260 oraciones de ejemplo con otelo

Estas grises estátuas han visto acaso la pareja, de rosas engalanada, esfumarse en túpidos fondos de raso; y lucir como un dardo de amor y celo, en la noche de estrellas, embalsamada, el puñal veneciano de algún Otelo... Abril, 1922.

Y luego, aunque se quede usted sólita en el baile, mucho cuidado con aceptar invitación de tantos pollos amables, porque si el señor sabe que se ha bailado, pone un hocico inaguantable y habla de un tal Otelo, y dispara un soneto en que le pone a una de pérfida, perjura e infiel, que no hay por dónde cogerla....

XI Los primeros planes que ideé se resintieron, como es natural, del estado de exaltación en que me encontraba yo; así, no se me ocurrieron más que feroces combinaciones y proyectos tan locos como salvajes, mientras pasaba revista en mi memoria a todas las catástrofes amorosas ocurridas en el mundo desde Otelo hasta Ansony.

Según calculó Leonardo, a poco de concluido el primer acto, sintió pasos mesurados a través del salón, luego una mano que se posaba en sus hombros y de seguidas una voz que en tono dramático declamaba:¿Qué dice el amigo del valiente Otelo? ¡Ah! ¿Eres , Fernando?

Pasa aquí algo semejante al pañuelo de Otelo y á la carta de Desdémona á Casio.

Asegura que se pone mala cuando la ve, y que sueña con tener aquella estufa, el Otelo, las latanias plantadas en el suelo, la escalera de nogal, la galería, los cuadros y tapices, la montura de Almanzor y la Flora de Casado. Patrañas, querido.

Desdémona está enamorada de Otelo; pero así, mochales, te lo digo yo.

¡Podía no! ¿Crees que se encuentra todos los días un hombre como Otelo?

Llegan a la isla con buena fortuna el lugarteniente Casio, Desdémona, con Yago y su mujer Emilia, y Otelo.

Se lee por las calles, a redoble de tambor, una proclama de Otelo, ordenando públicos regocijos y música en celebración de sus desposorios con Desdémona.

En lo más recio de la pelea a que inducen a Casio, Yago tañe al arma las campanas, sobresalta a las gentes y obliga a Otelo a que abandonando el lecho acuda al lugar de la contienda, con tanta cólera que al punto despoja a Casio de su dignidad de lugarteniente.

Otelo dilata la respuesta.

Otelo parece ceder.

Otelo: «Parece que en tu mente se esconde un monstruo tan repugnante que no osa mostrarse a la luz.

» Siendo así, Yago no tiene reparo en hablar con claridad, y aconseja a Otelo que no pierda de vista a Desdémona y Casio y tenga presente cuán simuladoras son las mujeres, aun la misma Desdémona, quien fingía ante su padre sentir miedo del moro cuando ya tenía determinada la fuga.

Otelo aparta el pañuelo, el cual cae a tierra sin que uno ni otro lo echen de ver.

Encuéntranse nuevamente Otelo y Yago.

Otelo: «¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre!»

Desdémona supone que ello es una añagaza de Otelo por impedir que su mujer reanude las súplicas en favor de Casio, y así determínase en reiterarlas con particular empeño, y en tanto el moro, con creciente frenesí, exige el pañuelo, el pañuelo, Desdémona no se lo toma en cuenta y le responde con alabanzas de Casio, hasta que Otelo se retira lleno de furor, y convencido de la culpabilidad de Desdémona.

Desdémona supone que ello es una añagaza de Otelo por impedir que su mujer reanude las súplicas en favor de Casio, y así determínase en reiterarlas con particular empeño, y en tanto el moro, con creciente frenesí, exige el pañuelo, el pañuelo, Desdémona no se lo toma en cuenta y le responde con alabanzas de Casio, hasta que Otelo se retira lleno de furor, y convencido de la culpabilidad de Desdémona.

Y al retirarse, Otelo premedita la pena acerba con que castigar el supuesto adulterio de Desdémona.

» Otelo la besa y llora.

Otelo le pregunta si ha rezado, porque va a matarla.

Ruégale a Otelo que me perdone.

VII No tardó gran cosa Verónica en dar al olvido la tragedia de Otelo; pero le quedó, a manera de rastro en el espíritu, un no qué de cansancio y turbiedad, como en la copa de cristal que ha contenido densos licores de diferente color.

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