¿de dónde bueno, extranjero?

Encaminábame hacia Argos, como me ves que llego, un pie tras otro y llevando a cuestas mi equipaje, cuando se me acercó cierto hombre, que ni yo le conocía ni él me conocía a ; y después de preguntarme por mi camino y cerciorarse bien del suyo, Extranjero me dijo Estrofio el Focense (que así me dió a entender en nuestra plática que se llamaba), pues que vas a Argos a tus haciendas, diles a los padres de Orestes como es muerto.

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