20 colocaciones para inquilino

Y entre el silencio y la calma nocturna, se alzaba tan severa, tan penetrada de su importante papel comercial, tan cerrada a los extraños, tan protectora del sueño de sus respetables inquilinos, que la Tribuna sintió repentino hervor en la sangre, y tembló nuevamente de estéril rabia, viendo que por más que se deshiciese allí, al pie del impasible edificio, no sería escuchada ni atendida.

] [Footnote 8: En los portales de todas las casas se leen los nombres de los inquilinos que las habitan: al lado de cada nombre se halla el tirador de la campanilla que corresponde al cuarto.

Vos nos habéis llevado de la mano a casa de nuestros inquilinos, de nuestros guardabosques; en tanto que vuestro padrino nos llevaba a casa de sus pobres.

Total, que con caseras como la mía, estos bribones de inquilinos están como quieren.

¡Pardiez! ¡pues tienen nombres de encargo los criados de mis inquilinos! Esto es todo lo que de esa familia... por lo demás pagan bien, cuidan de la casa, y tanto que en ella no entra persona viviente y son buenos cristianos.

La buena mujer pudo dar expansión de este modo á su locuacidad, bruscamente cortada por la fuga de los inquilinos y su servidumbre.

Para hacer este puré debe tomarse una libra de lentejas sin inquilinos.

¡Veremos si hay justicia en la tierra! Catalina Ivanovna se puso en la cabeza aquel mismo pañuelo verde de que habló Marmeladoff en la taberna, y después, hendiendo la multitud ebria y ruidosa de los inquilinos, que continuaban llenando la sala, con el rostro inundado de lágrimas bajó a la calle resuelta a ir, costase lo que costase, a buscar justicia en cualquier parte.

Esta escena atrajo a la habitación un número considerable de inquilinos que no habían comido en casa de la viuda.

Y miraba a los astros con ojos interrogantes, como inquilino que escoge la mejor habitación para trasladarse a ella.

No puede establecerse en un portal sin previo permiso de los inquilinos; pero como regularmente es un infeliz, cuya existencia depende de las gentes que conoce ya en el barrio, ¿quién ha de tener el corazón tan duro para negarse a sus importunidades?

Ya divisaba los llanos regados, y al término de una quebrada vió un humo y después el rancho de una posesión de inquilino, y se acercó sin hacer ruido a los cercos.

No rebatiremos la desvergüenza de suponer que parte de nuestras fincas tienen un origen criminal, y que en nuestras haciendas rurales somos unos déspotas que de varios modos chupamos la sangre de los inquilinos, infamia tantas veces refutada con datos auténticos de evidencia abrumadora.

La única señal que daba a entender a los demás habitantes de la casa la existencia de aquel hombre metódico y misterioso, después de la vuelta del paseo, era la rojiza luz que bañaba los vidrios de las dos ventanas de su cuarto, en las cuales marcábase algunas veces la sombra angulosa del inquilino, moviéndose acompasadamente de un lado a otro.

El pulcro y severo traje del hombre de leyes formaba contraste con la sordidez de los demás inquilinos de Amalia Ivanovna.

Pensó en aquella reconstrucción del conventillo, suspendida por la terquedad de los inquilinos.

Recostada en la silla, gozaba beatíficamente del triunfo, exponiendo a la admiración de los inquilinos de las lunetas el cuerpecillo ajustado, púdico, la línea fugitiva que se elevaba desde la cintura al hombro, el gracioso manejo de abanico, el movimiento delicado con que subía los gemelos a la altura de las cejas.

En toda estación estaba allí el despacho de D. Acisclo, donde este activo labrador y ganadero trataba con chalanes, corredores, rabadanes, aperadores, capataces y caseros: entendiéndose por caseros, no el terror de los inquilinos morosos, como en Madrid, sino los que cuidan y guardan las caserías o viviendas de cada finca rústica.

Exasperado ante las amenazas del fraile que pretendía hacer prevalecer su autoridad á toda costa delante de los otros inquilinos, Cabesang Tales se rebeló, se negó á pagar un solo cuarto y teniendo siempre delante la nube roja, dijo que solo cedería sus campos al que primero los regase con la sangre de sus venas.

Catalina Ivanovna se ocupó por si misma en las compras, con ayuda de un inquilino de la casa, un polaco famélico, que habitaba, sabe Dios en qué condiciones, en casa de la señora Lippevechzel.

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