12334 oraciones de ejemplo con oro

aparejado por los reposteros de estrado y mesa: el artesonado de entalle e incrustaciones de marfil ó esmaltes de brillantes colores y dorados; la piedra labrada en orlas, frisos, molduras, entrepaños, arcos y alfeizares; los paños de velludo, lisos ú obrados, de oro y sedas, entoldan y guarnecen las paredes; las alhombras ó alcatifas morunas, cubren el pavimento; el señor como debajo de dosel; perfúmase la sala.

estos nombres escribirse con letras de oro en los antipáticos salones de la Vicaría, para eterna ejemplaridad de las generaciones futuras, y debiera ordenarse que los sacerdotes, al leer la epístola de San Pablo, incluyeran algún parrafito, en latín o castellano, referente a estos excelsos casados.

Todavía no era moda ir a buscarlos al África, y los venían a buscar aquí, cambiando cuentas de vidrio por pepitas de oro; es decir, lanillas, cretonas y merinos, por dinero contante o por obras de arte.

Peras amarillentas, otras de asar, casi rojas, manzanas de oro y grana, montones de nueces, avellanas y castañas, daban alegría, variedad y armoniosa distribución de luz y sombra al conjunto, suculento sin más que verlo, mientras al olfato llegaban mezclados los olores punzantes de la química culinaria y los aromas suaves y discretos de naranjas, limones, manzanas y heno, que era el blando lecho de la fruta.

Conocido ya el estado de las provisiones, ordenó las maniobras del ejército: las viejas se dedicaron a desplumar aves, las mozas a fregar y dejar como el oro peroles, cazos y sartenes, y un par de mozancones de la aldea, uno de ellos idiota de oficio, a desollar reses y limpiar piezas de caza.

Las Novelas y cuentos que publicamos en este volumen tienen, por los asuntos, por el ambiente y por los trágicos desenlaces, todo el aire romántico de las obras de sus contemporáneos; pero son, por su lenguaje, por el giro de las frases, lo más cercano a las producciones de los siglos de oro.

A su alrededor todo parecía también anunciar la primavera: las letras de oro del frente del edificio, que refulgían al sol; las banderas, que una brisa suave desplegaba amorosamente; los vistosos tocados de las mujeres que discurrían por el jardín...

Descubiertos respetuosamente, los espectadores contemplaban la efigie de mármol sobre cuya fuerte nariz cabalgaban unos lentes de oro... ¡Aquellos lentes que durante su vida le servían para no dejarse apiadar por la miseria, para no ser débil, ni compasivo, ni generoso, para no ver sino lo que resueltamente le convenía! El obispo de Heráclea pronunció el panegírico.

Las ciento hilaban oro, las ciento tejen cendal, las ciento tañen instrumentos para doña Alda holgar.

ESPOSA Nuestro lecho florido, De cuevas de leones enlazado, En púrpura teñido, De paz edificado, De mil escudos de oro coronado.

El cielo no alumbró, quedó confuso El nuevo sol, presagio de mal tanto, Y con terrible espanto El Señor visitó sobre sus males, Para humillar los fuertes arrogantes, Y levantó los bárbaros no iguales, Que con osados pechos y constantes No busquen oro, mas con hierro airado La ofensa venguen y el error culpado.

Mira que es gran rigor: dame siquiera Lo que de ti desprecia tanto avaro, Por el oro en que alegre considera, Hasta que da la vuelta el tiempo claro; Lo que había de dormir en blando lecho Y da el enamorado a su señora, Y a ti se te debía de derecho.

A la seda pomposa siciliana, Que manchó ardiente múrice, el romano Y el oro hicieron áspera y tirana.

Madre, yo al oro me humillo: Él es mi amante y mi amado, Pues de puro enamorado, De contino anda amarillo; Que pues, doblón o sencillo, Hace todo cuanto quiero, Poderoso caballero Es don Dinero.

Es galán y es como un oro, Tiene quebrado el color, Persona de gran valor, Tan cristiano como moro; Pues que da y quita el decoro Y quebranta cualquier fuero, Poderoso caballero Es don Dinero.

Este matiz que al cielo desafía, Iris listado de oro, nieve y grana, Será escarmiento de la vida humana: ¡Tanto se emprende en término de un día! A florecer las rosas madrugaron, Y para envejecerse florecieron: Cuna y sepulcro en un botón hallaron.

Ninguno al riesgo se entrega Y está en medio el toro fijo, Cuando un portero que llega De la puerta de la Vega, Hincó la rodilla, y dijo: Sobre un caballo alazano, Cubierto de galas y oro, Demanda licencia urbano Para alancear a un toro Un caballero cristiano.

Crece la algazara, y él, Torciendo las riendas de oro, Marcha al combate crüel: Alza el galope, y al toro Busca en sonoro tropel.

¡Ay, qué de envidias se encienden! ¡Ay, qué de celos que causa En las serranas del Tormes Su perfección sobrehumana! Las más hermosas la temen, Mas sin osar murmurarla; Que como el oro más puro No sufre una leve mancha.

Elegía a las Musas Esta corona, adorno de mi frente, Esta sonante lira y flautas de oro Y máscaras alegres, que algún día Me disteis, sacras Musas, de mis manos Trémulas recibid, y el canto acabe, Que fuera osado intento repetirle.

De las arenas Que el mar sacude en la fenicia Gades, A las que el Tajo lusitano envuelve En oro y conchas, uno y otro imperio, Iras, desorden esparciendo y luto, Comunicarse el funeral estrago.

Pierda en la noche y pierda en la mañana Tu calma silenciosa Aquel feliz que en lecho de oro y grana Estrecha al seno la adorada esposa.

De brocado de oro y blanco Viste tabardo tudesco, De rubias martas orlado, Y desabrochado y suelto, Dejando ver un justillo De raso jalde, cubierto Con primorosos bordados Y costosos sobrepuestos, Y la excelsa y noble insignia Del Toisón de oro, pendiendo De una preciosa cadena En la mitad de su pecho.

De brocado de oro y blanco Viste tabardo tudesco, De rubias martas orlado, Y desabrochado y suelto, Dejando ver un justillo De raso jalde, cubierto Con primorosos bordados Y costosos sobrepuestos, Y la excelsa y noble insignia Del Toisón de oro, pendiendo De una preciosa cadena En la mitad de su pecho.

derramas el oro en la tierra En arroyos de hirviente metal; abrillantas la perla que encierra En su abismo profundo la mar.

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